/ domingo 10 de mayo de 2020

Tampico hermoso | El centro

Quién nos diría. Como le dijo el Quijote a Pancho: “Con la iglesia hemos topado”. Así la sociedad entera del planeta, con el virus ha topado. Todavía me acuerdo del centro de nuestra bulliciosa ciudad, la Plaza de Armas, la de la Libertad, los mercados, las calles principales, pletóricas de gente contenta y alegre, haciendo compras innecesarias.

Ahora, silencio, desierto, vacío, desde la fiscal (Aquiles Serdán) y desde Altamira y Gochicoa, amables agentes te impiden el paso. Las bancas vacías, mauricio solo; lo único que vez y eso algunos nada más enmascarados por todas partes, tiendas, negocios, fijos y callejeros cerrados, gente comprando sí, pero apurada, preocupada. “¡Cuidado!, cumplamos cabal y estrictamente con las instrucciones, el virus ya avanza hacia su máxima fuerza de contaminación, permanezcamos recluidos, no arriesgarse por gusto, entendámoslo”. Como quiera el recuerdo nos queda del Tampico Hermoso, con sus tradicionales cafés, bulliciosos y alegres, mesas de amigos plenamente identificados, platicando en el Elite, de Carlos Arcelus, los Manzur, los Kauachi, Alvaro, Alejandro, y en una mesa del fondo Rudí, el “Indio”, Lobato, Neto, amigos de siempre.

Por la calle Aduana, en la esquina del Castor, cafetería Piter, del amigo Fernández, con sus habituales Luis Moral, Max, Picho, Nico, San Miguel, Jorge, “Payayo” y algunos más.

A un costado del Inglaterra, el Emir, famoso por su pan dulce, disfrutado por distinguidas plumas y críticas tampiqueñas, entre ellos, Alfonso de los Reyes.

Quién nos diría. Como le dijo el Quijote a Pancho: “Con la iglesia hemos topado”. Así la sociedad entera del planeta, con el virus ha topado. Todavía me acuerdo del centro de nuestra bulliciosa ciudad, la Plaza de Armas, la de la Libertad, los mercados, las calles principales, pletóricas de gente contenta y alegre, haciendo compras innecesarias.

Ahora, silencio, desierto, vacío, desde la fiscal (Aquiles Serdán) y desde Altamira y Gochicoa, amables agentes te impiden el paso. Las bancas vacías, mauricio solo; lo único que vez y eso algunos nada más enmascarados por todas partes, tiendas, negocios, fijos y callejeros cerrados, gente comprando sí, pero apurada, preocupada. “¡Cuidado!, cumplamos cabal y estrictamente con las instrucciones, el virus ya avanza hacia su máxima fuerza de contaminación, permanezcamos recluidos, no arriesgarse por gusto, entendámoslo”. Como quiera el recuerdo nos queda del Tampico Hermoso, con sus tradicionales cafés, bulliciosos y alegres, mesas de amigos plenamente identificados, platicando en el Elite, de Carlos Arcelus, los Manzur, los Kauachi, Alvaro, Alejandro, y en una mesa del fondo Rudí, el “Indio”, Lobato, Neto, amigos de siempre.

Por la calle Aduana, en la esquina del Castor, cafetería Piter, del amigo Fernández, con sus habituales Luis Moral, Max, Picho, Nico, San Miguel, Jorge, “Payayo” y algunos más.

A un costado del Inglaterra, el Emir, famoso por su pan dulce, disfrutado por distinguidas plumas y críticas tampiqueñas, entre ellos, Alfonso de los Reyes.