Como todos los años desde que llegamos del Salvador con mi familia, venían las ansiadas vacaciones, aunque ahora ya no estoy muy seguro de cuándo. Por aquello de la pandemia y los semáforos, no sé si comienzan o terminan las clases en julio y agosto, en la escuela, en la casa o en el autobús.
Mis hermanas del Tamaulipas y yo del Félix; nos preparábamos para el viaje al D.F., con las tías en la colonia Roma. Recuerdo las calles Zacatecas y Córdoba. Empezaban los preparativos de cada quien, con sus belices arreglando sus cosas. Mi papá mandaba revisar el coche, todavía me acuerdo un “Hudson” negro 4 puertas, que nos llevaba a México.
Salíamos temprano a las 7:00 am, por la carretera a Valles, no sin antes pasar por Tamós, la “Y” de Pánuco, ya en el estado de San Luis, Ébano y Tamuín; el famoso pueblo de Xilitla con su extraño Hotel debido a la imaginación de Edward James. Antes de la desviación a Valles a unos cuantos kilómetros el Hotel Taninul, tranquilo lugar de descanso muy visitado por sus aguas sulfurosas.
En algunas ocasiones por salir tarde, dormíamos en Valles o nos seguíamos hacia Tamazunchale, hermoso pueblo de la Huasteca Potosina, en donde empezaba la peligrosa pero atractiva sierra, pasando por Zimapan, Zacualtipan, Ixmiquilpan y México, D.F. (Pido una disculpa si me equivoco en los lugares).
En México las tías nos esperaban, Clementina, Cordelia y Eda, siempre sonrientes y amorosas.
Empezaba con ellas sobre todo con la tía Cordelia en su viejo Chevy, recorridos, inevitable el Bosque de Chapultepec y su hermoso Castillo. Museos y la obligada salida a Cuernavaca y sus balnearios que nunca olvidaré.