/ martes 3 de abril de 2018

Sociedad digital

El meme o tema más repetido en un momento concreto en la red social, el “tema del día” --trending topic--, se equipara a los virus que sobreviven en tanto se mantienen saltando eficientemente de un huésped a otro, y solo mueren cuando la cadena de transmisión es rota.

Un meme es capaz de contagiar bajo condiciones apropiadas a millones de seres humanos con la rapidez del resfriado común. Yuawi, un pequeño de nueve años de edad participante de programas como la Academia Kids, viralizó en las redes un spot con el estribillo na na na, na na, na, na, que supera los tres millones de vistas y parodias de la canción que se escuchan en España.

Algunos memes se mantienen en vida latente, sin importar opiniones a favor o en contra, prestos a revivir en cualquier momento y convertirse nuevamente en perseguidores, semejante a un nuevo Terminator.

El contagio masivo, capacidad de sobrevivencia y dificultad para erradicar los memes abarca variables indefinidas. Por ejemplo, qué tan rapido se propaga, qué tanto fervor inspira, qué tanto es el tiempo en que el huésped permanece infectado y, sobre todo, qué tanta resistencia halla en la sociedad.

Me gusta creer que los habitantes, al igual que el cuerpo humano, tenemos un sistema inmunitario o de defensa que nos protege de la acción de los memes. Pero no. El meme “como descendiente tecnológico de un sistema social dado, replica a la sociedad que lo creó y alimentó”, por lo que goza de inmunidad adquirida.

Hace años ser famoso demandaba realizar proezas. El cruce a nado del canal de La Mancha. La conquista del océano a bordo de una frágil aeronave. El viaje de ida y vuelta a la Luna. Y realizar primero que nadie un trasplante al corazón. Ahora la fama surge con solo lanzar un meme, no por un acto bueno, noble, generoso y mucho menos heroico. Sin que sea una crítica per se, no se equivocó Herman Hesse cuando en su libro El juego de los abalorios, dijo que la vulgaridad le ganaría la carrera a la tecnología y la mediocridad sería la llave para agenciarse el poder, la fama y el éxito.

La vida y con ella las elecciones, por poner un ejemplo, se trasladó a un escenario en el que los actos de corrupción no son reales si no están en el ciberespacio. Las guerras y los bombardeos no son innegables si carecen de los espacios virtuales con medios cibernéticos. Los actos de tortura y desaparición de personas tampoco son concretos si no están en las redes digitales creadas por computadoras.

En las campañas políticas generalmente se antepone la oportuna y habilidosa capitalización de escándalo tras escándalo, por sobre las propuestas de campaña, simple y sencillamente porque los malos políticos eligen la simulación para reemplazar a los valores positivos, y ahora el contacto e interacción de candidatos con la gente y el orden de las demandas civiles se realiza, en gran parte, por intermedio de las reglas que exhibe la sociedad digital, que hay que decirlo, no siempre es un “demonio”, no siempre está equivocada.

mail: danchgar@hotmail.com



El meme o tema más repetido en un momento concreto en la red social, el “tema del día” --trending topic--, se equipara a los virus que sobreviven en tanto se mantienen saltando eficientemente de un huésped a otro, y solo mueren cuando la cadena de transmisión es rota.

Un meme es capaz de contagiar bajo condiciones apropiadas a millones de seres humanos con la rapidez del resfriado común. Yuawi, un pequeño de nueve años de edad participante de programas como la Academia Kids, viralizó en las redes un spot con el estribillo na na na, na na, na, na, que supera los tres millones de vistas y parodias de la canción que se escuchan en España.

Algunos memes se mantienen en vida latente, sin importar opiniones a favor o en contra, prestos a revivir en cualquier momento y convertirse nuevamente en perseguidores, semejante a un nuevo Terminator.

El contagio masivo, capacidad de sobrevivencia y dificultad para erradicar los memes abarca variables indefinidas. Por ejemplo, qué tan rapido se propaga, qué tanto fervor inspira, qué tanto es el tiempo en que el huésped permanece infectado y, sobre todo, qué tanta resistencia halla en la sociedad.

Me gusta creer que los habitantes, al igual que el cuerpo humano, tenemos un sistema inmunitario o de defensa que nos protege de la acción de los memes. Pero no. El meme “como descendiente tecnológico de un sistema social dado, replica a la sociedad que lo creó y alimentó”, por lo que goza de inmunidad adquirida.

Hace años ser famoso demandaba realizar proezas. El cruce a nado del canal de La Mancha. La conquista del océano a bordo de una frágil aeronave. El viaje de ida y vuelta a la Luna. Y realizar primero que nadie un trasplante al corazón. Ahora la fama surge con solo lanzar un meme, no por un acto bueno, noble, generoso y mucho menos heroico. Sin que sea una crítica per se, no se equivocó Herman Hesse cuando en su libro El juego de los abalorios, dijo que la vulgaridad le ganaría la carrera a la tecnología y la mediocridad sería la llave para agenciarse el poder, la fama y el éxito.

La vida y con ella las elecciones, por poner un ejemplo, se trasladó a un escenario en el que los actos de corrupción no son reales si no están en el ciberespacio. Las guerras y los bombardeos no son innegables si carecen de los espacios virtuales con medios cibernéticos. Los actos de tortura y desaparición de personas tampoco son concretos si no están en las redes digitales creadas por computadoras.

En las campañas políticas generalmente se antepone la oportuna y habilidosa capitalización de escándalo tras escándalo, por sobre las propuestas de campaña, simple y sencillamente porque los malos políticos eligen la simulación para reemplazar a los valores positivos, y ahora el contacto e interacción de candidatos con la gente y el orden de las demandas civiles se realiza, en gran parte, por intermedio de las reglas que exhibe la sociedad digital, que hay que decirlo, no siempre es un “demonio”, no siempre está equivocada.

mail: danchgar@hotmail.com