/ viernes 14 de diciembre de 2018

Sobre el cortometraje

El cine empezó hablando con voz de cortometraje...

Si atendemos a este concepto en su gérmen con los primeros cortos o vistas de los hermanos Lumiere allá en la postrimería del siglo XIX. Y no debemos olvidar que todos los grandes maestros del cine realizaron sus balbuceos fílmicos a través del cortometraje: Polanski, Kubrick, Hitchcock, Spielberg, Lucas y, por supuesto, Buñuel, a quien le debemos el corto más famoso del celuloide, Un perro andaluz/ 1928- 29.

¿Cuáles son las reglas o cánones del cortometraje? Bueno, en su longitud (no más de la media hora) encontramos la respuesta: concisión, efecto sorpresa, pocos personajes, temática libre y contenedor de cualquier género cinematográfico.

Pero a la par que se hace un filme en cortometraje se extrapolan otras variantes: la calidad, el público hacia el que va dirigido. En este renglón hay que puntualizar de que, al no tener acceso a un público masivo, el cortometraje parece estar condenado a cinéfilos universitarios o académicos. Y es que ninguna cadena nacional o del resto del mundo contempla en sus carteleras comerciales la exhibición del corto; todo se le apuesta al largometraje.

Entonces, ¿vale la pena seguir filmando cortos? La respuesta la tenemos a la vista ante innumerables festivales, certámenes, rally a lo largo del país y en otros lares; incluso, se da la modalidad de la competencia de cortos por on line.

Si anclamos nuestra mirada en cualquier ciudad del país donde se está haciendo cine advertiremos que existe un puñado de jóvenes con ganas y talento (no necesariamente en este orden) que le ha apostado al corto como medio de expresión, aunque lo he dicho y lo sigo sosteniendo: el cine encuentra su mayor cota de expresión y de reditúo estéticos en el formato de celuloide.

Se ha analizado el punto si una escuela de escritores forja a escritores o sólo a lectores atentos, en símil trazo, podemos trasladar dicho axioma a que si las escuelas o academias de cine forman cineastas y la respuesta es no. Un director debe ser, antes que nada, un cinéfilo apasionado y por lo mismo, debe complementarse con otros tentáculos del arte: la literatura, música, teatro, etc.

He sido jurado en certámenes y me he topado con pared ante la anemia de los proyectos de cine propuestos. ¿Por qué? Porque el cine no es solamente cine: es un todo, un ente intelectual afectivo-efectivo que desemboca en una palabra exigente, arte.

Y peor aún. Dichos hacedores de cine se meten de críticos en tv, radio o periódicos y destilan una ignorancia lastimera. No digan sandeces, no masturben su ego, prepárense, lean, cultívense. Tengan honestidad intelectual, por el amor de Dios…

El cine empezó hablando con voz de cortometraje...

Si atendemos a este concepto en su gérmen con los primeros cortos o vistas de los hermanos Lumiere allá en la postrimería del siglo XIX. Y no debemos olvidar que todos los grandes maestros del cine realizaron sus balbuceos fílmicos a través del cortometraje: Polanski, Kubrick, Hitchcock, Spielberg, Lucas y, por supuesto, Buñuel, a quien le debemos el corto más famoso del celuloide, Un perro andaluz/ 1928- 29.

¿Cuáles son las reglas o cánones del cortometraje? Bueno, en su longitud (no más de la media hora) encontramos la respuesta: concisión, efecto sorpresa, pocos personajes, temática libre y contenedor de cualquier género cinematográfico.

Pero a la par que se hace un filme en cortometraje se extrapolan otras variantes: la calidad, el público hacia el que va dirigido. En este renglón hay que puntualizar de que, al no tener acceso a un público masivo, el cortometraje parece estar condenado a cinéfilos universitarios o académicos. Y es que ninguna cadena nacional o del resto del mundo contempla en sus carteleras comerciales la exhibición del corto; todo se le apuesta al largometraje.

Entonces, ¿vale la pena seguir filmando cortos? La respuesta la tenemos a la vista ante innumerables festivales, certámenes, rally a lo largo del país y en otros lares; incluso, se da la modalidad de la competencia de cortos por on line.

Si anclamos nuestra mirada en cualquier ciudad del país donde se está haciendo cine advertiremos que existe un puñado de jóvenes con ganas y talento (no necesariamente en este orden) que le ha apostado al corto como medio de expresión, aunque lo he dicho y lo sigo sosteniendo: el cine encuentra su mayor cota de expresión y de reditúo estéticos en el formato de celuloide.

Se ha analizado el punto si una escuela de escritores forja a escritores o sólo a lectores atentos, en símil trazo, podemos trasladar dicho axioma a que si las escuelas o academias de cine forman cineastas y la respuesta es no. Un director debe ser, antes que nada, un cinéfilo apasionado y por lo mismo, debe complementarse con otros tentáculos del arte: la literatura, música, teatro, etc.

He sido jurado en certámenes y me he topado con pared ante la anemia de los proyectos de cine propuestos. ¿Por qué? Porque el cine no es solamente cine: es un todo, un ente intelectual afectivo-efectivo que desemboca en una palabra exigente, arte.

Y peor aún. Dichos hacedores de cine se meten de críticos en tv, radio o periódicos y destilan una ignorancia lastimera. No digan sandeces, no masturben su ego, prepárense, lean, cultívense. Tengan honestidad intelectual, por el amor de Dios…