/ sábado 29 de septiembre de 2018

Sociedad memética

Hace años para ser famoso había que hacer proezas...

Cruzar a nado el Canal de la Mancha. Conquistar el océano a bordo de una frágil aeronave. Ir de ida y vuelta a la Luna. Realizar antes que nadie un trasplante de corazón. Esta clase de aventuras. Ahora, la fama no surge por obra y gracia de un acto bueno, noble y generoso, mucho menos heroico, basta con lanzar un meme. Estos, como se sabe, son ideas, situaciones, conceptos y pensamientos que se difunden y manifiestan por intermedio de textos e imágenes en las redes sociales.

El meme más repetido en un momento dado es “tema del día” (trending topic), y se equipara a los virus que sobreviven en tanto se mantienen saltando eficientemente de un huésped a otro, y solo mueren cuando la cadena de transmisión es rota. Estos “gérmenes cibernéticos” son capaces de contagiar bajo condiciones apropiadas a millones de seres humanos con la velocidad del resfriado común.

En las campañas presidenciales recientemente ocurridas, Yuawi, un pequeño de nueve años participante de programas como la Academia Kids, viralizó en las redes un spot de carácter político-electoral con el estribillo na na, na na, na na na na, que superó los tres millones de vistas. Hoy en día, parodias de esta canción se escuchan en varios países.

Ciertos memes, sin que se sepa el motivo ni la causa, sin importar opiniones a favor o en contra, y a pesar de los pronósticos, se mantienen en estado latente, prestos a revivir en cualquier instante y convertirse nuevamente en perseguidores de sus víctimas, como el Terminator de película.

Mucho se desconoce qué tan rápido se propaga un meme, qué tanto fervor inspira, qué tanto es el tiempo en que el huésped permanece infectado y qué tanta resistencia halla en la sociedad. El contagio masivo, capacidad de sobrevivencia y dificultad para erradicar estos conceptos son asuntos difíciles aun para las mentes más despiertas y educadas. No obstante, me gusta creer que las personas tenemos, al igual que el cuerpo humano, un sistema inmunitario y de defensa que nos protege de las cuitas y desventuras de la sociedad memética.

Finalmente, convengo en que el meme, “como descendiente tecnológico de un sistema social dado, replica a la sociedad que lo creó y alimentó” y, por lo tanto, solo es una llave más para agenciarse el poder, la fama y el éxito.

NOTA DEL DÍA: Lector, la actividad política se equipara a una cuenta bancaria -en el buen sentido de la palabra-, donde el capital crece mediante depósitos hechos con regularidad. Todo político empieza su desempeño en el cargo con una determinada cantidad de dinero en el banco, digámosle así, y los recursos de esa cuenta bancaria son las acciones limpias y transparentes que efectúa cada día. Toda acción positiva y democrática equivale a depósitos en la cuenta en mención y le añade al total que existe. Cada acción oscura y antidemocrática es como un retiro a la suma que se encuentra en el estado de cuenta. En el transcurso del tiempo, la totalidad de los actores políticos efectúan depósitos y retiros de esa cuenta que, según su manejo, está en números negros… o rojos. Si sus depósitos son iguales a sus retiros, su saldo (prestigio político) se conserva inalterable. Si sus depósitos exceden a sus retiros, la situación difícilmente puede ir mejor. Pero si los depósitos son menores a los retiros y se abusa de esto, el saldo estará en números rojos, sinónimo de un presente y futuro problemático. Si esto se convierte en un mal muy arraigado es necesario un triple o cuádruple esfuerzo en depósito de “moneda dura” (acciones genuinas y transparentes), para superar la quiebra política.

Si bien la política implica un correcto balance entre depósitos y retiros, insisto. El dilema es cuando los pretendidos depósitos comienzan a tener solo un valor aparente y temporal, como los cheques rebotados. De allí a la bancarrota definitiva, hay solo un paso.

Hace años para ser famoso había que hacer proezas...

Cruzar a nado el Canal de la Mancha. Conquistar el océano a bordo de una frágil aeronave. Ir de ida y vuelta a la Luna. Realizar antes que nadie un trasplante de corazón. Esta clase de aventuras. Ahora, la fama no surge por obra y gracia de un acto bueno, noble y generoso, mucho menos heroico, basta con lanzar un meme. Estos, como se sabe, son ideas, situaciones, conceptos y pensamientos que se difunden y manifiestan por intermedio de textos e imágenes en las redes sociales.

El meme más repetido en un momento dado es “tema del día” (trending topic), y se equipara a los virus que sobreviven en tanto se mantienen saltando eficientemente de un huésped a otro, y solo mueren cuando la cadena de transmisión es rota. Estos “gérmenes cibernéticos” son capaces de contagiar bajo condiciones apropiadas a millones de seres humanos con la velocidad del resfriado común.

En las campañas presidenciales recientemente ocurridas, Yuawi, un pequeño de nueve años participante de programas como la Academia Kids, viralizó en las redes un spot de carácter político-electoral con el estribillo na na, na na, na na na na, que superó los tres millones de vistas. Hoy en día, parodias de esta canción se escuchan en varios países.

Ciertos memes, sin que se sepa el motivo ni la causa, sin importar opiniones a favor o en contra, y a pesar de los pronósticos, se mantienen en estado latente, prestos a revivir en cualquier instante y convertirse nuevamente en perseguidores de sus víctimas, como el Terminator de película.

Mucho se desconoce qué tan rápido se propaga un meme, qué tanto fervor inspira, qué tanto es el tiempo en que el huésped permanece infectado y qué tanta resistencia halla en la sociedad. El contagio masivo, capacidad de sobrevivencia y dificultad para erradicar estos conceptos son asuntos difíciles aun para las mentes más despiertas y educadas. No obstante, me gusta creer que las personas tenemos, al igual que el cuerpo humano, un sistema inmunitario y de defensa que nos protege de las cuitas y desventuras de la sociedad memética.

Finalmente, convengo en que el meme, “como descendiente tecnológico de un sistema social dado, replica a la sociedad que lo creó y alimentó” y, por lo tanto, solo es una llave más para agenciarse el poder, la fama y el éxito.

NOTA DEL DÍA: Lector, la actividad política se equipara a una cuenta bancaria -en el buen sentido de la palabra-, donde el capital crece mediante depósitos hechos con regularidad. Todo político empieza su desempeño en el cargo con una determinada cantidad de dinero en el banco, digámosle así, y los recursos de esa cuenta bancaria son las acciones limpias y transparentes que efectúa cada día. Toda acción positiva y democrática equivale a depósitos en la cuenta en mención y le añade al total que existe. Cada acción oscura y antidemocrática es como un retiro a la suma que se encuentra en el estado de cuenta. En el transcurso del tiempo, la totalidad de los actores políticos efectúan depósitos y retiros de esa cuenta que, según su manejo, está en números negros… o rojos. Si sus depósitos son iguales a sus retiros, su saldo (prestigio político) se conserva inalterable. Si sus depósitos exceden a sus retiros, la situación difícilmente puede ir mejor. Pero si los depósitos son menores a los retiros y se abusa de esto, el saldo estará en números rojos, sinónimo de un presente y futuro problemático. Si esto se convierte en un mal muy arraigado es necesario un triple o cuádruple esfuerzo en depósito de “moneda dura” (acciones genuinas y transparentes), para superar la quiebra política.

Si bien la política implica un correcto balance entre depósitos y retiros, insisto. El dilema es cuando los pretendidos depósitos comienzan a tener solo un valor aparente y temporal, como los cheques rebotados. De allí a la bancarrota definitiva, hay solo un paso.