/ viernes 6 de abril de 2018

¿Qué nos pasa?

Sin afán alguno de vincular la columna de este día con aquel viejo programa de televisión de mediados de los años 80, y por cuyo éxito volvió a la pantalla mexicana en el inicio de este nuevo siglo repitiendo la misma fórmula de crítica social que lo llevó a la cúspide y que era protagonizado y producido por el genial Héctor Suárez, hoy me veo obligado a lanzar la exclamación interrogante que sirvió de título para esa emisión nocturna de carácter unitario, “¿Qué nos pasa?”

Si el medio lo permitiese y si usted y yo estuviéramos charlando con la discreción debida, ese cuestionamiento estaría adornado por mexicanismos que denotaran la inconformidad y molestia propias de estar siendo testigos no sólo de actos de incongruencia, sino de aberraciones increíbles a la conducta que nos dicta la naturaleza, la moral y las buenas costumbres que, se supone, debemos tener como “seres evolucionados, pensantes y superiores” a los demás que pueblan este planeta.

Y sí. Lo he escrito entrecomillado porque en estos momentos considero que, como sociedad, nos queda muy por encima esos motes, remoquetes y adjetivos calificativos que ocupé en las últimas dos líneas del párrafo anterior y, por el momento, considero que nos quedan más acorde los apelativos de “inhumanos, retrógradas, bestiales”, y otros arquetipos que trataran de explicar lo bajo de la llamada “condición humana”.

Como lo pergeñé más arriba, si se pudiera, también ocuparía otro tipo de calificativos de peyorativa construcción y despectiva finalidad para poder identificar a aquellos que se han atrevido a arrebatar vidas, profanar la inocencia y a abusar de su condición adulta por sobre la de una criatura indefensa.

Perdone usted, querido lector, si en los primeros constructos de este día, manifiesto generalidad alguna, pero me he asqueado de observar tanta podredumbre que empieza a emerger por entre las costuras de nuestra comunidad. Estoy impresionado de qué tan bajo podemos caer los humanos. Primero, y como ya es de todos nosotros sabido, el caso de una madre a la que no solo le quitaron la vida, sino que, de sus entrañas y en carne viva, le fue robado lo que sería el más grande motivo de ser y de luchar. Hoy, ambos, descansan ante la paz que el Ser Supremo puede otorgar, como siempre digo, sin importar cuál sea la concepción que usted tenga de la divinidad, hoy están acogidos a su misericordia. A la pareja de responsables de esta carnicería ya se le sigue un proceso penal y está en espera de que se dicte la condena y, según se ha ventilado, todo parece indicar que uno de ellos podría alcanzar la libertad por una participación indirecta de este crimen que bien puede considerarse como un doble homicidio.

¿Cómo se puede tener tanta sangre fría? Y la noche del miércoles una nueva situación sacude las redes sociales de nuestra zona conurbada.

Una mujer, según indican fuentes oficiales, después de una discusión con su pareja, decide abandonar a un menor de tan solo tres meses en un local tipo casino que se encuentra en el centro de Tampico. En las imágenes se puede apreciar cómo la “madre” coloca un portabebé en el marco del establecimiento para después abordar un vehículo de placas veracruzanas y partir con rumbo desconocido.

Nuevamente pregunto: ¿Cómo se puede tener tanta sangre fría? Lamentablemente estos detalles no son exclusivos de nuestra región, sino que están aconteciendo en todo el mundo.

Esta insensibilidad está apareciendo como un fenómeno conductual en las nuevas generaciones ya que, en el común denominador de los casos, la edad está siendo un factor símil. En Alvarado, ciudad del vecino estado de Veracruz, ocurrió algo similar y en Nacajuca, municipio tabasqueño, tuvo lugar un evento parecido.

¿Qué clase de información han aprovechado los jóvenes de las redes sociales? ¿Cómo se puede considerar que un ser humano es un objeto desechable que se puede aniquilar, tirar, arrebatar o desaparecer? Con absoluta honestidad le ofrezco la más sincera de mis disculpas por generalizar a nuestra sociedad, lamento reiterar mi postura y le suplico me comprenda; simplemente no se puede estar viviendo en una sociedad así, ¡debemos poner manos a la obra para empezar a sanearla! Tanto las familias, los gobiernos, la academia, las iglesias, los medios de comunicación y todas aquellas entidades que pueden intervenir para restablecer el esquema de valores que debemos tener hombres y mujeres deben asumir la responsabilidad que les toca e implementar acciones inmediatas para rescatar este mundo en el que coexistimos y, mientras más pronto, mejor. ¡Hasta la próxima!

Sin afán alguno de vincular la columna de este día con aquel viejo programa de televisión de mediados de los años 80, y por cuyo éxito volvió a la pantalla mexicana en el inicio de este nuevo siglo repitiendo la misma fórmula de crítica social que lo llevó a la cúspide y que era protagonizado y producido por el genial Héctor Suárez, hoy me veo obligado a lanzar la exclamación interrogante que sirvió de título para esa emisión nocturna de carácter unitario, “¿Qué nos pasa?”

Si el medio lo permitiese y si usted y yo estuviéramos charlando con la discreción debida, ese cuestionamiento estaría adornado por mexicanismos que denotaran la inconformidad y molestia propias de estar siendo testigos no sólo de actos de incongruencia, sino de aberraciones increíbles a la conducta que nos dicta la naturaleza, la moral y las buenas costumbres que, se supone, debemos tener como “seres evolucionados, pensantes y superiores” a los demás que pueblan este planeta.

Y sí. Lo he escrito entrecomillado porque en estos momentos considero que, como sociedad, nos queda muy por encima esos motes, remoquetes y adjetivos calificativos que ocupé en las últimas dos líneas del párrafo anterior y, por el momento, considero que nos quedan más acorde los apelativos de “inhumanos, retrógradas, bestiales”, y otros arquetipos que trataran de explicar lo bajo de la llamada “condición humana”.

Como lo pergeñé más arriba, si se pudiera, también ocuparía otro tipo de calificativos de peyorativa construcción y despectiva finalidad para poder identificar a aquellos que se han atrevido a arrebatar vidas, profanar la inocencia y a abusar de su condición adulta por sobre la de una criatura indefensa.

Perdone usted, querido lector, si en los primeros constructos de este día, manifiesto generalidad alguna, pero me he asqueado de observar tanta podredumbre que empieza a emerger por entre las costuras de nuestra comunidad. Estoy impresionado de qué tan bajo podemos caer los humanos. Primero, y como ya es de todos nosotros sabido, el caso de una madre a la que no solo le quitaron la vida, sino que, de sus entrañas y en carne viva, le fue robado lo que sería el más grande motivo de ser y de luchar. Hoy, ambos, descansan ante la paz que el Ser Supremo puede otorgar, como siempre digo, sin importar cuál sea la concepción que usted tenga de la divinidad, hoy están acogidos a su misericordia. A la pareja de responsables de esta carnicería ya se le sigue un proceso penal y está en espera de que se dicte la condena y, según se ha ventilado, todo parece indicar que uno de ellos podría alcanzar la libertad por una participación indirecta de este crimen que bien puede considerarse como un doble homicidio.

¿Cómo se puede tener tanta sangre fría? Y la noche del miércoles una nueva situación sacude las redes sociales de nuestra zona conurbada.

Una mujer, según indican fuentes oficiales, después de una discusión con su pareja, decide abandonar a un menor de tan solo tres meses en un local tipo casino que se encuentra en el centro de Tampico. En las imágenes se puede apreciar cómo la “madre” coloca un portabebé en el marco del establecimiento para después abordar un vehículo de placas veracruzanas y partir con rumbo desconocido.

Nuevamente pregunto: ¿Cómo se puede tener tanta sangre fría? Lamentablemente estos detalles no son exclusivos de nuestra región, sino que están aconteciendo en todo el mundo.

Esta insensibilidad está apareciendo como un fenómeno conductual en las nuevas generaciones ya que, en el común denominador de los casos, la edad está siendo un factor símil. En Alvarado, ciudad del vecino estado de Veracruz, ocurrió algo similar y en Nacajuca, municipio tabasqueño, tuvo lugar un evento parecido.

¿Qué clase de información han aprovechado los jóvenes de las redes sociales? ¿Cómo se puede considerar que un ser humano es un objeto desechable que se puede aniquilar, tirar, arrebatar o desaparecer? Con absoluta honestidad le ofrezco la más sincera de mis disculpas por generalizar a nuestra sociedad, lamento reiterar mi postura y le suplico me comprenda; simplemente no se puede estar viviendo en una sociedad así, ¡debemos poner manos a la obra para empezar a sanearla! Tanto las familias, los gobiernos, la academia, las iglesias, los medios de comunicación y todas aquellas entidades que pueden intervenir para restablecer el esquema de valores que debemos tener hombres y mujeres deben asumir la responsabilidad que les toca e implementar acciones inmediatas para rescatar este mundo en el que coexistimos y, mientras más pronto, mejor. ¡Hasta la próxima!