/ jueves 7 de febrero de 2019

Recordando a Susan

Cuando se hizo público el fallecimiento de la inconmensurable Susan Sontag inmediatamente se me vino a la mente la idea que con la desaparición de esta intelectual norteamericana ya no existiría una pluma inteligente y desmesurada para oponerse al imperialismo depredador de Estados Unidos.

Susan Sontag fue una intelectual fuera de serie, en cuanto a que se definía como antinorteamericana; y ademas agregaba, cuando hablaba ante auditorios europeos y latinoamericanos que sentía vergüenza de ser norteamericana: Por la brutal forma en que Estados Unidos trataba a la humanidad entera. Era célebre Susan Sontag por sus múltiples intereses: Estudiaba ballet y fotografía; era una activista apasionada en favor de los derechos humanos, divulgadora de autores como Elias Canetti, que recomendaba a los jóvenes universitarios estadounidenses para que tuvieran una pespectiva diferente al proyecto imperialista de su país.

Susan Sontag también fue una apasionada del cine y del teatro, en Estados Unidos dirigió “Esperando a Godot” de Samuel Beckett. Pero su trabajo en el teatro no tenía comparación con sus ensayos donde planteaba nítidamente la conducta explotadora del sistema norteamericano.

Sus ideas frecuentemente estaban en contra de las corrientes en boga, era consecuencia de su activísmo político en defensa de los derechos humanos, que divulgaba con su asidua presencia en todas las ciudades del mundo en que había problemas políticos. Nunca se cansaba de desafiar el pensamiento convencional, este placer por el desafío le venía desde siempre, por eso, en París la definieron como una “máquina para opinar”.

Nunca estuvo de acuerdo con la reelección de George Bush, sentía un desprecio incurable por este político alcohólico que en mala hora gobierna a Estados Unidos. Ella y el cineasta Michael Moore denunciaron en todo el mundo la forma irregular en que George Bush ganara las elecciones en 2001, donde con una minoría del voto popular y un fallo sospechoso de la Corte Suprema se convirtió en presidente de los Estados Unidos.

Quizá el hecho de que George Bush haya ganado y tomado posesión el 20 de enero de ese año por segunda ocasión la presidencia de los Estados Unidos afectó más la salud de Susan Sontag, que la hizo partir hacia Roma en donde tenía los mejores afectos que le podían sacar de la brutal depresión que le originó el que la sociedad norteamericana hubiera elegido con una inédita mayoría de casi 59 millones del voto popular al presidente George Bush. Obteniendo con este triunfo la disipación de cualquier sombra que aún pesara sobre la legitimidad de George Bush.

Afortunadamente a la muerte de Susan Sontag surgió inmediatamente otra pluma vigorosa y conocida universalmente por su desenfadada forma de analizar e ironizar el sistema norteamericano, Norman Mailer. Este escritor que se hizo célebre por su postura contra la guerra de Viet-nam en los finales de los 60 llenó el espacio que Susan Sontag dejó, para hacerle frente con su pluma al imperio norteamericano. Son las letras las que pueden detener la neurosis de poder que padece Estados Unidos.

El futuro del mundo y en especial América Latina está sujeta a una hipótesis de terror que nos debe de abrir el intelecto al pensamiento, a la comparación, a la duda y a la verdad. Porque es inevitable que el capitalismo estadounidense sobreviva y que con este hecho nuestro futuro esté amenazado y en peligro. Sin embargo Norman Mailer asegura que esta lucha que tenemos los débiles contra el poderoso finalmente la ganaremos los que somos mayoría. Así de inmenso plantea Norman Mailer la posibilidad de que Estados Unidos caiga víctima de sus propios impulsos de un Armagedón moderno.

América Latina y México deben de hacer lo que haga falta para que se consolide en nuestro continente la democracia, pero con la exacta convicción de que la democracia no es el antibiótico con el que se curará la maldad y la explotación que nos hace el Tío Sam.

Hacer lo que nos hace falta, es también pensar que en este momento de confusión que vive la humanidad es mucho mejor comportarse con dignidad ante el poderoso, que rendirse sin presentar batalla.

Cuando se hizo público el fallecimiento de la inconmensurable Susan Sontag inmediatamente se me vino a la mente la idea que con la desaparición de esta intelectual norteamericana ya no existiría una pluma inteligente y desmesurada para oponerse al imperialismo depredador de Estados Unidos.

Susan Sontag fue una intelectual fuera de serie, en cuanto a que se definía como antinorteamericana; y ademas agregaba, cuando hablaba ante auditorios europeos y latinoamericanos que sentía vergüenza de ser norteamericana: Por la brutal forma en que Estados Unidos trataba a la humanidad entera. Era célebre Susan Sontag por sus múltiples intereses: Estudiaba ballet y fotografía; era una activista apasionada en favor de los derechos humanos, divulgadora de autores como Elias Canetti, que recomendaba a los jóvenes universitarios estadounidenses para que tuvieran una pespectiva diferente al proyecto imperialista de su país.

Susan Sontag también fue una apasionada del cine y del teatro, en Estados Unidos dirigió “Esperando a Godot” de Samuel Beckett. Pero su trabajo en el teatro no tenía comparación con sus ensayos donde planteaba nítidamente la conducta explotadora del sistema norteamericano.

Sus ideas frecuentemente estaban en contra de las corrientes en boga, era consecuencia de su activísmo político en defensa de los derechos humanos, que divulgaba con su asidua presencia en todas las ciudades del mundo en que había problemas políticos. Nunca se cansaba de desafiar el pensamiento convencional, este placer por el desafío le venía desde siempre, por eso, en París la definieron como una “máquina para opinar”.

Nunca estuvo de acuerdo con la reelección de George Bush, sentía un desprecio incurable por este político alcohólico que en mala hora gobierna a Estados Unidos. Ella y el cineasta Michael Moore denunciaron en todo el mundo la forma irregular en que George Bush ganara las elecciones en 2001, donde con una minoría del voto popular y un fallo sospechoso de la Corte Suprema se convirtió en presidente de los Estados Unidos.

Quizá el hecho de que George Bush haya ganado y tomado posesión el 20 de enero de ese año por segunda ocasión la presidencia de los Estados Unidos afectó más la salud de Susan Sontag, que la hizo partir hacia Roma en donde tenía los mejores afectos que le podían sacar de la brutal depresión que le originó el que la sociedad norteamericana hubiera elegido con una inédita mayoría de casi 59 millones del voto popular al presidente George Bush. Obteniendo con este triunfo la disipación de cualquier sombra que aún pesara sobre la legitimidad de George Bush.

Afortunadamente a la muerte de Susan Sontag surgió inmediatamente otra pluma vigorosa y conocida universalmente por su desenfadada forma de analizar e ironizar el sistema norteamericano, Norman Mailer. Este escritor que se hizo célebre por su postura contra la guerra de Viet-nam en los finales de los 60 llenó el espacio que Susan Sontag dejó, para hacerle frente con su pluma al imperio norteamericano. Son las letras las que pueden detener la neurosis de poder que padece Estados Unidos.

El futuro del mundo y en especial América Latina está sujeta a una hipótesis de terror que nos debe de abrir el intelecto al pensamiento, a la comparación, a la duda y a la verdad. Porque es inevitable que el capitalismo estadounidense sobreviva y que con este hecho nuestro futuro esté amenazado y en peligro. Sin embargo Norman Mailer asegura que esta lucha que tenemos los débiles contra el poderoso finalmente la ganaremos los que somos mayoría. Así de inmenso plantea Norman Mailer la posibilidad de que Estados Unidos caiga víctima de sus propios impulsos de un Armagedón moderno.

América Latina y México deben de hacer lo que haga falta para que se consolide en nuestro continente la democracia, pero con la exacta convicción de que la democracia no es el antibiótico con el que se curará la maldad y la explotación que nos hace el Tío Sam.

Hacer lo que nos hace falta, es también pensar que en este momento de confusión que vive la humanidad es mucho mejor comportarse con dignidad ante el poderoso, que rendirse sin presentar batalla.