/ lunes 28 de mayo de 2018

Que importe lo importante

La escala de prioridades que pueda tener un ser humano es única, individual e irrepetible como el hombre mismo...

El sentido común y la sociedad a la que pertenecemos nos ha permitido desarrollar la capacidad de hacer réplicas que nos hacen coincidentes para coexistir, respetar y convivir, comprendiendo al conciudadano, poniéndonos en su respectivo lugar, siempre con sumo respeto a sus creencias y valores.

Es así como se generan el espíritu social y la identidad comunitaria y se fundamenta el imaginario colectivo, factor que nos marca direcciones y nos permite ir tras aquello que consideramos justo, correcto, adecuado y benéfico. Según, por supuesto, el orden de importancia que le hayamos otorgado.

De esta manera, el género humano satisfará sus necesidades fisiológicas o primarias como el hambre, la sed, el sueño, el desahogo de fluidos y la reproducción. Posteriormente, enfocará sus esfuerzos en cuestiones de seguridad como el trabajo estable, el ingreso económico, la salud, la vestimenta y el lugar específico en el que pueda guarecerse de las inclemencias del tiempo.

Pasado este punto, se les dará lugar a detalles sociales y de comunión, esos que le permiten a un individuo generar una identidad propia a través del involucramiento con otros seres humanos. Es así como se adoptan roles sociales y se asignan funciones, derechos, obligaciones, privilegios y responsabilidades, fortaleciendo los lazos de unión hasta generar, a partir de ellos, circunstancias de afectividad.

Y gracias a eso último, se podrán identificar las necesidades de estima y autorrealización y, por ende, los satisfactores que, una vez provistos, le devolverán a nuestro protagonista el equilibrio general que conocemos como bienestar.

Pero, seguramente, querido amigo lector, usted, así como yo, conoce a personas que deciden cambiar este orden de su escala de prioridades y prefieren ocupar su dinero en adquirir el celular que está de moda y que les brinda estatus, aunque eso implique el dejar de comprar el alimento de toda una quincena, o que consideran más importante el pagar la mensualidad del club social al que pertenecen que procurar las medicinas que tanto requieren para preservar su salud.

Pues eso mismo pasa en todos los entornos y bajo cualquier circunstancia.

Este fin de semana salí a caminar por las calles del centro de Tampico para observar a las familias que concurren en los espectáculos públicos de la zona peatonal y no pude evitar el detenerme en un punto en el que un par de mujeres de mediana edad, tez morena requemada y carnosidades abundantes y generosas, charlaban en torno a lo desarrollado durante el lapso que concluía.

“¿Viste la semana pasada el debate?”, preguntó la primera a su interlocutora mientras que con un brazo cargaba a una criatura y en su mano sostenía un vaso de trolelote y con la otra se llevaba una cucharada de dicha botana a la boca.

“No”, contestó la segunda que se acomodaba las gafas oscuras a manera de diadema y después de secarse el sudor que le escurría por un costado, enfatizó: “¡Yo preferí ver el nuevo capítulo de la serie de Luis Miguel!”, para rematar, dijo: “¡A mí eso de la política ni me gusta, ni me viene ni me va!” y para que no quedara dudas, concluyó: “¡Ni que yo fuera a vivir en la Casa Blanca!”

Ese grupo de frases me llenaron de preocupación y me hicieron pensar en lo grave que se encuentra la escala de prioridades del mexicano común, pues a pesar de los debates políticos, el derroche de recursos para publicidad en campañas de cada uno de los candidatos y coaliciones, la bombardeante información que llega través de las redes virtuales y el divisionismo que existe entre los sectores de nuestra, de por sí, ya convulsa sociedad, sigue apareciendo la figura del mexicano que le vale poco o nada lo que ocurra con nuestro país.

Todo eso me hace suponer que tendremos cuatro grandes grupos ciudadanos. Los primeros que ya decidieron su voto, ya sea por simpatía, convencimiento y hasta por “alinearse” con un partido. Otros, que tienen la franca intención de votar y están dispuestos a madurar su decisión hasta el último de los instantes. Unos más, que serán convencidos por “amigos” que los llevarán “de la mano” ese domingo hasta las urnas y les brindarán una “amable orientación” a decidir por tal o cual candidato, cosa que ya representa un riesgo y, por último, el sector más peligroso para el devenir de nuestra nación, que representan al pseudoelector que ese día dirá: “¿Y para qué voy?, ¡Ya está todo decidido!”

Es sumamente importante, gentil lector, que hagamos conciencia y que reconozcamos que estamos en un momento histórico para México y es nuestra obligación tomar parte de él a través del voto y, sin duda, estar al pendiente de la información al respecto, es más importante que la biografía televisada de Luis Miguel, Juan Gabriel, Lola “La trailera” o el mismísimo “Tun -tun”.

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día

licajimenezmcc@hotmail.com

La escala de prioridades que pueda tener un ser humano es única, individual e irrepetible como el hombre mismo...

El sentido común y la sociedad a la que pertenecemos nos ha permitido desarrollar la capacidad de hacer réplicas que nos hacen coincidentes para coexistir, respetar y convivir, comprendiendo al conciudadano, poniéndonos en su respectivo lugar, siempre con sumo respeto a sus creencias y valores.

Es así como se generan el espíritu social y la identidad comunitaria y se fundamenta el imaginario colectivo, factor que nos marca direcciones y nos permite ir tras aquello que consideramos justo, correcto, adecuado y benéfico. Según, por supuesto, el orden de importancia que le hayamos otorgado.

De esta manera, el género humano satisfará sus necesidades fisiológicas o primarias como el hambre, la sed, el sueño, el desahogo de fluidos y la reproducción. Posteriormente, enfocará sus esfuerzos en cuestiones de seguridad como el trabajo estable, el ingreso económico, la salud, la vestimenta y el lugar específico en el que pueda guarecerse de las inclemencias del tiempo.

Pasado este punto, se les dará lugar a detalles sociales y de comunión, esos que le permiten a un individuo generar una identidad propia a través del involucramiento con otros seres humanos. Es así como se adoptan roles sociales y se asignan funciones, derechos, obligaciones, privilegios y responsabilidades, fortaleciendo los lazos de unión hasta generar, a partir de ellos, circunstancias de afectividad.

Y gracias a eso último, se podrán identificar las necesidades de estima y autorrealización y, por ende, los satisfactores que, una vez provistos, le devolverán a nuestro protagonista el equilibrio general que conocemos como bienestar.

Pero, seguramente, querido amigo lector, usted, así como yo, conoce a personas que deciden cambiar este orden de su escala de prioridades y prefieren ocupar su dinero en adquirir el celular que está de moda y que les brinda estatus, aunque eso implique el dejar de comprar el alimento de toda una quincena, o que consideran más importante el pagar la mensualidad del club social al que pertenecen que procurar las medicinas que tanto requieren para preservar su salud.

Pues eso mismo pasa en todos los entornos y bajo cualquier circunstancia.

Este fin de semana salí a caminar por las calles del centro de Tampico para observar a las familias que concurren en los espectáculos públicos de la zona peatonal y no pude evitar el detenerme en un punto en el que un par de mujeres de mediana edad, tez morena requemada y carnosidades abundantes y generosas, charlaban en torno a lo desarrollado durante el lapso que concluía.

“¿Viste la semana pasada el debate?”, preguntó la primera a su interlocutora mientras que con un brazo cargaba a una criatura y en su mano sostenía un vaso de trolelote y con la otra se llevaba una cucharada de dicha botana a la boca.

“No”, contestó la segunda que se acomodaba las gafas oscuras a manera de diadema y después de secarse el sudor que le escurría por un costado, enfatizó: “¡Yo preferí ver el nuevo capítulo de la serie de Luis Miguel!”, para rematar, dijo: “¡A mí eso de la política ni me gusta, ni me viene ni me va!” y para que no quedara dudas, concluyó: “¡Ni que yo fuera a vivir en la Casa Blanca!”

Ese grupo de frases me llenaron de preocupación y me hicieron pensar en lo grave que se encuentra la escala de prioridades del mexicano común, pues a pesar de los debates políticos, el derroche de recursos para publicidad en campañas de cada uno de los candidatos y coaliciones, la bombardeante información que llega través de las redes virtuales y el divisionismo que existe entre los sectores de nuestra, de por sí, ya convulsa sociedad, sigue apareciendo la figura del mexicano que le vale poco o nada lo que ocurra con nuestro país.

Todo eso me hace suponer que tendremos cuatro grandes grupos ciudadanos. Los primeros que ya decidieron su voto, ya sea por simpatía, convencimiento y hasta por “alinearse” con un partido. Otros, que tienen la franca intención de votar y están dispuestos a madurar su decisión hasta el último de los instantes. Unos más, que serán convencidos por “amigos” que los llevarán “de la mano” ese domingo hasta las urnas y les brindarán una “amable orientación” a decidir por tal o cual candidato, cosa que ya representa un riesgo y, por último, el sector más peligroso para el devenir de nuestra nación, que representan al pseudoelector que ese día dirá: “¿Y para qué voy?, ¡Ya está todo decidido!”

Es sumamente importante, gentil lector, que hagamos conciencia y que reconozcamos que estamos en un momento histórico para México y es nuestra obligación tomar parte de él a través del voto y, sin duda, estar al pendiente de la información al respecto, es más importante que la biografía televisada de Luis Miguel, Juan Gabriel, Lola “La trailera” o el mismísimo “Tun -tun”.

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día

licajimenezmcc@hotmail.com