/ viernes 15 de febrero de 2019

Triste puedo estar solo; para estar alegre, necesito compañía

Un hermano puede no ser amigo, pero un amigo será siempre un hermano.

Qué mejor regalo del Día de la Amistad podía haber dado Lainez a sus amigos mexicanos. El juego estaba encendido, y mientras que los narradores ponderaban los beneficios que a los franceses les otorga la renuncia a la posesión del balón, nosotros recordábamos al Brasil de Pelé que, todo lo contrario, sustentaba su gloria de la maravillosa habilidad de no perder la tenencia de la pelota, que este día, a partir del ingreso de Lainez al partido, fue totalmente propiedad del Betis. Deberá pasar algún tiempo, para que reaccionemos igual que cuando juega el Real Madrid, que nos tiene acostumbrados a premiar con triunfos nuestra paciencia, esto cuando encontrándose abajo en el marcador y estando ya para escuchar el silbatazo final, se presenta el gol salvador. Y hoy, cuando el balón y el suelo francés están en poder de los béticos, el gol que es inminente, no acaba de llegar, lo que dio más alegría al momento en que Lainez controla y, sin dejar caer el balón, lo prende en volea para enviarlo al rincón de los milagros, que puso un moño a lo que en 2-3 ya era un regalo.

Pero, igual que decía el francés Premio Nobel Albert Camus, que el goleador es siempre el poeta del equipo, el mérito del muchacho mexicano se fincó en el momento que entró como revulsivo para levantar el ánimo del equipo, aturdido por un mal inicio que los puso 0-2 cuando solo se habían jugado 10 minutos. Canales, Giovani Locelso y Joaquín Sánchez, piezas fundamentales de la máquina bética, no lograban retener el poco entusiasmo que los franceses les habían dejado y hasta Joaquín, capitán y generador de la alegría del grupo, se veía mal encarado.

A los dos minutos de juego, Adrien Hundu había puesto el uno a cero, y cuando aún no asimilábamos lo ocurrido, viene un autogol de Javi García, en ese momento el Rennes es un equipo incontenible que prácticamente se apodera de las acciones, hasta que al minuto 26, Junior se lesiona y ha de abandonar el terreno de juego. En ese momento, Quique Setién muestra que no vino a defenderse, así, en lugar de cambiar hombre por hombre (defensa por defensa), atrasa a Guardado para que cubra la defensa izquierda e ingresa a Diego Lainez como medio por izquierda.

Eso levantó al equipo, que al minuto 32 Giovani Locelso puso número a la casa marcando el primero para el visitante. Apareció entonces un Betis con los mismos colores verdiblanco, pero con la alegría que les estaba faltando, ahora eran otros y, este cambio afectó incluso a los revolucionados franceses que, refugiándose en su redil, intentaron interrumpir el nuevo ritmo de rumba flamenca al que ahora estaban siendo sometidos, logrando sin embargo circunstancialmente, antes del fin de la primera parte, ampliar aún más su ventaja, cuando al parecer Guardado tocó el balón con la mano, para que Hatem Ben Arfa cobrara desde los 11 metros poniendo aquello 1-3, esto cuando se jugaba tiempo de reposición.

Si ya antes de terminar la primera parte el Betis se había apoderado del balón y el terreno de juego, ahora ocurría lo que dije al principio, se sentía la inminente caída del gol bético, hasta que una falta marcada a Rennes a 40 metros de su arco fue cobrada magistralmente por Joaquín, para que con la sensibilidad de los que saben, trazara un arco directo a donde el brasileño Sidney Rechel conectó con la cabeza el clásico saludo de Pelé y dejar en uno la diferencia. Era el minuto 62 y con el dominio pleno y a un gol de diferencia, todo había cambiado.

Ahora, Canales, el hombre más importante del Betis, ya no se encontraba solo, pues Lainez mantenía ocupado a todo el sistema defensivo francés, apareciendo por izquierda llegando hasta el fondo, concretando siempre sus avances, y aparecer de inmediato por la banda contraria haciendo imposible su marcación. Pero todo aquello que nos mantenía en suspenso, esperando con ansia el inminente gol que no acababa de concretarse traduciéndose en una interminable lista de tiros de esquina, hasta que en una de tantas, el balón llega hasta Lainez, que rodeado de buenos y malos, se da tiempo para controlar y sin dejar botar el balón, engancharlo para que saliera un tiro raso que se coló hasta parar en el fondo de las redes de los desangelados franceses. Si anotar un gol como visitante ayuda mucho en el partido de vuelta, anotar tres nos presenta al siguiente juego como un mero trámite para pasar a la siguiente ronda pero, claro, hay que jugarlo.

Con la escasez de noticias gratas procedentes de Europa, en donde el más destacado sigue siendo Raúl Jiménez, ya que Lozano de pronto ha callado sus cañones, que Lainez se alce hoy como el salvador del Betis, al facilitarle el camino hacia el siguiente paso para superar los dieciseisavos de final de la Europa League, resulta bastante reconfortante, en este Día de la Amistad, en la que Lainez, igual que a sus compañeros, nos proporcionó una extensión de la alegría, justo en el día en la que es indispensable.

Hasta pronto amigo.

Un hermano puede no ser amigo, pero un amigo será siempre un hermano.

Qué mejor regalo del Día de la Amistad podía haber dado Lainez a sus amigos mexicanos. El juego estaba encendido, y mientras que los narradores ponderaban los beneficios que a los franceses les otorga la renuncia a la posesión del balón, nosotros recordábamos al Brasil de Pelé que, todo lo contrario, sustentaba su gloria de la maravillosa habilidad de no perder la tenencia de la pelota, que este día, a partir del ingreso de Lainez al partido, fue totalmente propiedad del Betis. Deberá pasar algún tiempo, para que reaccionemos igual que cuando juega el Real Madrid, que nos tiene acostumbrados a premiar con triunfos nuestra paciencia, esto cuando encontrándose abajo en el marcador y estando ya para escuchar el silbatazo final, se presenta el gol salvador. Y hoy, cuando el balón y el suelo francés están en poder de los béticos, el gol que es inminente, no acaba de llegar, lo que dio más alegría al momento en que Lainez controla y, sin dejar caer el balón, lo prende en volea para enviarlo al rincón de los milagros, que puso un moño a lo que en 2-3 ya era un regalo.

Pero, igual que decía el francés Premio Nobel Albert Camus, que el goleador es siempre el poeta del equipo, el mérito del muchacho mexicano se fincó en el momento que entró como revulsivo para levantar el ánimo del equipo, aturdido por un mal inicio que los puso 0-2 cuando solo se habían jugado 10 minutos. Canales, Giovani Locelso y Joaquín Sánchez, piezas fundamentales de la máquina bética, no lograban retener el poco entusiasmo que los franceses les habían dejado y hasta Joaquín, capitán y generador de la alegría del grupo, se veía mal encarado.

A los dos minutos de juego, Adrien Hundu había puesto el uno a cero, y cuando aún no asimilábamos lo ocurrido, viene un autogol de Javi García, en ese momento el Rennes es un equipo incontenible que prácticamente se apodera de las acciones, hasta que al minuto 26, Junior se lesiona y ha de abandonar el terreno de juego. En ese momento, Quique Setién muestra que no vino a defenderse, así, en lugar de cambiar hombre por hombre (defensa por defensa), atrasa a Guardado para que cubra la defensa izquierda e ingresa a Diego Lainez como medio por izquierda.

Eso levantó al equipo, que al minuto 32 Giovani Locelso puso número a la casa marcando el primero para el visitante. Apareció entonces un Betis con los mismos colores verdiblanco, pero con la alegría que les estaba faltando, ahora eran otros y, este cambio afectó incluso a los revolucionados franceses que, refugiándose en su redil, intentaron interrumpir el nuevo ritmo de rumba flamenca al que ahora estaban siendo sometidos, logrando sin embargo circunstancialmente, antes del fin de la primera parte, ampliar aún más su ventaja, cuando al parecer Guardado tocó el balón con la mano, para que Hatem Ben Arfa cobrara desde los 11 metros poniendo aquello 1-3, esto cuando se jugaba tiempo de reposición.

Si ya antes de terminar la primera parte el Betis se había apoderado del balón y el terreno de juego, ahora ocurría lo que dije al principio, se sentía la inminente caída del gol bético, hasta que una falta marcada a Rennes a 40 metros de su arco fue cobrada magistralmente por Joaquín, para que con la sensibilidad de los que saben, trazara un arco directo a donde el brasileño Sidney Rechel conectó con la cabeza el clásico saludo de Pelé y dejar en uno la diferencia. Era el minuto 62 y con el dominio pleno y a un gol de diferencia, todo había cambiado.

Ahora, Canales, el hombre más importante del Betis, ya no se encontraba solo, pues Lainez mantenía ocupado a todo el sistema defensivo francés, apareciendo por izquierda llegando hasta el fondo, concretando siempre sus avances, y aparecer de inmediato por la banda contraria haciendo imposible su marcación. Pero todo aquello que nos mantenía en suspenso, esperando con ansia el inminente gol que no acababa de concretarse traduciéndose en una interminable lista de tiros de esquina, hasta que en una de tantas, el balón llega hasta Lainez, que rodeado de buenos y malos, se da tiempo para controlar y sin dejar botar el balón, engancharlo para que saliera un tiro raso que se coló hasta parar en el fondo de las redes de los desangelados franceses. Si anotar un gol como visitante ayuda mucho en el partido de vuelta, anotar tres nos presenta al siguiente juego como un mero trámite para pasar a la siguiente ronda pero, claro, hay que jugarlo.

Con la escasez de noticias gratas procedentes de Europa, en donde el más destacado sigue siendo Raúl Jiménez, ya que Lozano de pronto ha callado sus cañones, que Lainez se alce hoy como el salvador del Betis, al facilitarle el camino hacia el siguiente paso para superar los dieciseisavos de final de la Europa League, resulta bastante reconfortante, en este Día de la Amistad, en la que Lainez, igual que a sus compañeros, nos proporcionó una extensión de la alegría, justo en el día en la que es indispensable.

Hasta pronto amigo.