/ domingo 16 de febrero de 2020

Sobre el trabajo

El trabajo ha existido desde tiempos remotos, cuando el hombre intercambiaba su esfuerzo diario por algunas frutas, pescado o algo para comer.

Después vino el trueque, después la moneda, y así el trabajo ha continuado acompañándonos hasta esta época, en que contar con un buen trabajo es toda una proeza, ya no se diga uno bien remunerado, donde se cuente con la posibilidad de ascender a nuevos puestos, con todas las prestaciones de ley; por el contrario, existen menos y mal pagados, con casi nulas posibilidades de expansión, con un conglomerado de gente que prácticamente regala su esfuerzo por sueldos muy bajos.

El trabajo puede ser visto desde diferentes ángulos, como una fuente de ingresos, como una oportunidad para alcanzar una jubilación, como una forma de sacar a los hijos adelante, pero nuestra relación con el trabajo dependerá de lo que en verdad deseamos: del tener un propósito definido de vida, de lo que queremos conseguir en ella, del contestar las siguientes interrogantes y su para qué: quiero una vida saludable, éxito en mi matrimonio, una familia funcional, una vida longeva; de las respuestas dependerá cómo aprecias el trabajo.

Existen muchas personas que desde el domingo por la tarde empiezan a sufrir el síndrome de malestar al trabajo, saben que el lunes se aproxima y que nuevamente tendrán que lidiar con una infernal semana en un trabajo que no les gusta, que observan con desdén, que los obliga a deambular indiferentes durante las jornadas. Un compañero que labora en la Refinería de Madero, regularmente en turnos de madrugada, me comentaba que para vencer los desvelos y recordar lo afortunado que ha sido por contar con un trabajo seguro ha acuñado una frase con la que gusta de comenzar su jornada: “Mientras nosotros comenzamos el día trabajando, otros comienzan el día buscando trabajo”. El encontrar el lado luminoso del trabajo depende exclusivamente de tu poder de aceptación, y de la aspiración que tienes por alcanzar la rosa y el laurel.

Uno de los libros más inspiradores que existen, La Biblia, menciona en Eclesiastés 3:13: “Después de todo, que un hombre coma y beba y goce del bienestar con su esfuerzo, eso es un don de Dios”. Confiriendo un valor muy alto al trabajo, no sólo como medio de sustento, sino también como fuente para trascender. Ya que cuando encontramos placer por el trabajo, todo cambia a nuestro alrededor, mejoramos en muchos aspectos, nuestra mente está ocupada en cosas constructivas, aprendemos situaciones nuevas, tenemos herramientas para templar nuestro carácter, se desarrollan las capacidades de liderazgo y, sobre todo, proveemos de un sustento digno a la familia.

No pertenezcas al ejército de miles de personas que culpan de su infelicidad al trabajo, usa el poder del cambio de actitud, acierta en ese dulce sabor por lo que realizas, existen muchísimas herramientas para el aprendizaje y desarrollo laboral que sólo tienes que observar detenidamente. Repítete incansablemente que te gusta tu trabajo, aunque no sea cierto, con el tiempo se volverá verdad pura. Observa el trabajo como un don, como algo sagrado. Descúbrele a tu tarea un propósito especial, siempre hallarás uno, si tú logras cambiar tu actitud, todo lo demás cambiará también. Convierte tu mundo laboral en un mundo de felicidad; cada que sientas un día pesado, céntrate en las palabras del hombre que venció los tiempos, Jesucristo, y que dijo: “Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo” (Juan 5:17). De manera que, si cuentas con trabajo, muéstrate favorecido, imparte gracias a los cielos, porque el valor del trabajo es como una copa de bendiciones que ha sido derramada sobre tu existencia.

El trabajo ha existido desde tiempos remotos, cuando el hombre intercambiaba su esfuerzo diario por algunas frutas, pescado o algo para comer.

Después vino el trueque, después la moneda, y así el trabajo ha continuado acompañándonos hasta esta época, en que contar con un buen trabajo es toda una proeza, ya no se diga uno bien remunerado, donde se cuente con la posibilidad de ascender a nuevos puestos, con todas las prestaciones de ley; por el contrario, existen menos y mal pagados, con casi nulas posibilidades de expansión, con un conglomerado de gente que prácticamente regala su esfuerzo por sueldos muy bajos.

El trabajo puede ser visto desde diferentes ángulos, como una fuente de ingresos, como una oportunidad para alcanzar una jubilación, como una forma de sacar a los hijos adelante, pero nuestra relación con el trabajo dependerá de lo que en verdad deseamos: del tener un propósito definido de vida, de lo que queremos conseguir en ella, del contestar las siguientes interrogantes y su para qué: quiero una vida saludable, éxito en mi matrimonio, una familia funcional, una vida longeva; de las respuestas dependerá cómo aprecias el trabajo.

Existen muchas personas que desde el domingo por la tarde empiezan a sufrir el síndrome de malestar al trabajo, saben que el lunes se aproxima y que nuevamente tendrán que lidiar con una infernal semana en un trabajo que no les gusta, que observan con desdén, que los obliga a deambular indiferentes durante las jornadas. Un compañero que labora en la Refinería de Madero, regularmente en turnos de madrugada, me comentaba que para vencer los desvelos y recordar lo afortunado que ha sido por contar con un trabajo seguro ha acuñado una frase con la que gusta de comenzar su jornada: “Mientras nosotros comenzamos el día trabajando, otros comienzan el día buscando trabajo”. El encontrar el lado luminoso del trabajo depende exclusivamente de tu poder de aceptación, y de la aspiración que tienes por alcanzar la rosa y el laurel.

Uno de los libros más inspiradores que existen, La Biblia, menciona en Eclesiastés 3:13: “Después de todo, que un hombre coma y beba y goce del bienestar con su esfuerzo, eso es un don de Dios”. Confiriendo un valor muy alto al trabajo, no sólo como medio de sustento, sino también como fuente para trascender. Ya que cuando encontramos placer por el trabajo, todo cambia a nuestro alrededor, mejoramos en muchos aspectos, nuestra mente está ocupada en cosas constructivas, aprendemos situaciones nuevas, tenemos herramientas para templar nuestro carácter, se desarrollan las capacidades de liderazgo y, sobre todo, proveemos de un sustento digno a la familia.

No pertenezcas al ejército de miles de personas que culpan de su infelicidad al trabajo, usa el poder del cambio de actitud, acierta en ese dulce sabor por lo que realizas, existen muchísimas herramientas para el aprendizaje y desarrollo laboral que sólo tienes que observar detenidamente. Repítete incansablemente que te gusta tu trabajo, aunque no sea cierto, con el tiempo se volverá verdad pura. Observa el trabajo como un don, como algo sagrado. Descúbrele a tu tarea un propósito especial, siempre hallarás uno, si tú logras cambiar tu actitud, todo lo demás cambiará también. Convierte tu mundo laboral en un mundo de felicidad; cada que sientas un día pesado, céntrate en las palabras del hombre que venció los tiempos, Jesucristo, y que dijo: “Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo” (Juan 5:17). De manera que, si cuentas con trabajo, muéstrate favorecido, imparte gracias a los cielos, porque el valor del trabajo es como una copa de bendiciones que ha sido derramada sobre tu existencia.