/ lunes 3 de diciembre de 2018

Con café y a media luz | ¡Qué compromiso!

En uno de los recitales del famoso conjunto argentino “Les Luthiers”, un personaje es visitado por cierta comisión del gobierno de un país imaginario para darle una encomienda que había sido promesa de campaña del presidente electo. Cuando los miembros de la comitiva salen del escenario y el personaje central se queda solo, abre los brazos, alza su rostro y mirando al público les grita: ¡Qué compromiso, qué compromiso!

El pasado sábado, primer día del último mes de este año 2018, fuimos testigos de una sucesión presidencial histórica en la que, por fin, Andrés Manuel López Obrador alcanzó el escaño más alto de servicio burocrático en nuestra nación y tomó las riendas de nuestro México lindo y qué herido, iniciando así, la que él ha llamado “Cuarta transformación”.

Y la llamo histórica porque es la primera ocasión que una izquierda extrema conformada por migrantes de numerosas corrientes partidistas, llega al poder con una mayoría de votos relativa, no absoluta, que le permitió desbancar con facilidad a su competidor más cercano, Ricardo Anaya, figura curiosa que, de la noche a la mañana, desapareció del acontecer político nacional después de haber sido derrotado en las elecciones y, además, ser reconocido con un apodo impuesto por el actual mandatario, fiel a la costumbre del tabasqueño.

Este sábado escuchamos, durante una primera parte de discurso, una crítica severa a los anteriores sistemas, gobiernos y hasta a los propios antecesores. Así, AMLO mencionó al neoliberalismo que “hizo a los ricos más ricos y a los pobres más pobres, tanto que estos últimos tuvieron que dedicarse a la informalidad”, es de todos sabido que el protagonista de esta parte de la historia de nuestra nación es Carlos Salinas de Gortari. ¿Por qué no lo mencionó?

Después se lanzó con cifras porcentuales que indicaban un alto crecimiento en materia de inseguridad y corrupción durante la etapa en la que estuvo a cargo de México el guanajuatense Vicente Fox. Como es conocida la antipatía que se tienen mutuamente ambos individuos, el ahora Presidente de los Estados Unidos Mexicanos no tuvo empacho en dar nombre y apellido.

Lo mismo ocurrió con Felipe Calderón. López Obrador, en su análisis histórico, mencionó al fenómeno delictivo de alto impacto que fue la macabra característica del segundo periodo panista y, al igual que con el otro blanquiazul, el tabasqueño también lo trajo a colación de forma directa y sin tapujos.

Tocó, entonces, mencionar a lo que el pueblo de México, tenía más fresco. El periodo de Enrique Peña Nieto, a quien noté a disgusto, oscuro, tratando de ser parco, pero en ocasiones un gesto de incomodidad denotado en sus cejas y manos, lo traicionaba. Tal vez, pensó que sería puesto en evidencia por quien, en ese momento, se estaba llevando la atención de simpatizantes y contrarios a nivel internacional.

Tal vez, AMLO, consideró que no era necesario mencionar el nombre de quien recién había concluido su etapa, así que limitó a declarar aquello que él consideraba como errores. Empezó con la reforma energética, siguió con la inseguridad, arremetió contra la reforma educativa y la hacendaria. Como dirían las abuelitas “no dejó títere con cabeza”.

Después de esos renglones, escuchamos al Andrés de las campañas y como si se tratara de un mitin político, habló de sus promesas y de lo que se vivirá en su mandato. Desmintió a aquellos que aseguraron que se eternizaría en el poder y refrendó las promesas que le conocimos durante tantos años, con las frases domingueras que también acuñó a lo largo de su campaña como “barrer la corrupción igual que las escaleras, de arriba para abajo”.

A este servidor le llamaron la atención tres cosas fundamentalmente.

La primera de ellas fue el joven en bicicleta que se acercó durante el trayecto de la casa presidencial a San Lázaro y que, minutos después, fue el objeto de una parte de su discurso. Ojalá y haya sido un hecho genuino y lo digo así porque me pregunté, ¿De dónde salió? Si se supone que todas las calles por las que va a pasar el contingente fueron bloqueadas al libre tránsito para evitar “los cuellos de botella” que retrasen una ceremonia transmitida por todos los medios de comunicación y ¿Cómo es posible que la guardia presidencial permita que un desconocido “de buenas a primeras” rompa la formación de la escolta que guarda al presidente electo de una nación?

La segunda que considero un verdadero acierto, fue usar a los cadetes de los colegios heroico militar, del aire y naval. Darles un lugar en la máxima ceremonia de investidura del comandante supremo de las fuerzas armadas era un detalle que desde hace mucho merecían los hombres y mujeres que se forman en esos institutos de educación castrense cuya lealtad está a toda prueba.

Y en tercer sitio, la negativa rotunda a una reelección y sí a la revocación del mandato en 3 años y hacer énfasis que dicho procedimiento iniciará en dos años y medio. Por lo que, expuso ante el pleno, que sus promesas se empezarán a observar como realidades en un plazo no menor a los dos años. Ello me hizo exclamar ¡Qué compromiso, qué compromiso!

La nota curiosa se la llevó el coincidente retraso de Nicolás Maduro, que únicamente se presentó a la cena posterior a la ceremonia y el “coscorrón” que les dio AMLO a los panistas cuando los miembros de la bancada mostraron las cartulinas en las que exigían la disminución del precio de la gasolina.

Los mexicanos estamos ansiosos de resultados, los detractores están esperando equívocos, los críticos queremos exigir realidades y, todos por igual, estamos al pendiente del sexenio que, estoy seguro, será el más observado de la historia contemporánea de nuestra nación.

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

licajimenezmcc@hotmail.com


En uno de los recitales del famoso conjunto argentino “Les Luthiers”, un personaje es visitado por cierta comisión del gobierno de un país imaginario para darle una encomienda que había sido promesa de campaña del presidente electo. Cuando los miembros de la comitiva salen del escenario y el personaje central se queda solo, abre los brazos, alza su rostro y mirando al público les grita: ¡Qué compromiso, qué compromiso!

El pasado sábado, primer día del último mes de este año 2018, fuimos testigos de una sucesión presidencial histórica en la que, por fin, Andrés Manuel López Obrador alcanzó el escaño más alto de servicio burocrático en nuestra nación y tomó las riendas de nuestro México lindo y qué herido, iniciando así, la que él ha llamado “Cuarta transformación”.

Y la llamo histórica porque es la primera ocasión que una izquierda extrema conformada por migrantes de numerosas corrientes partidistas, llega al poder con una mayoría de votos relativa, no absoluta, que le permitió desbancar con facilidad a su competidor más cercano, Ricardo Anaya, figura curiosa que, de la noche a la mañana, desapareció del acontecer político nacional después de haber sido derrotado en las elecciones y, además, ser reconocido con un apodo impuesto por el actual mandatario, fiel a la costumbre del tabasqueño.

Este sábado escuchamos, durante una primera parte de discurso, una crítica severa a los anteriores sistemas, gobiernos y hasta a los propios antecesores. Así, AMLO mencionó al neoliberalismo que “hizo a los ricos más ricos y a los pobres más pobres, tanto que estos últimos tuvieron que dedicarse a la informalidad”, es de todos sabido que el protagonista de esta parte de la historia de nuestra nación es Carlos Salinas de Gortari. ¿Por qué no lo mencionó?

Después se lanzó con cifras porcentuales que indicaban un alto crecimiento en materia de inseguridad y corrupción durante la etapa en la que estuvo a cargo de México el guanajuatense Vicente Fox. Como es conocida la antipatía que se tienen mutuamente ambos individuos, el ahora Presidente de los Estados Unidos Mexicanos no tuvo empacho en dar nombre y apellido.

Lo mismo ocurrió con Felipe Calderón. López Obrador, en su análisis histórico, mencionó al fenómeno delictivo de alto impacto que fue la macabra característica del segundo periodo panista y, al igual que con el otro blanquiazul, el tabasqueño también lo trajo a colación de forma directa y sin tapujos.

Tocó, entonces, mencionar a lo que el pueblo de México, tenía más fresco. El periodo de Enrique Peña Nieto, a quien noté a disgusto, oscuro, tratando de ser parco, pero en ocasiones un gesto de incomodidad denotado en sus cejas y manos, lo traicionaba. Tal vez, pensó que sería puesto en evidencia por quien, en ese momento, se estaba llevando la atención de simpatizantes y contrarios a nivel internacional.

Tal vez, AMLO, consideró que no era necesario mencionar el nombre de quien recién había concluido su etapa, así que limitó a declarar aquello que él consideraba como errores. Empezó con la reforma energética, siguió con la inseguridad, arremetió contra la reforma educativa y la hacendaria. Como dirían las abuelitas “no dejó títere con cabeza”.

Después de esos renglones, escuchamos al Andrés de las campañas y como si se tratara de un mitin político, habló de sus promesas y de lo que se vivirá en su mandato. Desmintió a aquellos que aseguraron que se eternizaría en el poder y refrendó las promesas que le conocimos durante tantos años, con las frases domingueras que también acuñó a lo largo de su campaña como “barrer la corrupción igual que las escaleras, de arriba para abajo”.

A este servidor le llamaron la atención tres cosas fundamentalmente.

La primera de ellas fue el joven en bicicleta que se acercó durante el trayecto de la casa presidencial a San Lázaro y que, minutos después, fue el objeto de una parte de su discurso. Ojalá y haya sido un hecho genuino y lo digo así porque me pregunté, ¿De dónde salió? Si se supone que todas las calles por las que va a pasar el contingente fueron bloqueadas al libre tránsito para evitar “los cuellos de botella” que retrasen una ceremonia transmitida por todos los medios de comunicación y ¿Cómo es posible que la guardia presidencial permita que un desconocido “de buenas a primeras” rompa la formación de la escolta que guarda al presidente electo de una nación?

La segunda que considero un verdadero acierto, fue usar a los cadetes de los colegios heroico militar, del aire y naval. Darles un lugar en la máxima ceremonia de investidura del comandante supremo de las fuerzas armadas era un detalle que desde hace mucho merecían los hombres y mujeres que se forman en esos institutos de educación castrense cuya lealtad está a toda prueba.

Y en tercer sitio, la negativa rotunda a una reelección y sí a la revocación del mandato en 3 años y hacer énfasis que dicho procedimiento iniciará en dos años y medio. Por lo que, expuso ante el pleno, que sus promesas se empezarán a observar como realidades en un plazo no menor a los dos años. Ello me hizo exclamar ¡Qué compromiso, qué compromiso!

La nota curiosa se la llevó el coincidente retraso de Nicolás Maduro, que únicamente se presentó a la cena posterior a la ceremonia y el “coscorrón” que les dio AMLO a los panistas cuando los miembros de la bancada mostraron las cartulinas en las que exigían la disminución del precio de la gasolina.

Los mexicanos estamos ansiosos de resultados, los detractores están esperando equívocos, los críticos queremos exigir realidades y, todos por igual, estamos al pendiente del sexenio que, estoy seguro, será el más observado de la historia contemporánea de nuestra nación.

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

licajimenezmcc@hotmail.com