/ sábado 30 de enero de 2021

Tampico hermoso | Abogado

¿Te crees mucho porque eres abogado?, me dijo una persona de cuyo nombre no quiero acordarme. ¡Efectivamente! le contesté, y además de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.

Este incidente me trajo a mi memoria los inolvidables tiempos de estudiantes de leyes en la escuela oficial de derecho de Tamaulipas, antes de ser reconocida como Universidad Autónoma de Tamaulipas. Llevando como compañeros a los amigos que nunca olvidaré: Januario, Peñita, Torrijos, Hilton Orozco, Fernando Martínez, Juana Elena, Chelo Romo y Elvia.

Como no tenía un local, la escuela oficial de derecho rentó en varios lugares donde se nos daba clase. De los que me acuerdo un primer piso al lado del Edificio Corona de Petróleos Mexicanos, en las esquinas de las calles Cesar López de Lara y Salvador Díaz Mirón.

Más tarde una vieja construcción con patio en medio, ubicada en la Calle Francisco I. Madero, cerca de los conocidos baños Freige. Y finalmente en donde presenté mi examen profesional un local frente a los bomberos frente a la calle Salvador Díaz Mirón de la Familia Guerra ante cinco sinodales; entre ellos los Villarreal padre e hijo, el Lic. Severiano Guzmán Velázquez, Lic. Víctor Mayagoitia, en donde me fue tomada la protesta profesional.

"El jurado aquí reunido para evaluar sus conocimientos jurídicos lo ha considerado digno de recibir el Título en Derecho, que lo habilitará para desempeñar tan importante función, administrando justicia o ejerciendo, bajo la protección de nuestras libres instituciones, la profesión de consejero y director de quienes menos afortunados que usted, no poseen los conocimientos necesarios en la difícil ciencia del derecho.

En el ejercicio de profesión tan noble, que por sí sola puede elevarlo al rango de miembro selecto de la sociedad, tenga presente siempre que debe defender causas justas y que quien pone en sus manos, su fortuna, su honra y tal vez su vida, confía no solo en su saber, sino también y acaso más en su lealtad, discreción y honradez, estimando que será incapaz de anteponer a su interés legítimo, el personal, o sus pasiones.

Tampoco debe olvidar que la Universidad que le ha permitido este rango, es producto de un esfuerzo colectivo de la sociedad de que formamos parte, por lo que deberá Usted en consecuencia, amarla siempre y pagarle honradamente la deuda que para con ella tiene, sirviéndola de buena voluntad en cargos públicos, gratuitos o mal remunerados, aconsejando y defendiendo también al pobre y al desvalido, considerando que en el fondo de todo conflicto de interés particular hay una cuestión superior de interés público y social, a cuya solución deberá poner su ciencia y el prestigio de su profesión.

Como administrador de justicia, aplique la ley con serenidad, prudencia y rectitud, no olvidando que la ley escrita pocas veces alcanza la perfección buscada y que con frecuencia hay que moderar sus rigores, interpretándola humana y equitativamente, sirviéndose de ella como de un instrumento que le permita aplicar la justicia al caso concreto.

Por último, sea independiente en sus juicios, continúe estudiando mucho, que su ciencia es solo el resultado de la sabiduría de generaciones pasadas, pero una vez que haya penetrado en sus conocimientos, piense por sí mismo, pues solo así podrá contribuir al adelanto y profeso del saber humano.

Habiéndole recordado los principales deberes que le impondrá el título que ha recibido.

¿Protesta sinceramente que al ejercer la abogacía tomará como norma suprema de su conducta la justicia y la moral? Sí así lo hiciere que la sociedad, su conciencia y esta Universidad se lo premien y si no, se lo demanden".

¿Te crees mucho porque eres abogado?, me dijo una persona de cuyo nombre no quiero acordarme. ¡Efectivamente! le contesté, y además de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.

Este incidente me trajo a mi memoria los inolvidables tiempos de estudiantes de leyes en la escuela oficial de derecho de Tamaulipas, antes de ser reconocida como Universidad Autónoma de Tamaulipas. Llevando como compañeros a los amigos que nunca olvidaré: Januario, Peñita, Torrijos, Hilton Orozco, Fernando Martínez, Juana Elena, Chelo Romo y Elvia.

Como no tenía un local, la escuela oficial de derecho rentó en varios lugares donde se nos daba clase. De los que me acuerdo un primer piso al lado del Edificio Corona de Petróleos Mexicanos, en las esquinas de las calles Cesar López de Lara y Salvador Díaz Mirón.

Más tarde una vieja construcción con patio en medio, ubicada en la Calle Francisco I. Madero, cerca de los conocidos baños Freige. Y finalmente en donde presenté mi examen profesional un local frente a los bomberos frente a la calle Salvador Díaz Mirón de la Familia Guerra ante cinco sinodales; entre ellos los Villarreal padre e hijo, el Lic. Severiano Guzmán Velázquez, Lic. Víctor Mayagoitia, en donde me fue tomada la protesta profesional.

"El jurado aquí reunido para evaluar sus conocimientos jurídicos lo ha considerado digno de recibir el Título en Derecho, que lo habilitará para desempeñar tan importante función, administrando justicia o ejerciendo, bajo la protección de nuestras libres instituciones, la profesión de consejero y director de quienes menos afortunados que usted, no poseen los conocimientos necesarios en la difícil ciencia del derecho.

En el ejercicio de profesión tan noble, que por sí sola puede elevarlo al rango de miembro selecto de la sociedad, tenga presente siempre que debe defender causas justas y que quien pone en sus manos, su fortuna, su honra y tal vez su vida, confía no solo en su saber, sino también y acaso más en su lealtad, discreción y honradez, estimando que será incapaz de anteponer a su interés legítimo, el personal, o sus pasiones.

Tampoco debe olvidar que la Universidad que le ha permitido este rango, es producto de un esfuerzo colectivo de la sociedad de que formamos parte, por lo que deberá Usted en consecuencia, amarla siempre y pagarle honradamente la deuda que para con ella tiene, sirviéndola de buena voluntad en cargos públicos, gratuitos o mal remunerados, aconsejando y defendiendo también al pobre y al desvalido, considerando que en el fondo de todo conflicto de interés particular hay una cuestión superior de interés público y social, a cuya solución deberá poner su ciencia y el prestigio de su profesión.

Como administrador de justicia, aplique la ley con serenidad, prudencia y rectitud, no olvidando que la ley escrita pocas veces alcanza la perfección buscada y que con frecuencia hay que moderar sus rigores, interpretándola humana y equitativamente, sirviéndose de ella como de un instrumento que le permita aplicar la justicia al caso concreto.

Por último, sea independiente en sus juicios, continúe estudiando mucho, que su ciencia es solo el resultado de la sabiduría de generaciones pasadas, pero una vez que haya penetrado en sus conocimientos, piense por sí mismo, pues solo así podrá contribuir al adelanto y profeso del saber humano.

Habiéndole recordado los principales deberes que le impondrá el título que ha recibido.

¿Protesta sinceramente que al ejercer la abogacía tomará como norma suprema de su conducta la justicia y la moral? Sí así lo hiciere que la sociedad, su conciencia y esta Universidad se lo premien y si no, se lo demanden".