/ martes 10 de agosto de 2021

Sala de Espera | El regreso de Santa Anna

Con la novedad de que no será la primera vez que un presidente mexicano pedirá a sus conciudadanos su opinión de permanecer o no en la silla del águila, según se le llama al símbolo del poder en México.

Reportera de toda la vida, estudiosa y amante de la historia, Sonia Morales le dijo como siempre al escribidor: “escúchame y no me interrumpas. Te sorprenderás, no lo vas a creer”. El escribidor escuchó con ganas de interrumpir, pero esta vez se aguantó, aunque no se le crea.

Sonia leyó y sí, realmente hubo nota en su lectura. Escucha bien, repitió. Y no hubo duda: el actual no es el primer presidente de México de apellido López que busca someterse a la opinión de los mexicanos sobre si debe continuar como titular de Poder Ejecutivo, mediante un instrumento democrático utilizado demagógicamente.

Esa “nota” periodística e histórica está en las páginas 127-137 del libro “Porfirio Díaz. Su vida y su tiempo. La Guerra 1830-1867” de Carlos Tello Díaz, Editorial Debate, decimocuarta reimpresión, de noviembre de 2018.

Lo que sigue está basado en el texto de Tello Díaz y esencialmente a él corresponde el crédito.

Frente el Plan Ayutla, el ya para entonces alteza serenísima, seductor de la patria, según lo iba a llamar Justo Sierra, el señor presidente Antonio López de Santa Anna tuvo necesidad de hacer algunas concesiones.

Así, el 20 de octubre de 1854, su secretario de Gobernación, Ignacio Aguilar, mandó una circular a todos los gobernadores anunciándoles un plebiscito, al que deberían acudir todos los ciudadanos para que expresasen su opinión respecto a la permanencia del “guerrero inmortal de Zempoala” (según el himno nacional) en la presidencia de la República, cuyo mandato expiraba.

El plebiscito se celebró el 1º de diciembre de 1854, “acontecimiento memorable”, --según lo califico el filibustero francés Ernest Vigneaux en su libro Souvenirs d’un prisionner de guerre au Mexique, cita Tello Díaz- con dos preguntas:

El presidente de la República, entonces ya dictador, “debe continuar en el poder supremo con las mismas amplias facultades de que hoy está investido” y “en caso de que no deba continuar ejerciendo las mismas amplias facultades, ¿a quién debe entregar inmediatamente el mando?”

No lo va usted a creer, pero el “sí” en favor de la primera pregunta arrasó absolutamente.

De acuerdo con el relato de Vigneaux, los soldados votaron mediante las manos de sus coroneles, los monjes de sus priores, los indios por las de los curas, los peones por medio de las de sus amos.

No había INE, acota el escribidor.

Tello Díaz explica que el dictador “Santa Anna buscaba con esa consulta desmovilizar el apoyo de la población, creciente y alarmante” a los postulados del Plan de Ayutla. (Hasta aquí las citas del texto mencionado).

La coincidencia en el apellido de dos presidentes de la República es una simple anécdota. Sin embargo, los políticos mexicanos dicen, ellos sabrán por qué, que en política no hay coincidencias, pero ciertamente ellas poco tienen que ver con los apelativos.

Con la novedad de que no será la primera vez que un presidente mexicano pedirá a sus conciudadanos su opinión de permanecer o no en la silla del águila, según se le llama al símbolo del poder en México.

Reportera de toda la vida, estudiosa y amante de la historia, Sonia Morales le dijo como siempre al escribidor: “escúchame y no me interrumpas. Te sorprenderás, no lo vas a creer”. El escribidor escuchó con ganas de interrumpir, pero esta vez se aguantó, aunque no se le crea.

Sonia leyó y sí, realmente hubo nota en su lectura. Escucha bien, repitió. Y no hubo duda: el actual no es el primer presidente de México de apellido López que busca someterse a la opinión de los mexicanos sobre si debe continuar como titular de Poder Ejecutivo, mediante un instrumento democrático utilizado demagógicamente.

Esa “nota” periodística e histórica está en las páginas 127-137 del libro “Porfirio Díaz. Su vida y su tiempo. La Guerra 1830-1867” de Carlos Tello Díaz, Editorial Debate, decimocuarta reimpresión, de noviembre de 2018.

Lo que sigue está basado en el texto de Tello Díaz y esencialmente a él corresponde el crédito.

Frente el Plan Ayutla, el ya para entonces alteza serenísima, seductor de la patria, según lo iba a llamar Justo Sierra, el señor presidente Antonio López de Santa Anna tuvo necesidad de hacer algunas concesiones.

Así, el 20 de octubre de 1854, su secretario de Gobernación, Ignacio Aguilar, mandó una circular a todos los gobernadores anunciándoles un plebiscito, al que deberían acudir todos los ciudadanos para que expresasen su opinión respecto a la permanencia del “guerrero inmortal de Zempoala” (según el himno nacional) en la presidencia de la República, cuyo mandato expiraba.

El plebiscito se celebró el 1º de diciembre de 1854, “acontecimiento memorable”, --según lo califico el filibustero francés Ernest Vigneaux en su libro Souvenirs d’un prisionner de guerre au Mexique, cita Tello Díaz- con dos preguntas:

El presidente de la República, entonces ya dictador, “debe continuar en el poder supremo con las mismas amplias facultades de que hoy está investido” y “en caso de que no deba continuar ejerciendo las mismas amplias facultades, ¿a quién debe entregar inmediatamente el mando?”

No lo va usted a creer, pero el “sí” en favor de la primera pregunta arrasó absolutamente.

De acuerdo con el relato de Vigneaux, los soldados votaron mediante las manos de sus coroneles, los monjes de sus priores, los indios por las de los curas, los peones por medio de las de sus amos.

No había INE, acota el escribidor.

Tello Díaz explica que el dictador “Santa Anna buscaba con esa consulta desmovilizar el apoyo de la población, creciente y alarmante” a los postulados del Plan de Ayutla. (Hasta aquí las citas del texto mencionado).

La coincidencia en el apellido de dos presidentes de la República es una simple anécdota. Sin embargo, los políticos mexicanos dicen, ellos sabrán por qué, que en política no hay coincidencias, pero ciertamente ellas poco tienen que ver con los apelativos.