/ miércoles 3 de abril de 2019

Un hacedor de parábolas llamado José Saramago

El portugués José Saramago /1922-2010 fue una de las voces más sólidas de la literatura contemporánea.

Novelista, poeta, dramaturgo, periodista y Premio Nobel en 1998, pero antes que nada hombre comprometido con la literatura es decir con la palabra, y decir palabra en alguien como Saramago es referirse al compromiso dialéctico con el devenir del hombre finisecular en sus acepciones sociales y morales.

José Emilio Pacheco dijo alguna vez que “escritor es aquel que le da tránsito al idioma”. Y también rumbo, significados primigenios: los escrutinios oncológicos del ser a través de historias que (de) revelan asuntos recónditos, porque la función de todo escritor es acercarse a los abismos insondables del ser humano para mirar y dar testimonio sobre ellos.

Si En el Año de la Muerte de Ricardo Reis, Saramago bosquejó su compromiso digamos ético con su herencia irrefutable, Fernando Pessoa, es en sus novelas-parábolas que se acciona su efectiva mirada literaria para angular, incluso, sus perspectivas filosóficas y políticas: La balsa de piedra, interesante reflexión sobre la separación tectónica de la península ibérica; Ensayo Sobre la Ceguera (llevada al cine por el director Fernando Meirelles), los habitantes de una ciudad quedan de repente ciegos; La Caverna, historia de un alfarero que ya no tiene dónde vender sus productos por el aplastante mercado consumista de los mall; El Hombre Duplicado, cuando un hombre sabe de la existencia de otro idéntico a él, Ensayo Sobre la Lucidez, en un país sus ciudadanos votan en blanco en una elección, Las Intermitencias de la Muerte, cuando no muere nadie en un país.

¿Qué buscó Saramago decirnos con su literatura? Tal vez que somos Robinson Crusoes perdidos, sempiternamente, una isla rodeada de impunidad, consumismo, automatismo, fe resquebrajada, miseria espiritual, ceguera de humanismo o, simplemente, que la imaginación es un ejercicio previo de la muerte. No olvidar el texto de la Academia Sueca al otorgarle el Nobel, por “tener la capacidad volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía.”

José Saramago fue un escritor polémico (no olvidar las ámpulas que levantó con sus novelas El Evangelio Según Jesucristo y Caín) que puso su voz e inteligencia, más que en sus declaraciones o conferencias, en sus historias de ficción para señalar la estulticia de los políticos, de las sociedades occidentales, así como las contradicciones del hombre…

Tal vez que somos Robinson Crusoes perdidos, sempiternamente, una isla rodeada de impunidad, consumismo, automatismo, fe resquebrajada

El portugués José Saramago /1922-2010 fue una de las voces más sólidas de la literatura contemporánea.

Novelista, poeta, dramaturgo, periodista y Premio Nobel en 1998, pero antes que nada hombre comprometido con la literatura es decir con la palabra, y decir palabra en alguien como Saramago es referirse al compromiso dialéctico con el devenir del hombre finisecular en sus acepciones sociales y morales.

José Emilio Pacheco dijo alguna vez que “escritor es aquel que le da tránsito al idioma”. Y también rumbo, significados primigenios: los escrutinios oncológicos del ser a través de historias que (de) revelan asuntos recónditos, porque la función de todo escritor es acercarse a los abismos insondables del ser humano para mirar y dar testimonio sobre ellos.

Si En el Año de la Muerte de Ricardo Reis, Saramago bosquejó su compromiso digamos ético con su herencia irrefutable, Fernando Pessoa, es en sus novelas-parábolas que se acciona su efectiva mirada literaria para angular, incluso, sus perspectivas filosóficas y políticas: La balsa de piedra, interesante reflexión sobre la separación tectónica de la península ibérica; Ensayo Sobre la Ceguera (llevada al cine por el director Fernando Meirelles), los habitantes de una ciudad quedan de repente ciegos; La Caverna, historia de un alfarero que ya no tiene dónde vender sus productos por el aplastante mercado consumista de los mall; El Hombre Duplicado, cuando un hombre sabe de la existencia de otro idéntico a él, Ensayo Sobre la Lucidez, en un país sus ciudadanos votan en blanco en una elección, Las Intermitencias de la Muerte, cuando no muere nadie en un país.

¿Qué buscó Saramago decirnos con su literatura? Tal vez que somos Robinson Crusoes perdidos, sempiternamente, una isla rodeada de impunidad, consumismo, automatismo, fe resquebrajada, miseria espiritual, ceguera de humanismo o, simplemente, que la imaginación es un ejercicio previo de la muerte. No olvidar el texto de la Academia Sueca al otorgarle el Nobel, por “tener la capacidad volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía.”

José Saramago fue un escritor polémico (no olvidar las ámpulas que levantó con sus novelas El Evangelio Según Jesucristo y Caín) que puso su voz e inteligencia, más que en sus declaraciones o conferencias, en sus historias de ficción para señalar la estulticia de los políticos, de las sociedades occidentales, así como las contradicciones del hombre…

Tal vez que somos Robinson Crusoes perdidos, sempiternamente, una isla rodeada de impunidad, consumismo, automatismo, fe resquebrajada