/ lunes 11 de febrero de 2019

Un clásico del cine: El halcón maltés

Un clásico del cine: El halcón maltés

El auge por hacer cine en México crece de manera exponencial.

Desde talleres, diplomados, cursos y otras variedades de la enseñanza del cine pululan a lo largo y ancho del país. Y Tampico no es la excepción.

Yo mismo soy maestro de posgrado de cine en la Universidad Veracruzana y he advertido que a los cursantes les falta una cosa indispensable: ver a los clásicos del séptimo arte.

Uno de esos filmes clásicos es El halcón maltés/ EUA- 1941, de John Huston, considerado el fundador del cine noir. Cuando el detective Sam Spade/ Humphrey Bogart escucha atento, sentado y de espaldas a la cámara, los acres reclamos entre Brigid (Mary Astor) y Joel Cairo/ Peter Lorre, cómplices en el tráfico del halcón que le da título al filme, estamos ante un momento supremo del cine noir por sus concatenaciones morales.

Tanto Brigid como Joel Cairo presuponen activar una palanca de corrupción en el detective, sólo que los bosquejos emocionales de éste ya han estallado en otra disyuntiva púdica: el sorteo del misterioso asesinato de su socio Asher, al que engañaba con su mujer.

John Huston plantea un poderoso andamiaje de minisenderos morales en El halcón maltés, su ópera prima y una de las más famosas del cine mundial, a setenta años de su estreno. Y es que a lo largo del filme no acudimos a un festín de alarde de movimientos de cámaras ni de sofisticación estilística; Huston emplea los recursos técnicos para resaltar la condición deshonesta de los personajes bajo una premisa identificable: la frustración que, de hecho, sería una de las constantes de su cine (el ejemplo más claro se aprecia en el final de su celebrada El tesoro de la Sierra Madre/ 1947).

“Cuando matan a alguien de tu organización no es recomendable dejar suelto al asesino”, con esta frase Sam Spade pareciera dejar cimentadas las bases del cine noir en cuanto a su hálito subyacente: la pesquisa.

El halcón maltés es una pieza de relojería fílmica: todo funciona en razón de un asunto central, encontrar la estatuilla llena de joyas, pero con la óptica clara de recrear y ajustar un microcosmos de seres oscuros, osados y melancólicos (de ahí que resulta estupendo Peter Lorre).

Huston ha dejado un filme imperecedero, acabado, sin mácula donde la frase de Spade “the stuff that dreams are made of” (el material con que se hacen los sueños) sigue sonando a verdad cierta en la existencia del cine-fantasía.

Un clásico del cine: El halcón maltés

El auge por hacer cine en México crece de manera exponencial.

Desde talleres, diplomados, cursos y otras variedades de la enseñanza del cine pululan a lo largo y ancho del país. Y Tampico no es la excepción.

Yo mismo soy maestro de posgrado de cine en la Universidad Veracruzana y he advertido que a los cursantes les falta una cosa indispensable: ver a los clásicos del séptimo arte.

Uno de esos filmes clásicos es El halcón maltés/ EUA- 1941, de John Huston, considerado el fundador del cine noir. Cuando el detective Sam Spade/ Humphrey Bogart escucha atento, sentado y de espaldas a la cámara, los acres reclamos entre Brigid (Mary Astor) y Joel Cairo/ Peter Lorre, cómplices en el tráfico del halcón que le da título al filme, estamos ante un momento supremo del cine noir por sus concatenaciones morales.

Tanto Brigid como Joel Cairo presuponen activar una palanca de corrupción en el detective, sólo que los bosquejos emocionales de éste ya han estallado en otra disyuntiva púdica: el sorteo del misterioso asesinato de su socio Asher, al que engañaba con su mujer.

John Huston plantea un poderoso andamiaje de minisenderos morales en El halcón maltés, su ópera prima y una de las más famosas del cine mundial, a setenta años de su estreno. Y es que a lo largo del filme no acudimos a un festín de alarde de movimientos de cámaras ni de sofisticación estilística; Huston emplea los recursos técnicos para resaltar la condición deshonesta de los personajes bajo una premisa identificable: la frustración que, de hecho, sería una de las constantes de su cine (el ejemplo más claro se aprecia en el final de su celebrada El tesoro de la Sierra Madre/ 1947).

“Cuando matan a alguien de tu organización no es recomendable dejar suelto al asesino”, con esta frase Sam Spade pareciera dejar cimentadas las bases del cine noir en cuanto a su hálito subyacente: la pesquisa.

El halcón maltés es una pieza de relojería fílmica: todo funciona en razón de un asunto central, encontrar la estatuilla llena de joyas, pero con la óptica clara de recrear y ajustar un microcosmos de seres oscuros, osados y melancólicos (de ahí que resulta estupendo Peter Lorre).

Huston ha dejado un filme imperecedero, acabado, sin mácula donde la frase de Spade “the stuff that dreams are made of” (el material con que se hacen los sueños) sigue sonando a verdad cierta en la existencia del cine-fantasía.