/ lunes 30 de septiembre de 2019

Sucursal del Infierno

El consumo de vino es poco en nuestro país, quizás porque su ingesta, a diferencia de bebidas mucho más fuertes, como el ron, brandy, vodka y tequila, “no se sube tan rápido”.

Los vinos derivados de la uva se clasifican en cuatro grandes ramas: los de mesa, como el blanco y el tinto; los espumosos como el champagne; los generosos como el jerez y el oporto, y los aromatizados como los vermouths.

El vino es tan antiguo como la civilización, al igual que sus propiedades terapéuticas. En la antigua Grecia y la antigua Roma se celebraban sus propiedades curativas. Irónicamente, la decadencia del Imperio Romano, se dice, obedeció a la ingesta de vino en vasijas de plomo, metal que despedía residuos altamente tóxicos.

Hoy en dia, se aconseja la ingestion del vino con extrema moderación, a efecto de reducir estados tensionales y mejorar el ánimo. También se aconseja como diurético útil en patologías del riñón, y como vasodilatador para el sistema cardiovascular, todo bajo continua supervisión clínica. Otra virtud del vino es que contiene vitaminas y minerales, factor que lo convierte en buen alimento, siempre y cuando no se abuse de su consumo.

Hay que aclarar que el brandy es el resultado de la destilación de diez litros de vino, y en su proceso de elaboración pierde cualidades alimenticias y solamente actúa a manera de vasodilatador. Lo mismo pasa con el ron, vodka, ginebra y el pulque, los cuales resultan de la fermentación de cereales como el trigo, la cebada, la papa y el maguey, respectivamente. Por cierto el pulque, al que se le adjudican propiedades alimenticias extraordinarias, en realidad, al igual que otros etílicos fuertes, puede causar embrutecimiento y dependencia física y sicológica.

La ingestión de alcohol oculta un lado siniestro y muchas veces letal: el alcoholismo. Una vez que se cae en sus garras es complicado abandonarlo. Quienes en su desesperado intento por redimirse solicitan su ingreso al grupo de Alcohólicos Anónimos tienen alguna esperanza de salvación. Pero no hay garantía. Se calcula que el cincuenta por ciento de quienes ingresan a la organización AA renuncian a la bebida. El diez por ciento experimenta una recaída. Son datos escalofriantes, considerando que nuestro país ocupa el subcampeonato en número de alcohólicos, siendo nuestros vecinos del norte los primeros.

Resulta difícil saber quién caerá en las garras del alcoholismo, es parecido a adivinar quién obtendrá el número premiado entre cien o mil personas que adquieren un boleto en una rifa. Hay quienes rápidamente se deslizan hacia ese lugar que William Shakespere definió como La sucursal del Infierno.

El consumo de vino es poco en nuestro país, quizás porque su ingesta, a diferencia de bebidas mucho más fuertes, como el ron, brandy, vodka y tequila, “no se sube tan rápido”.

Los vinos derivados de la uva se clasifican en cuatro grandes ramas: los de mesa, como el blanco y el tinto; los espumosos como el champagne; los generosos como el jerez y el oporto, y los aromatizados como los vermouths.

El vino es tan antiguo como la civilización, al igual que sus propiedades terapéuticas. En la antigua Grecia y la antigua Roma se celebraban sus propiedades curativas. Irónicamente, la decadencia del Imperio Romano, se dice, obedeció a la ingesta de vino en vasijas de plomo, metal que despedía residuos altamente tóxicos.

Hoy en dia, se aconseja la ingestion del vino con extrema moderación, a efecto de reducir estados tensionales y mejorar el ánimo. También se aconseja como diurético útil en patologías del riñón, y como vasodilatador para el sistema cardiovascular, todo bajo continua supervisión clínica. Otra virtud del vino es que contiene vitaminas y minerales, factor que lo convierte en buen alimento, siempre y cuando no se abuse de su consumo.

Hay que aclarar que el brandy es el resultado de la destilación de diez litros de vino, y en su proceso de elaboración pierde cualidades alimenticias y solamente actúa a manera de vasodilatador. Lo mismo pasa con el ron, vodka, ginebra y el pulque, los cuales resultan de la fermentación de cereales como el trigo, la cebada, la papa y el maguey, respectivamente. Por cierto el pulque, al que se le adjudican propiedades alimenticias extraordinarias, en realidad, al igual que otros etílicos fuertes, puede causar embrutecimiento y dependencia física y sicológica.

La ingestión de alcohol oculta un lado siniestro y muchas veces letal: el alcoholismo. Una vez que se cae en sus garras es complicado abandonarlo. Quienes en su desesperado intento por redimirse solicitan su ingreso al grupo de Alcohólicos Anónimos tienen alguna esperanza de salvación. Pero no hay garantía. Se calcula que el cincuenta por ciento de quienes ingresan a la organización AA renuncian a la bebida. El diez por ciento experimenta una recaída. Son datos escalofriantes, considerando que nuestro país ocupa el subcampeonato en número de alcohólicos, siendo nuestros vecinos del norte los primeros.

Resulta difícil saber quién caerá en las garras del alcoholismo, es parecido a adivinar quién obtendrá el número premiado entre cien o mil personas que adquieren un boleto en una rifa. Hay quienes rápidamente se deslizan hacia ese lugar que William Shakespere definió como La sucursal del Infierno.