/ sábado 26 de enero de 2019

Todos los tripulantes del barco

Lector, el juego de ajedrez fue mi distracción por un tiempo.

Hoy no soporto el amago de alfiles, torres y caballos ni aceptar este hecho con fingida elegancia. El sonido de una pieza al chocar contra el tablero me despierta una suerte de agobio. Después de todo, ya no hay manera de vencer a máquinas capaces de realizar cientos de millones de movimientos por segundo. Y en el ciberespacio, “On line”, nadan las grandes “ballenas blancas” de la Inteligencia Artificial (IP), capaces de vencer no solo a los peores jugadores del llamado deporte ciencia -como quien esto escribe-, sino finalmente aniquilar a “todos los hombres del barco”, como cita Herman Melville en su novela Moby Dick.

NOTA DEL DIA.- Lo que nos permite examinar la tónica, la dinámica, la caracterización de un régimen; además de sus instituciones y estructura partidista es la manera en que los partidos políticos están obligados a establecer y cumplir los procedimientos democráticos inscritos en la Constitución. Si el orden partidista es fuerte, vigoroso e independiente y se establece del lado del bien y del respeto, se habla de un sistema político abierto, apegado a la transparencia y rendición de cuentas, sinónimo de lo que se da en llamar la democracia; pero, si este orden partidista se presenta débil, confuso y proclive a las sospechas y ataques personales, el sistema tiende a ser autoritario, aun por sobre las consideraciones jurídicas que surjan.

Al asumir que los partidos tienen entre sus fines “el promover la participación del pueblo en la vida democrática”, se desprende con toda naturalidad que si el sistema político mexicano debe ser democrático y los partidos han de promover la vida democrática, entonces la vida interna de estos debe regirse por los mismos principios. En este orden de ideas el apego a la Constitución, insisto, es de gran trascendencia, por no decir que indispensable, pues tiene por virtud terminar con los actos de rapiña política y económica; ya que propicia el respeto, la armonía y, por ende, la paz social; asimismo, aumenta la fe en la democracia, porque da certeza del total rechazo a cualquier tipo de imposición.

La perspectiva es que se acaben los procesos políticos hechos a la medida y surja una toma de conciencia para crear una nueva generación de dirigentes que se dediquen a conciliar las necesidades económicas y sociales de la población. En esto, los métodos para seleccionar a los candidatos deben alejarse de cualquier sospecha de que se trata de una imposicion, de un dedazo, de una designación arbitraria o cualquier otra modalidad de naturaleza análoga. Estos actos deben fundamentarse en procesos democráticos para ejemplificar las buenas intenciones que se proclaman.

Mal se verá cualquier partido de ahora en adelante, al exigir la vigencia de sistemas electorales democráticos para llevar la competencia con sus pares si, a su vez, al interior y al exterior de sus organizaciones desconocen y aplastan a la propia democracia. Esto es un verdadero cambio.

Lector, el juego de ajedrez fue mi distracción por un tiempo.

Hoy no soporto el amago de alfiles, torres y caballos ni aceptar este hecho con fingida elegancia. El sonido de una pieza al chocar contra el tablero me despierta una suerte de agobio. Después de todo, ya no hay manera de vencer a máquinas capaces de realizar cientos de millones de movimientos por segundo. Y en el ciberespacio, “On line”, nadan las grandes “ballenas blancas” de la Inteligencia Artificial (IP), capaces de vencer no solo a los peores jugadores del llamado deporte ciencia -como quien esto escribe-, sino finalmente aniquilar a “todos los hombres del barco”, como cita Herman Melville en su novela Moby Dick.

NOTA DEL DIA.- Lo que nos permite examinar la tónica, la dinámica, la caracterización de un régimen; además de sus instituciones y estructura partidista es la manera en que los partidos políticos están obligados a establecer y cumplir los procedimientos democráticos inscritos en la Constitución. Si el orden partidista es fuerte, vigoroso e independiente y se establece del lado del bien y del respeto, se habla de un sistema político abierto, apegado a la transparencia y rendición de cuentas, sinónimo de lo que se da en llamar la democracia; pero, si este orden partidista se presenta débil, confuso y proclive a las sospechas y ataques personales, el sistema tiende a ser autoritario, aun por sobre las consideraciones jurídicas que surjan.

Al asumir que los partidos tienen entre sus fines “el promover la participación del pueblo en la vida democrática”, se desprende con toda naturalidad que si el sistema político mexicano debe ser democrático y los partidos han de promover la vida democrática, entonces la vida interna de estos debe regirse por los mismos principios. En este orden de ideas el apego a la Constitución, insisto, es de gran trascendencia, por no decir que indispensable, pues tiene por virtud terminar con los actos de rapiña política y económica; ya que propicia el respeto, la armonía y, por ende, la paz social; asimismo, aumenta la fe en la democracia, porque da certeza del total rechazo a cualquier tipo de imposición.

La perspectiva es que se acaben los procesos políticos hechos a la medida y surja una toma de conciencia para crear una nueva generación de dirigentes que se dediquen a conciliar las necesidades económicas y sociales de la población. En esto, los métodos para seleccionar a los candidatos deben alejarse de cualquier sospecha de que se trata de una imposicion, de un dedazo, de una designación arbitraria o cualquier otra modalidad de naturaleza análoga. Estos actos deben fundamentarse en procesos democráticos para ejemplificar las buenas intenciones que se proclaman.

Mal se verá cualquier partido de ahora en adelante, al exigir la vigencia de sistemas electorales democráticos para llevar la competencia con sus pares si, a su vez, al interior y al exterior de sus organizaciones desconocen y aplastan a la propia democracia. Esto es un verdadero cambio.