/ viernes 26 de julio de 2019

Responso por José Luis Cuevas

El pasado 3 de julio se cumplieron dos años de la muerte del pintor José Luis Cuevas y no fue recordado en acto alguno. Tal vez lo anterior no le interesaría al gran Gato Macho si viviera puesto que siempre fue un rebelde, incluso de él mismo.

Cuevas fue ímpetu multicolor, agua densa, espacio post/pop/ contra/ ultra, ismo deletreado en la cornisa de Narciso. Cuevas dibujó, durante años, diariamente su rostro poliédrico. Su ego se salió siempre del volumen del lienzo, de la piedra, del cartel.

Cuando era joven, Cuevas ya era viejo porque quiso ser un clásico sin instaurar su mirada en la palestra de los estetas.

¿Qué y quién fue José Luis Cuevas? Gigante/giganta del orden conmensurable del pincel y cincel.

Cuevas nunca estuvo completo porque se salía de sí mismo.

A Cuevas había que verlo de lado, de frente te deslumbraba con su sonrisa de felino eterno y su verborrea de tono añejado.

Cuevas deformó el cuerpo y el espacio en sus obras. Nos propuso un ángulo de ruptura y continuidad.

Fue un demiurgo de él mismo donde la población la conformaba él y la mujer en turno.

En el pulso de Cuevas se bifurcaba el trueno, la sinuosidad del trazo y, en palabras de Octavio Paz: “la fantasía grotesca de sus figuras”.

Cuevas fue dandy, enfant terrible y arquitecto de su donosura.

Sus peleas más arduas no salieron de sus dominios porque siempre peleó para él.

Cuevas fue palabra, espacio, (des) orden y pastura de la intelectualidad. Germinó y recolectó sus frutos cuando quiso.

Nadie se pareció más a Cuevas que Cuevas, En su cuevario o en el aroma de una dama hermosa, lo cierto es que Cuevas hablaba y esbozaba su romance de soberbia.

Cuevas tenía arte, charme y patria. Siempre tuvo a México en sus poros porque la tarea de todo artista verdadero es exudar su origen.

Cuevas, como en el cuento El hacedor, de Borges, dibujó y pintó hasta configurar un rostro universal.

Cuevas fue arista de la balumba de sus deseos. Gato macho, niño obrero lo mismo expuso su semen en París en una cápsula que fue Robinson Crusoe de la Zona Rosa o diletante de Eros.

El pasado 3 de julio se cumplieron dos años de la muerte del pintor José Luis Cuevas y no fue recordado en acto alguno. Tal vez lo anterior no le interesaría al gran Gato Macho si viviera puesto que siempre fue un rebelde, incluso de él mismo.

Cuevas fue ímpetu multicolor, agua densa, espacio post/pop/ contra/ ultra, ismo deletreado en la cornisa de Narciso. Cuevas dibujó, durante años, diariamente su rostro poliédrico. Su ego se salió siempre del volumen del lienzo, de la piedra, del cartel.

Cuando era joven, Cuevas ya era viejo porque quiso ser un clásico sin instaurar su mirada en la palestra de los estetas.

¿Qué y quién fue José Luis Cuevas? Gigante/giganta del orden conmensurable del pincel y cincel.

Cuevas nunca estuvo completo porque se salía de sí mismo.

A Cuevas había que verlo de lado, de frente te deslumbraba con su sonrisa de felino eterno y su verborrea de tono añejado.

Cuevas deformó el cuerpo y el espacio en sus obras. Nos propuso un ángulo de ruptura y continuidad.

Fue un demiurgo de él mismo donde la población la conformaba él y la mujer en turno.

En el pulso de Cuevas se bifurcaba el trueno, la sinuosidad del trazo y, en palabras de Octavio Paz: “la fantasía grotesca de sus figuras”.

Cuevas fue dandy, enfant terrible y arquitecto de su donosura.

Sus peleas más arduas no salieron de sus dominios porque siempre peleó para él.

Cuevas fue palabra, espacio, (des) orden y pastura de la intelectualidad. Germinó y recolectó sus frutos cuando quiso.

Nadie se pareció más a Cuevas que Cuevas, En su cuevario o en el aroma de una dama hermosa, lo cierto es que Cuevas hablaba y esbozaba su romance de soberbia.

Cuevas tenía arte, charme y patria. Siempre tuvo a México en sus poros porque la tarea de todo artista verdadero es exudar su origen.

Cuevas, como en el cuento El hacedor, de Borges, dibujó y pintó hasta configurar un rostro universal.

Cuevas fue arista de la balumba de sus deseos. Gato macho, niño obrero lo mismo expuso su semen en París en una cápsula que fue Robinson Crusoe de la Zona Rosa o diletante de Eros.