/ domingo 12 de julio de 2020

Tramoya | La Gaviota, de Chejov

Estrenada esa noche en el teatro Alexandrinsky de San Petersburgo en 1896, La Gaviota había terminado en rotundo fracaso. Su autor, Anton Chejov (tuberculoso y enfermo del corazón), preso de una terrible depresión, caminaba sin abrigo bajo la nieve, recordando cómo el público había abandonado la sala, después de abuchear a los actores y a su obra...

El 17 de diciembre de 1898, en el Teatro de Arte de Moscú, estaba a punto de llevarse nuevamente a escena La Gaviota. En los camerinos existía gran tensión. Por un lado, los actores se encontraban extremadamente nerviosos, por la idea de que los asistentes no entendieran la obra. Por otro lado, era el cuarto trabajo de la compañía. Stanislavski y Danchenko, sus directores, necesitaban a toda costa un éxito de taquilla, pues sus anteriores puestas en escena habían tenido poca aceptación. Y, por si fuera poco, Anton Chejov, en casa, se encontraba muy agitado, consecutivamente preguntándose cómo había sido convencido por su amigo Danchenko de haber aceptado revivir otra vez La Gaviota.

La función dio inicio. Las acciones se desarrollan en una casa de campo propiedad de Sorin, ubicada junto a un hermoso lago, el cual es visitado por gaviotas. La obra abarca tragedias personales, deseos insatisfechos, experiencias de vida que no son aprendidas por sus habitantes. Arkadina es una actriz madura, superficial y egoísta que gusta de recibir toda suerte de halagos y atenciones. Soria (en los últimos años de vida), hermano mayor de Arkadina, casi siempre habla de lo que hubiera deseado hacer de joven, y no realizo. Treplev, joven inexperto, hijo de Arkadina, desea instaurar nuevas formas de representación teatral (además enamorado de Nina). Nina, hermosa joven que tiene la ilusión de ser actriz. Trigorin, escritor de gran éxito, pero cansado de su fama, sólo anhela una vida común. Masha, hija del administrador de la finca, enamorada de Treplev, el cual al término de la obra se suicida por el amor no correspondido que siente hacia Nina, quien a su vez es enamorada y dejada por Trigorin, para terminar, buscando fama como actriz en los pueblos olvidados de la Rusia de finales del siglo XIX.

El teatro chejoviano centra su temática en la banalidad cotidiana y en la rutina. “Los hombres comen, duermen, fuman, y dicen banalidades, y sin embargo se destruyen”, decía Chejov. Otro rasgo importante en este autor es que sus personajes no son estereotipos de héroes y villanos, sino seres capaces de amar y odiar al mismo tiempo. “Se exige -decía Chejov- que el héroe y la heroína sean dramáticamente vigorosos. Pero en la vida la gente no se suicida, no se ahorca, no se enamora, ni dice cosas geniales a cada minuto. Pasa la mayor parte del tiempo comiendo, bebiendo… o diciendo tonterías… La vida en escena debe ser lo que es en realidad, y la gente, por tanto, debe andar naturalmente y no sobre zancos”.

La combinación Teatro de Arte de Moscú (entiéndase Stainslavski-Danchenko) y Anton Chejov trajo gloria y riqueza (aunque Chejov ya era un reconocido escritor de cuentos excepcionales que buscó en sus últimos años acercarse al teatro). De esta formidable dupla surgieron tres obras más: El Tío Vania (1899), única pieza que no tiene a la muerte como eje, nadie se suicida o muere; Las Tres Hermanas (1901), y El Jardín de los Cerezos, la cual se estrenó tres meses antes de morir prematuramente en 1904.

Vladimir Nemerovich Danchenko, años después de morir Chejov, declaró: “Construyó las bases de un teatro moderno, por eso pasó mucho tiempo antes de que lográramos capturar la sutil textura de su trabajo; quizás el teatro lo trató con demasiada rudeza”.

Estrenada esa noche en el teatro Alexandrinsky de San Petersburgo en 1896, La Gaviota había terminado en rotundo fracaso. Su autor, Anton Chejov (tuberculoso y enfermo del corazón), preso de una terrible depresión, caminaba sin abrigo bajo la nieve, recordando cómo el público había abandonado la sala, después de abuchear a los actores y a su obra...

El 17 de diciembre de 1898, en el Teatro de Arte de Moscú, estaba a punto de llevarse nuevamente a escena La Gaviota. En los camerinos existía gran tensión. Por un lado, los actores se encontraban extremadamente nerviosos, por la idea de que los asistentes no entendieran la obra. Por otro lado, era el cuarto trabajo de la compañía. Stanislavski y Danchenko, sus directores, necesitaban a toda costa un éxito de taquilla, pues sus anteriores puestas en escena habían tenido poca aceptación. Y, por si fuera poco, Anton Chejov, en casa, se encontraba muy agitado, consecutivamente preguntándose cómo había sido convencido por su amigo Danchenko de haber aceptado revivir otra vez La Gaviota.

La función dio inicio. Las acciones se desarrollan en una casa de campo propiedad de Sorin, ubicada junto a un hermoso lago, el cual es visitado por gaviotas. La obra abarca tragedias personales, deseos insatisfechos, experiencias de vida que no son aprendidas por sus habitantes. Arkadina es una actriz madura, superficial y egoísta que gusta de recibir toda suerte de halagos y atenciones. Soria (en los últimos años de vida), hermano mayor de Arkadina, casi siempre habla de lo que hubiera deseado hacer de joven, y no realizo. Treplev, joven inexperto, hijo de Arkadina, desea instaurar nuevas formas de representación teatral (además enamorado de Nina). Nina, hermosa joven que tiene la ilusión de ser actriz. Trigorin, escritor de gran éxito, pero cansado de su fama, sólo anhela una vida común. Masha, hija del administrador de la finca, enamorada de Treplev, el cual al término de la obra se suicida por el amor no correspondido que siente hacia Nina, quien a su vez es enamorada y dejada por Trigorin, para terminar, buscando fama como actriz en los pueblos olvidados de la Rusia de finales del siglo XIX.

El teatro chejoviano centra su temática en la banalidad cotidiana y en la rutina. “Los hombres comen, duermen, fuman, y dicen banalidades, y sin embargo se destruyen”, decía Chejov. Otro rasgo importante en este autor es que sus personajes no son estereotipos de héroes y villanos, sino seres capaces de amar y odiar al mismo tiempo. “Se exige -decía Chejov- que el héroe y la heroína sean dramáticamente vigorosos. Pero en la vida la gente no se suicida, no se ahorca, no se enamora, ni dice cosas geniales a cada minuto. Pasa la mayor parte del tiempo comiendo, bebiendo… o diciendo tonterías… La vida en escena debe ser lo que es en realidad, y la gente, por tanto, debe andar naturalmente y no sobre zancos”.

La combinación Teatro de Arte de Moscú (entiéndase Stainslavski-Danchenko) y Anton Chejov trajo gloria y riqueza (aunque Chejov ya era un reconocido escritor de cuentos excepcionales que buscó en sus últimos años acercarse al teatro). De esta formidable dupla surgieron tres obras más: El Tío Vania (1899), única pieza que no tiene a la muerte como eje, nadie se suicida o muere; Las Tres Hermanas (1901), y El Jardín de los Cerezos, la cual se estrenó tres meses antes de morir prematuramente en 1904.

Vladimir Nemerovich Danchenko, años después de morir Chejov, declaró: “Construyó las bases de un teatro moderno, por eso pasó mucho tiempo antes de que lográramos capturar la sutil textura de su trabajo; quizás el teatro lo trató con demasiada rudeza”.