/ martes 6 de julio de 2021

Sala de Espera | El agua sucia y el niño

El desabasto de medicamentos para tratar a niños con cáncer en los hospitales gubernamentales (que afecta también a quienes recurren a la medicina privada, por mayor demanda y encarecimiento de las medicinas en las farmacias) es apenas un síntoma de la grave afectación que sufre todo el sistema público de salud en México.

De acuerdo con la promesa presidencial, el 1º de diciembre del 2020 México tendría un sistema público de salud similar al de Dinamarca, considerado como ejemplo internacional, pero hoy en México los ciudadanos, protegidos por el IMSS e ISSSTE, sufren la falta de medicamentos y un servicio médico totalmente disminuido, que no alcanza ni siquiera los niveles básicos e insuficientes que tenían antes del actual gobierno.

Más allá de las promesas, de las declaraciones, de las presuntas estadísticas, los mexicanos que han requerido atención médica pública en los 30 meses más recientes lo saben y tienen esos datos.

Dos son las decisiones gubernamentales principales que han puesto al sistema público de salud en coma: la cancelación del llamado Seguro Popular, -creado en el 2003 para proteger a los mexicanos que no tienen acceso al IMSS, ISSSTE y mucho menos a la medicina privada-, y el presunto combate a la corrupción, que la había, en la compra y distribución de medicamentos del sector público, que provocó el actual desabasto de medicinas y que, por otro lado, no ha sancionado a ninguno de los corruptos, ni exfuncionarios ni empresarios, presuntamente coludidos.

No se puede estar en contra de la lucha de la corrupción en ningún sector. Pero en este caso, el problema es como se “combatió” la corrupción. Dicho en términos mexicanos: se tiró el agua sucia de la tina con todo el niño. No hubo ningún plan para conseguir los medicamentos necesarios para los hospitales públicos luego de que cancelaron contratos con productores y distribuidores de fármacos. Los hechos permiten suponer que alguien en el gobierno pensó: sencillo, vamos a las farmacias comprarlos… sin licitación, claro. Una ocurrencia más.

Pero no se pudo. Y se anunció que la ONU compraría las medicinas para México en el mercado internacional, donde también operan muchas de las farmacéuticas vetadas o sancionadas. Ahora se sabe que la ONU solo pudo surtir el 55% de los requerimientos mexicanos y cobró por ello dos mil millones de pesos, además de pagar las medicinas a un mayor costo y entregarlas con retrasos.

El desabasto de medicamentos oncológicos para niños es muy atractivo periodísticamente; resume el drama de millones de mexicanos enfermos, dejados a su suerte y a su muerte. Pero también lo sufren los adultos que padecen esa terrible enfermedad, y los diabéticos (México es uno de los líderes mundiales en ese mal) y los hipertensos y quienes necesitan diálisis y, y, y… porque el sistema público de salud es incapaz, luego de 30 meses de “transformación”, de surtir medicamentos para cualquier enfermedad. Bueno, según las cifras conocidas faltan hasta analgésicos (para combatir el dolor, aspirinas, pues) y antibióticos (contra las infecciones de cualquier tipo), sin contar otros insumos necesarios para la práctica médica.

El Insabi, que nos pondría al nivel de Dinamarca, ni siquiera alcanza hoy la cobertura ni presta los servicios que ofrecía el Seguro Popular.

El desabasto de medicamentos para tratar a niños con cáncer en los hospitales gubernamentales (que afecta también a quienes recurren a la medicina privada, por mayor demanda y encarecimiento de las medicinas en las farmacias) es apenas un síntoma de la grave afectación que sufre todo el sistema público de salud en México.

De acuerdo con la promesa presidencial, el 1º de diciembre del 2020 México tendría un sistema público de salud similar al de Dinamarca, considerado como ejemplo internacional, pero hoy en México los ciudadanos, protegidos por el IMSS e ISSSTE, sufren la falta de medicamentos y un servicio médico totalmente disminuido, que no alcanza ni siquiera los niveles básicos e insuficientes que tenían antes del actual gobierno.

Más allá de las promesas, de las declaraciones, de las presuntas estadísticas, los mexicanos que han requerido atención médica pública en los 30 meses más recientes lo saben y tienen esos datos.

Dos son las decisiones gubernamentales principales que han puesto al sistema público de salud en coma: la cancelación del llamado Seguro Popular, -creado en el 2003 para proteger a los mexicanos que no tienen acceso al IMSS, ISSSTE y mucho menos a la medicina privada-, y el presunto combate a la corrupción, que la había, en la compra y distribución de medicamentos del sector público, que provocó el actual desabasto de medicinas y que, por otro lado, no ha sancionado a ninguno de los corruptos, ni exfuncionarios ni empresarios, presuntamente coludidos.

No se puede estar en contra de la lucha de la corrupción en ningún sector. Pero en este caso, el problema es como se “combatió” la corrupción. Dicho en términos mexicanos: se tiró el agua sucia de la tina con todo el niño. No hubo ningún plan para conseguir los medicamentos necesarios para los hospitales públicos luego de que cancelaron contratos con productores y distribuidores de fármacos. Los hechos permiten suponer que alguien en el gobierno pensó: sencillo, vamos a las farmacias comprarlos… sin licitación, claro. Una ocurrencia más.

Pero no se pudo. Y se anunció que la ONU compraría las medicinas para México en el mercado internacional, donde también operan muchas de las farmacéuticas vetadas o sancionadas. Ahora se sabe que la ONU solo pudo surtir el 55% de los requerimientos mexicanos y cobró por ello dos mil millones de pesos, además de pagar las medicinas a un mayor costo y entregarlas con retrasos.

El desabasto de medicamentos oncológicos para niños es muy atractivo periodísticamente; resume el drama de millones de mexicanos enfermos, dejados a su suerte y a su muerte. Pero también lo sufren los adultos que padecen esa terrible enfermedad, y los diabéticos (México es uno de los líderes mundiales en ese mal) y los hipertensos y quienes necesitan diálisis y, y, y… porque el sistema público de salud es incapaz, luego de 30 meses de “transformación”, de surtir medicamentos para cualquier enfermedad. Bueno, según las cifras conocidas faltan hasta analgésicos (para combatir el dolor, aspirinas, pues) y antibióticos (contra las infecciones de cualquier tipo), sin contar otros insumos necesarios para la práctica médica.

El Insabi, que nos pondría al nivel de Dinamarca, ni siquiera alcanza hoy la cobertura ni presta los servicios que ofrecía el Seguro Popular.