/ jueves 20 de septiembre de 2018

Un cubano anticastrista

En el año 2005 murió en Londres el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, quien construyó un trabajo importante dentro de la literatura universal, sobresaliendo su obra maestra "Tres Tristes Tigres" con la que resultó finalista en varios certámenes internacionales y le dio el premio biblioteca breve 1967.

En "Tres Tristes Tigres" Cabrera Infante describe de manera irreverente la forma de vida en que se desenvolvían los cubanos bajo la dictadura de Fulgencio Batista. Consumado admirador de la vida nocturna de La Habana, en su novela se pueden apreciar de forma magistral las peripecias que se dan en una noche de juerga por el malecón de La Habana, pasando por el Vedado, para rematar acompañado de bellas ninfas en el legendario Tropicana.

Este escritor nació en un hogar donde se leía la historia del Partido Comunista de la Unión Soviética; sus padres eran dos activos militantes del Partido Comunista Cubano que realizaban trabajo furtivo para iniciar la caída de la dictadura de Batista. Creo que en este mundo de absoluto rigor ideológico extremista Guillermo Cabrera Infante encontró el antivirus que lo liberó del comunismo y lo llevó a confrontarse públicamente con Fidel Castro cuando éste bajó de Sierra Maestra a gobernar la república cubana.

Libre por naturaleza, Cabrera Infante no podía aceptar el rígido control que Fidel impuso a los cubanos para constituir la obsecuente nación que hoy sigue al hermano del comandante Castro a donde ordene. Por eso partió a Inglaterra en 1965; y mucho antes que Octavio Paz y Mario Vargas Llosa se declararan anticastristas, Guillermo Cabrera Infante lo hizo cuando todo el mundo socialista apoyaba a Fidel, enfrentándose a las corrientes de artistas e intelectuales que sentían una inmensa admiración por Fidel Castro, quien representaba en pleno siglo XX al David latinoamericano que ha logrado tener a raya al Goliat imperialista.

El primer trabajo de Guillermo Cabrera Infante fue como corrector de estilo de la revista Vanidades, que trató de combinar con estudios de medicina, los cuales abandonó pronto. Cabrera Infante escribía en secreto, y lo hacía así porque sus letras eran directas en contra de Fidel, no se explicaba el escritor por qué razón el comandante y líder de la revolución cubana entregaba parte de la vida política cubana al Che Guevara.

Dominaba perfectamente la crítica cinematográfica -como en su tiempo lo hacía García Márquez en "El Tiempo" de Colombia-. La erudición de Cabrera Infante era inconmensurable, no cabía en La Habana, no había auditorio ni lectores capaces de asimilar su elevada ciencia. Al igual que James Joyce -que sentía pasión por Dublín- Cabrera Infante conocía a la perfección cada metro de La Habana, el malecón era su principal pasión, allí mirando el mar pasaba muchas horas.

Vino después su trabajo editorial en Londres donde con una perseverancia monumental se deja sentir como una diferencia de sus compañeros que seguían la ruta del "boom" latinoamericano, y particularmente de la estética del Realismo Mágico que estaba de moda y que Guillermo Cabrera Infante con el rigor de su erudición la consideraba banal e intrascendente, no daba pie a que en unas "vacas voladoras" hubiera un ápice de literatura.

Escribió "Vista del Amanecer en el Trópico" en donde confluye La Habana nocturna con viñetas de la violencia de la época del general Batista, y con aspectos de la lucha de los revolucionarios castristas en Sierra Maestra. Vino después "La Habana para un Infante difunto". La literatura es una sola, decía para rechazar de plano a quienes pretendían dividir la cultura bajo el maniqueísmo de la "alta" y la "baja" cultura. Cabrera confesó que desde que había empezado a leer literatura, se percató inmediatamente y puso en lugar preponderante la supremacía de la literatura argentina, la llamó "La más creadora de América del Sur". Aquí se explica la influencia que en su trabajo literario estuvo presente con el sello de Borges, Bioy Casares y Manuel Puig.

Sin embargo, la auténtica pasión que dominó la vida de Guillermo Cabrera Infante fue el cine. Fue el primer escritor latinoamericano que llegó a Hollywood con paso triunfador. Logró adaptar magistralmente la novela "Bajo el volcán" de Malcolm Lowry para llevarla a la pantalla grande donde fue dirigida por John Huston.

Fue un convencido anticastrista, resumió su posición contraria a la revolución cubana en un ensayo que publicó en la revista "Primera Plana" que dirigía entonces Tomás Eloy Martínez, que le ocasionaron el ostracismo y el repudio de la clase intelectual en Cuba y en el mundo, que admiraban la personalidad de Fidel Castro y que lo hicieron pedazos en la "Revista Libre" que editaba el gobierno cubano.

Recuerdo que después de su muerte, Joaquín López Dóriga pasó una colaboración en su noticiero de Guillermo Cabrera Infante. Apareció sentado en una modesta sala de estar, con el puro en la mano y con una gran cabellera que parecía ser la de un escritor de veinte años y no de los setenta y cinco que alcanzó a vivir. El tema que trató era intrascendente, porque hablaba de una cantante cubana callejera que él acostumbraba a escuchar en el malecón de La Habana, y que según dijo en su editorial por alguna razón en estos últimos días la recordaba con mucha pasión. Sin duda, creo yo, que era la nostalgia por su malecón habanero lo que lo llevó a pensar, allá en Londres, en esa cantante callejera.


En el año 2005 murió en Londres el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, quien construyó un trabajo importante dentro de la literatura universal, sobresaliendo su obra maestra "Tres Tristes Tigres" con la que resultó finalista en varios certámenes internacionales y le dio el premio biblioteca breve 1967.

En "Tres Tristes Tigres" Cabrera Infante describe de manera irreverente la forma de vida en que se desenvolvían los cubanos bajo la dictadura de Fulgencio Batista. Consumado admirador de la vida nocturna de La Habana, en su novela se pueden apreciar de forma magistral las peripecias que se dan en una noche de juerga por el malecón de La Habana, pasando por el Vedado, para rematar acompañado de bellas ninfas en el legendario Tropicana.

Este escritor nació en un hogar donde se leía la historia del Partido Comunista de la Unión Soviética; sus padres eran dos activos militantes del Partido Comunista Cubano que realizaban trabajo furtivo para iniciar la caída de la dictadura de Batista. Creo que en este mundo de absoluto rigor ideológico extremista Guillermo Cabrera Infante encontró el antivirus que lo liberó del comunismo y lo llevó a confrontarse públicamente con Fidel Castro cuando éste bajó de Sierra Maestra a gobernar la república cubana.

Libre por naturaleza, Cabrera Infante no podía aceptar el rígido control que Fidel impuso a los cubanos para constituir la obsecuente nación que hoy sigue al hermano del comandante Castro a donde ordene. Por eso partió a Inglaterra en 1965; y mucho antes que Octavio Paz y Mario Vargas Llosa se declararan anticastristas, Guillermo Cabrera Infante lo hizo cuando todo el mundo socialista apoyaba a Fidel, enfrentándose a las corrientes de artistas e intelectuales que sentían una inmensa admiración por Fidel Castro, quien representaba en pleno siglo XX al David latinoamericano que ha logrado tener a raya al Goliat imperialista.

El primer trabajo de Guillermo Cabrera Infante fue como corrector de estilo de la revista Vanidades, que trató de combinar con estudios de medicina, los cuales abandonó pronto. Cabrera Infante escribía en secreto, y lo hacía así porque sus letras eran directas en contra de Fidel, no se explicaba el escritor por qué razón el comandante y líder de la revolución cubana entregaba parte de la vida política cubana al Che Guevara.

Dominaba perfectamente la crítica cinematográfica -como en su tiempo lo hacía García Márquez en "El Tiempo" de Colombia-. La erudición de Cabrera Infante era inconmensurable, no cabía en La Habana, no había auditorio ni lectores capaces de asimilar su elevada ciencia. Al igual que James Joyce -que sentía pasión por Dublín- Cabrera Infante conocía a la perfección cada metro de La Habana, el malecón era su principal pasión, allí mirando el mar pasaba muchas horas.

Vino después su trabajo editorial en Londres donde con una perseverancia monumental se deja sentir como una diferencia de sus compañeros que seguían la ruta del "boom" latinoamericano, y particularmente de la estética del Realismo Mágico que estaba de moda y que Guillermo Cabrera Infante con el rigor de su erudición la consideraba banal e intrascendente, no daba pie a que en unas "vacas voladoras" hubiera un ápice de literatura.

Escribió "Vista del Amanecer en el Trópico" en donde confluye La Habana nocturna con viñetas de la violencia de la época del general Batista, y con aspectos de la lucha de los revolucionarios castristas en Sierra Maestra. Vino después "La Habana para un Infante difunto". La literatura es una sola, decía para rechazar de plano a quienes pretendían dividir la cultura bajo el maniqueísmo de la "alta" y la "baja" cultura. Cabrera confesó que desde que había empezado a leer literatura, se percató inmediatamente y puso en lugar preponderante la supremacía de la literatura argentina, la llamó "La más creadora de América del Sur". Aquí se explica la influencia que en su trabajo literario estuvo presente con el sello de Borges, Bioy Casares y Manuel Puig.

Sin embargo, la auténtica pasión que dominó la vida de Guillermo Cabrera Infante fue el cine. Fue el primer escritor latinoamericano que llegó a Hollywood con paso triunfador. Logró adaptar magistralmente la novela "Bajo el volcán" de Malcolm Lowry para llevarla a la pantalla grande donde fue dirigida por John Huston.

Fue un convencido anticastrista, resumió su posición contraria a la revolución cubana en un ensayo que publicó en la revista "Primera Plana" que dirigía entonces Tomás Eloy Martínez, que le ocasionaron el ostracismo y el repudio de la clase intelectual en Cuba y en el mundo, que admiraban la personalidad de Fidel Castro y que lo hicieron pedazos en la "Revista Libre" que editaba el gobierno cubano.

Recuerdo que después de su muerte, Joaquín López Dóriga pasó una colaboración en su noticiero de Guillermo Cabrera Infante. Apareció sentado en una modesta sala de estar, con el puro en la mano y con una gran cabellera que parecía ser la de un escritor de veinte años y no de los setenta y cinco que alcanzó a vivir. El tema que trató era intrascendente, porque hablaba de una cantante cubana callejera que él acostumbraba a escuchar en el malecón de La Habana, y que según dijo en su editorial por alguna razón en estos últimos días la recordaba con mucha pasión. Sin duda, creo yo, que era la nostalgia por su malecón habanero lo que lo llevó a pensar, allá en Londres, en esa cantante callejera.