/ lunes 8 de octubre de 2018

Puntualidad

Lo peor que podemos hacer a una persona es hacerla aguardar mucho tiempo. Lo ideal es ser puntuales. Pero esto abarca enmendar costumbres, hábitos, rituales, cuyo cambio no se da ni con la nueva perestroika

La puntualidad es un acto selectivo donde el azar no existe. Según concierne, a mayor interés y diversión, mas grande la eventualidad de ser puntual. Por ejemplo, Menganito difícilmente llegará tarde si zutanita ya aceptó su invitación a salir tras medio año de escuchar la palabra “no”. Lo contrario también se cumple. Perengano actuará diligente al revisar un memorándum del jefe que dice: “Por favor estar en mi oficina a las nueve y media A.M. para tratar en forma urgente el asunto de su evaluación semestral de confianza en el cargo que desempeña”.

Por regla común las personas que se retrasan en sus citas son las que sienten que su poder o estatus es superior al de otro individuo. Entre mayor autoridad guarda un sujeto (o así lo considera), más tiempo podrá ( en su opinión), hacerse esperar.

Es imaginable la ansiedad del público ante la demora del baladista Luis Miguel para llegar al sitio de una gala. Pese a una hora cumplida, la audiencia se mantiene en sus butacas y una ovación se escucha al instante que un vocero del cantante dice: “Buenas noches, querido publico, me acaban de informar que Luis Miguel hace cinco minutos salió del hotel donde se encuentra hospedado y está a punto de llegar a este auditorio”.

Los políticos rara vez son exactos en sus actos de campaña. Generalmente acuden a sus mítines al momento que el público llegó casi en su totalidad. Esto va en relación directa a su rango y potestad.

En algunos ámbitos, arribar después de la hora designada sin ofrecer una disculpa es visto poco o menos como un acto de agresión, cuyo significado es “puedo llegar tarde porque mi tiempo resulta más valioso que el tuyo”. No obstante, comparecer a la hora señalada puede colgarle a cualquiera la etiqueta de descortés e involucrarlo en situaciones confusas y molestas. Esto es público y notorio en México, nuestro país.

En materia de puntualidad ser exacto es la divisa. ¿Cuánto? Tanto como se pueda. Y no sentirse culpable por la demora. Lo sensato, a mi juicio, es aceptar que en esta materia lo absoluto no existe.


Lo peor que podemos hacer a una persona es hacerla aguardar mucho tiempo. Lo ideal es ser puntuales. Pero esto abarca enmendar costumbres, hábitos, rituales, cuyo cambio no se da ni con la nueva perestroika

La puntualidad es un acto selectivo donde el azar no existe. Según concierne, a mayor interés y diversión, mas grande la eventualidad de ser puntual. Por ejemplo, Menganito difícilmente llegará tarde si zutanita ya aceptó su invitación a salir tras medio año de escuchar la palabra “no”. Lo contrario también se cumple. Perengano actuará diligente al revisar un memorándum del jefe que dice: “Por favor estar en mi oficina a las nueve y media A.M. para tratar en forma urgente el asunto de su evaluación semestral de confianza en el cargo que desempeña”.

Por regla común las personas que se retrasan en sus citas son las que sienten que su poder o estatus es superior al de otro individuo. Entre mayor autoridad guarda un sujeto (o así lo considera), más tiempo podrá ( en su opinión), hacerse esperar.

Es imaginable la ansiedad del público ante la demora del baladista Luis Miguel para llegar al sitio de una gala. Pese a una hora cumplida, la audiencia se mantiene en sus butacas y una ovación se escucha al instante que un vocero del cantante dice: “Buenas noches, querido publico, me acaban de informar que Luis Miguel hace cinco minutos salió del hotel donde se encuentra hospedado y está a punto de llegar a este auditorio”.

Los políticos rara vez son exactos en sus actos de campaña. Generalmente acuden a sus mítines al momento que el público llegó casi en su totalidad. Esto va en relación directa a su rango y potestad.

En algunos ámbitos, arribar después de la hora designada sin ofrecer una disculpa es visto poco o menos como un acto de agresión, cuyo significado es “puedo llegar tarde porque mi tiempo resulta más valioso que el tuyo”. No obstante, comparecer a la hora señalada puede colgarle a cualquiera la etiqueta de descortés e involucrarlo en situaciones confusas y molestas. Esto es público y notorio en México, nuestro país.

En materia de puntualidad ser exacto es la divisa. ¿Cuánto? Tanto como se pueda. Y no sentirse culpable por la demora. Lo sensato, a mi juicio, es aceptar que en esta materia lo absoluto no existe.