/ domingo 8 de marzo de 2020

Tramoya | La soledad de espíritu


En alguna ocasión leí una frase del escritor Og Mandino (1923-1996) que decía: “Las únicas personas que no tienen problemas son aquellas que se encuentran en los panteones”.

Es muy cierto, desde tiempos remotos el hombre ha sorteado infinidad de situaciones que en un principio parecían desconocidas e insalvables como cazar grandes mamíferos, hacer uso del fuego, no espantarse con los relámpagos en las noches oscuras. Tiempo después, aplicando valentía y paciencia, pudo derrotar toda suerte de adversidades.

Hoy en día esas dificultades han cambiado, hemos conquistado la Luna y enviado sondas a Marte, pero en cambio parece ser que abrimos una brecha en nuestro interior. Ahora nuestras vicisitudes no son tanto de tipo exterior como de tipo personal. Al parecer estamos dejando crecer un vacío en nuestra alma, que buscamos satisfacer a toda costa con detalles como son coches último modelo, grandes casas, costosas joyas, todo lo que sea necesario para hacernos sentir bien, aunque esto sea momentáneo; ya después, pasada la adrenalina de esos placeres, vuelve a resurgir con mayor ímpetu la soledad de espíritu.

Todas las respuestas del hombre se encuentran en su interior, ahí es donde nacen los verdaderos milagros y es en ese lugar donde se debe cuestionar él porqué del vacío. Si pudiéramos encontrar la pasión necesaria para vivir la vida, no tardaríamos en darnos cuenta de que la única vida que tenemos es la que estamos viviendo; por ello, debemos estar conscientes que el hombre solo cuenta con una meta que es alcanzar en esta tierra su propia grandeza. Cierta vez un burro cayó en un pozo, el campesino decidió que el animal estaba viejo y que el pozo debía ser tapado porque estaba seco, así que no valía la pena rescatarlo.

De manera que tomó una pala y empezó a tirar tierra al hoyo. En principios el burro se desesperó pavorosamente, después quedó en completa calma. El campesino finalmente observó el fondo del hoyo y notó algo increíble: que, a cada palada de tierra, el borrico se sacudía la tierra y daba un paso. El hombre se sorprendió por el esfuerzo lleno de heroicidad y coraje del burro que le permitió llegar hasta la boca del pozo y pasar por encima del borde para salir trotando con toda libertad. Todo problema que encuentres a tu paso tiene solución, solo es cuestión de no dejar caer el corazón y enfrentar cualquier suceso con alegría redoblada.

Hace unos años el multipremiado entrenador de futbol Josep Guardiola ofreció una conferencia invitado por la Fundación Telmex en la Ciudad de México donde manifestó la importancia de encontrar la pasión en la vida: “Desde pequeño fui afortunado porque en mi ciudad Cataluña un día me topé con un balón de fut-bol, cuando lo pateé conocí que futbolista era lo que yo quería ser en la vida y no la profesión de albañil que mi padre me estaba enseñando. De esa manera encontré mi pasión por la vida”.

Encuentra tu pasión, encuentra eso que mueve tus fibras, que te impulsa a levantarte cuando te sientas derrotado. Posee esa llama interna que excita a la aventura, esa energía que impulsa los sentidos más profundos de nuestro espíritu. Cuando la hagas tuya, habrás conseguido algo que no todos adquieren en la vida y que pasan largos años perdidos en su búsqueda, que es la verdadera pasión por la vida, ese dorado halo de alegría interna que ilumina no solo tu corazón, sino que vuelve armónico el ser y hacer del hombre. Que lo hace caminar libre, pleno, fuerte para vencer todos los escollos del mundo.


En alguna ocasión leí una frase del escritor Og Mandino (1923-1996) que decía: “Las únicas personas que no tienen problemas son aquellas que se encuentran en los panteones”.

Es muy cierto, desde tiempos remotos el hombre ha sorteado infinidad de situaciones que en un principio parecían desconocidas e insalvables como cazar grandes mamíferos, hacer uso del fuego, no espantarse con los relámpagos en las noches oscuras. Tiempo después, aplicando valentía y paciencia, pudo derrotar toda suerte de adversidades.

Hoy en día esas dificultades han cambiado, hemos conquistado la Luna y enviado sondas a Marte, pero en cambio parece ser que abrimos una brecha en nuestro interior. Ahora nuestras vicisitudes no son tanto de tipo exterior como de tipo personal. Al parecer estamos dejando crecer un vacío en nuestra alma, que buscamos satisfacer a toda costa con detalles como son coches último modelo, grandes casas, costosas joyas, todo lo que sea necesario para hacernos sentir bien, aunque esto sea momentáneo; ya después, pasada la adrenalina de esos placeres, vuelve a resurgir con mayor ímpetu la soledad de espíritu.

Todas las respuestas del hombre se encuentran en su interior, ahí es donde nacen los verdaderos milagros y es en ese lugar donde se debe cuestionar él porqué del vacío. Si pudiéramos encontrar la pasión necesaria para vivir la vida, no tardaríamos en darnos cuenta de que la única vida que tenemos es la que estamos viviendo; por ello, debemos estar conscientes que el hombre solo cuenta con una meta que es alcanzar en esta tierra su propia grandeza. Cierta vez un burro cayó en un pozo, el campesino decidió que el animal estaba viejo y que el pozo debía ser tapado porque estaba seco, así que no valía la pena rescatarlo.

De manera que tomó una pala y empezó a tirar tierra al hoyo. En principios el burro se desesperó pavorosamente, después quedó en completa calma. El campesino finalmente observó el fondo del hoyo y notó algo increíble: que, a cada palada de tierra, el borrico se sacudía la tierra y daba un paso. El hombre se sorprendió por el esfuerzo lleno de heroicidad y coraje del burro que le permitió llegar hasta la boca del pozo y pasar por encima del borde para salir trotando con toda libertad. Todo problema que encuentres a tu paso tiene solución, solo es cuestión de no dejar caer el corazón y enfrentar cualquier suceso con alegría redoblada.

Hace unos años el multipremiado entrenador de futbol Josep Guardiola ofreció una conferencia invitado por la Fundación Telmex en la Ciudad de México donde manifestó la importancia de encontrar la pasión en la vida: “Desde pequeño fui afortunado porque en mi ciudad Cataluña un día me topé con un balón de fut-bol, cuando lo pateé conocí que futbolista era lo que yo quería ser en la vida y no la profesión de albañil que mi padre me estaba enseñando. De esa manera encontré mi pasión por la vida”.

Encuentra tu pasión, encuentra eso que mueve tus fibras, que te impulsa a levantarte cuando te sientas derrotado. Posee esa llama interna que excita a la aventura, esa energía que impulsa los sentidos más profundos de nuestro espíritu. Cuando la hagas tuya, habrás conseguido algo que no todos adquieren en la vida y que pasan largos años perdidos en su búsqueda, que es la verdadera pasión por la vida, ese dorado halo de alegría interna que ilumina no solo tu corazón, sino que vuelve armónico el ser y hacer del hombre. Que lo hace caminar libre, pleno, fuerte para vencer todos los escollos del mundo.