/ domingo 25 de julio de 2021

Reflejos

Un amigo mío publicó hace poco tiempo una interesante reflexión acerca de la posibilidad de conocer, a través de un sencillo análisis socio-psicológico, el nivel de cultura que tiene un país, con la simple observación del tipo de narrativas o actitudes que se eligen y privilegian por los habitantes de ese pueblo, ya sean artísticas, históricas, científicas o de convivencia social. Y la ilustró con algunos ejemplos de nuestra vida cotidiana.

¿Cómo es posible -se preguntó- que por contenidos televisivos muchas personas conozcan y sepan los nombres de los Simpson y en qué ciudad viven, y en cambio no sepan, ni les interese saber, dónde está el poblado de Aguililla, o la tierra caliente de Michoacán?; que la serie Las Kardashian haya cumplido 20 temporadas en la pantalla y tal vez continúe, pero la serie Cosmos, dirigida por el ilustre astrónomo y brillante físico estadounidense Carl Sagan, que presenta interesantes temas sobre el universo, su origen y el lugar del hombre en él, pudo apenas completar 2?

En realidad, no es tan difícil de explicar y entender este tipo de preferencias que los seres humanos podemos tener. Porque es una peculiaridad de los individuos y las comunidades que integran, reflejar, consciente o inconscientemente, los valores y cosmovisiones que eligen como suyos y son los que les hacen trascender en la vida. Y constituyen, finalmente, esa sabiduría ancestral acumulada por siglos, que llamamos cultura.

Pero es también que, por ese proceso de culturización, ya sea propio, apropiado o impuesto, como dicen los sociólogos, los seres humanos pueden convertir sus propios reflejos en brillantes caleidoscopios, cuyos destellos puedan por igual dar luz al camino de la humanidad o, convertidos en sombras ominosas, hacer que el hombre retroceda en su progreso civilizatorio, como sucedió con el oscurantismo medieval y su atraso cultural, en tanto que el esplendor luminoso del Renacimiento y la Ilustración le hicieron avanzar hacia la modernidad.

Es por eso que, entre progresiones y regresiones, en medio de la veces doloroso abandono de paradigmas caducos y la apertura a los nuevos, el hombre es capaz de ir construyendo sus propios modelos de civilización, no solo en lo material como cuando pasamos de la hoguera al láser y de los palafitos a las grandes mansiones, sino también en lo espiritual y social como fue el logro de la transición del lenguaje a la escritura y de la ley de la fuerza a la razón del consenso y la democracia, buscando en todo reflejar, en un camino a veces positivo, otras no tanto, el destino común de una humanidad que solo se detiene hasta que un cambio de paradigma le obliga a hacerlo… pero solo para seguir adelante en su caminar.

La historia nos ha dado y nos sigue dando claros ejemplos con ello, con esos magníficos claroscuros con que los seres humanos edificamos, con los reflejos dulces y amargos que su imperfección le permite, los irisados sueños de su destino y su lugar en él, “como esa valiente especie humana que ha alcanzado cierto nivel de comprensión y raciocinio”, como dice Sagan.

Así nos hemos hecho conscientes de lo que líderes religiosos como el Rabí de Nazaret y otros más, nos dejaron con el legado maravilloso de su doctrina y su increíble testimonio de vida, al señalarnos los caminos que nos conducen al Dios que es finalmente El de todos. Pero también conocemos, por otra parte, de líderes religiosos que han hecho todo lo contrario, pero aun de esos reflejos torcidos hemos aprendido. De la misma forma sabemos lo que la educación ha hecho por siglos a las generaciones, muchas veces de manera lamentable como sucedió en la época medieval, y más adelante con su magnífico “atrévete a saber” de la Ilustración. Así la educación sigue adelante con sus reflejos ambivalentes, es cierto, pero tratando siempre de señalar hacia la luz. Y algo semejante podemos decir de la Liberación femenina y de discriminación en el mundo.

La historia nos muestra que, seres humanos e imperfectos como somos, hemos vivido y viviremos siempre entre esos reflejos. Pero nuestra oportunidad de trascender en el tiempo, es entonces convertir las sombras en luz, o al menos no impedir que esta sea avasallada por aquella.

En un hermoso cuento corto de Oscar Wilde, el escritor narra cómo un escultor deseó un día hacer la estatua del “placer que dura un instante”. Pero el artista solo hacía sus esculturas en bronce. Y el bronce en el mundo se había agotado. Solo existía una estatua que lo tenía y era precisamente ese escultor quien la había hecho y colocado sobre la tumba de la persona que más había amado en su vida y que llamó el “dolor que se sufre toda la vida”.

Entonces tomó la estatua y la arrojó al fuego. Y con el bronce de la estatua del “dolor que se sufre toda la vida”, hizo la estatua del "placer que dura un instante".

REFLEJOS.

“…se puede conocer

la cultura de un pueblo,

por la forma en que trata

a los animales…”

Frase atribuida a Gandhi


Un amigo mío publicó hace poco tiempo una interesante reflexión acerca de la posibilidad de conocer, a través de un sencillo análisis socio-psicológico, el nivel de cultura que tiene un país, con la simple observación del tipo de narrativas o actitudes que se eligen y privilegian por los habitantes de ese pueblo, ya sean artísticas, históricas, científicas o de convivencia social. Y la ilustró con algunos ejemplos de nuestra vida cotidiana.

¿Cómo es posible -se preguntó- que por contenidos televisivos muchas personas conozcan y sepan los nombres de los Simpson y en qué ciudad viven, y en cambio no sepan, ni les interese saber, dónde está el poblado de Aguililla, o la tierra caliente de Michoacán?; que la serie Las Kardashian haya cumplido 20 temporadas en la pantalla y tal vez continúe, pero la serie Cosmos, dirigida por el ilustre astrónomo y brillante físico estadounidense Carl Sagan, que presenta interesantes temas sobre el universo, su origen y el lugar del hombre en él, pudo apenas completar 2?

En realidad, no es tan difícil de explicar y entender este tipo de preferencias que los seres humanos podemos tener. Porque es una peculiaridad de los individuos y las comunidades que integran, reflejar, consciente o inconscientemente, los valores y cosmovisiones que eligen como suyos y son los que les hacen trascender en la vida. Y constituyen, finalmente, esa sabiduría ancestral acumulada por siglos, que llamamos cultura.

Pero es también que, por ese proceso de culturización, ya sea propio, apropiado o impuesto, como dicen los sociólogos, los seres humanos pueden convertir sus propios reflejos en brillantes caleidoscopios, cuyos destellos puedan por igual dar luz al camino de la humanidad o, convertidos en sombras ominosas, hacer que el hombre retroceda en su progreso civilizatorio, como sucedió con el oscurantismo medieval y su atraso cultural, en tanto que el esplendor luminoso del Renacimiento y la Ilustración le hicieron avanzar hacia la modernidad.

Es por eso que, entre progresiones y regresiones, en medio de la veces doloroso abandono de paradigmas caducos y la apertura a los nuevos, el hombre es capaz de ir construyendo sus propios modelos de civilización, no solo en lo material como cuando pasamos de la hoguera al láser y de los palafitos a las grandes mansiones, sino también en lo espiritual y social como fue el logro de la transición del lenguaje a la escritura y de la ley de la fuerza a la razón del consenso y la democracia, buscando en todo reflejar, en un camino a veces positivo, otras no tanto, el destino común de una humanidad que solo se detiene hasta que un cambio de paradigma le obliga a hacerlo… pero solo para seguir adelante en su caminar.

La historia nos ha dado y nos sigue dando claros ejemplos con ello, con esos magníficos claroscuros con que los seres humanos edificamos, con los reflejos dulces y amargos que su imperfección le permite, los irisados sueños de su destino y su lugar en él, “como esa valiente especie humana que ha alcanzado cierto nivel de comprensión y raciocinio”, como dice Sagan.

Así nos hemos hecho conscientes de lo que líderes religiosos como el Rabí de Nazaret y otros más, nos dejaron con el legado maravilloso de su doctrina y su increíble testimonio de vida, al señalarnos los caminos que nos conducen al Dios que es finalmente El de todos. Pero también conocemos, por otra parte, de líderes religiosos que han hecho todo lo contrario, pero aun de esos reflejos torcidos hemos aprendido. De la misma forma sabemos lo que la educación ha hecho por siglos a las generaciones, muchas veces de manera lamentable como sucedió en la época medieval, y más adelante con su magnífico “atrévete a saber” de la Ilustración. Así la educación sigue adelante con sus reflejos ambivalentes, es cierto, pero tratando siempre de señalar hacia la luz. Y algo semejante podemos decir de la Liberación femenina y de discriminación en el mundo.

La historia nos muestra que, seres humanos e imperfectos como somos, hemos vivido y viviremos siempre entre esos reflejos. Pero nuestra oportunidad de trascender en el tiempo, es entonces convertir las sombras en luz, o al menos no impedir que esta sea avasallada por aquella.

En un hermoso cuento corto de Oscar Wilde, el escritor narra cómo un escultor deseó un día hacer la estatua del “placer que dura un instante”. Pero el artista solo hacía sus esculturas en bronce. Y el bronce en el mundo se había agotado. Solo existía una estatua que lo tenía y era precisamente ese escultor quien la había hecho y colocado sobre la tumba de la persona que más había amado en su vida y que llamó el “dolor que se sufre toda la vida”.

Entonces tomó la estatua y la arrojó al fuego. Y con el bronce de la estatua del “dolor que se sufre toda la vida”, hizo la estatua del "placer que dura un instante".

REFLEJOS.

“…se puede conocer

la cultura de un pueblo,

por la forma en que trata

a los animales…”

Frase atribuida a Gandhi