/ domingo 8 de noviembre de 2020

Redes sociales

En Introducción a la Historia, Marc Bloch señala que esta tiene por objeto “los actos humanos”, no obstante hemos de notar que no todos los actos humanos son de la misma especie, existen los llamados “acontecimientos” y los “hechos históricos“.

De los acontecimientos se dice que son “aquello que no permanece, que ocurre a cada instante en el espacio y en el tiempo. No necesariamente se encuentra ligado a la existencia humana en el sentido que muchas cosas suceden sin la menor intervención de los hombres. Por ejemplo la lluvia, un eclipse, un terremoto, un maremoto y otros fenómenos denominados naturales”.

Por su parte Luis González y González en El Oficio de Historiar, menciona que los hechos históricos son “solo los denominados memorables en la jerga del gremio: las acciones representativas o típicos de una etapa y sociedad los que hicieron época y son fecundos en resultados”.

Los acontecimientos son en sí, accidentes, eventos fortuitos que, pueden o no suceder, carecen de impacto en el flujo de la historia, son superfluos; los hechos históricos, por el contrario, son relevantes y tienen el potencial de hacer época.

Vale la pena tener presente todo esto, porque con la llegada de las redes sociales, en particular de Facebook, se han difuminado las fronteras entre “acontecimiento” y “hecho histórico”, por su timeline desfilan sin distinción compartiendo el mismo grado de importancia, desde la captura de una taza de café (acontecimiento) hasta una declaración de guerra entre naciones (hechos históricos).

La posibilidad de contemporizar acontecimientos rutinarios con hechos extraordinarios produce la trivialización de la historia, dejando con ello, incomprendidas circunstancias realmente importantes, que tienen el potencial de modelar el comportamiento social y de las que, en el mejor de los casos, sólo se ofrecen explicaciones simples y vagas.

La estructura plana de los dispositivos electrónicos por medio de los cuales hacemos uso de las redes sociales resulta ser la metáfora perfecta de la topografía de nuestra conciencia, por la cual obtenemos una comprensión plana de los hechos, empobrecida de significado.

Además de la confusión entre lo superfluo y lo sustancial, las redes sociales favorecen la pereza intelectual, la facilidad de expresar cualquier tipo de opinión sobre temas trascendentales, deja de ser un rasgo positivo de la democratización de los medios de comunicación, cuando ello se transforma, en lo que Isaac Asimov llamó “antiintelectualismo”, consistente en la falsa noción de que “la democracia significa que mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento”.

Se podría decir que lo anterior es también otro efecto de esa banalización, de todo lo que nos rodea.

De estos fenómenos no son responsables las redes sociales per se, sino solo, en cuanto potencian una inclinación por la frivolidad y exhiben la ausencia de perspectiva ya presentes en una sociedad dominada por la imagen.

En su origen, las redes sociales fueron creadas como esparcimiento, no para tomárselas muy en serio y está bien que así sea, la problemática radica en distinguir lo virtual de lo real, en asignar valores a los acontecimientos y a los hechos, en no mezclar lo relevante con lo intrascendente, en no tomar este por aquel y en identificar nuestro auténtico lugar.

Regeneración.


En Introducción a la Historia, Marc Bloch señala que esta tiene por objeto “los actos humanos”, no obstante hemos de notar que no todos los actos humanos son de la misma especie, existen los llamados “acontecimientos” y los “hechos históricos“.

De los acontecimientos se dice que son “aquello que no permanece, que ocurre a cada instante en el espacio y en el tiempo. No necesariamente se encuentra ligado a la existencia humana en el sentido que muchas cosas suceden sin la menor intervención de los hombres. Por ejemplo la lluvia, un eclipse, un terremoto, un maremoto y otros fenómenos denominados naturales”.

Por su parte Luis González y González en El Oficio de Historiar, menciona que los hechos históricos son “solo los denominados memorables en la jerga del gremio: las acciones representativas o típicos de una etapa y sociedad los que hicieron época y son fecundos en resultados”.

Los acontecimientos son en sí, accidentes, eventos fortuitos que, pueden o no suceder, carecen de impacto en el flujo de la historia, son superfluos; los hechos históricos, por el contrario, son relevantes y tienen el potencial de hacer época.

Vale la pena tener presente todo esto, porque con la llegada de las redes sociales, en particular de Facebook, se han difuminado las fronteras entre “acontecimiento” y “hecho histórico”, por su timeline desfilan sin distinción compartiendo el mismo grado de importancia, desde la captura de una taza de café (acontecimiento) hasta una declaración de guerra entre naciones (hechos históricos).

La posibilidad de contemporizar acontecimientos rutinarios con hechos extraordinarios produce la trivialización de la historia, dejando con ello, incomprendidas circunstancias realmente importantes, que tienen el potencial de modelar el comportamiento social y de las que, en el mejor de los casos, sólo se ofrecen explicaciones simples y vagas.

La estructura plana de los dispositivos electrónicos por medio de los cuales hacemos uso de las redes sociales resulta ser la metáfora perfecta de la topografía de nuestra conciencia, por la cual obtenemos una comprensión plana de los hechos, empobrecida de significado.

Además de la confusión entre lo superfluo y lo sustancial, las redes sociales favorecen la pereza intelectual, la facilidad de expresar cualquier tipo de opinión sobre temas trascendentales, deja de ser un rasgo positivo de la democratización de los medios de comunicación, cuando ello se transforma, en lo que Isaac Asimov llamó “antiintelectualismo”, consistente en la falsa noción de que “la democracia significa que mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento”.

Se podría decir que lo anterior es también otro efecto de esa banalización, de todo lo que nos rodea.

De estos fenómenos no son responsables las redes sociales per se, sino solo, en cuanto potencian una inclinación por la frivolidad y exhiben la ausencia de perspectiva ya presentes en una sociedad dominada por la imagen.

En su origen, las redes sociales fueron creadas como esparcimiento, no para tomárselas muy en serio y está bien que así sea, la problemática radica en distinguir lo virtual de lo real, en asignar valores a los acontecimientos y a los hechos, en no mezclar lo relevante con lo intrascendente, en no tomar este por aquel y en identificar nuestro auténtico lugar.

Regeneración.