/ jueves 28 de marzo de 2019

Un Lucas Alamán moderno y globalizador

Enrique Krauze es un intelectual neoliberal, se inicia en el mundo de la cultura y las letras en una apasionada relación de alumno a la manera de Platón con Octavio Paz de quien recibe no tan solo su apoyo y confianza, sino también la enorme fortuna cultural que representaba el acervo inmenso de la influencia que Paz tenía en el mundo y sus conexiones con los barones de los medios y del poder económico.

Octavio Paz fue, no hay duda, un intelectual del que los mexicanos debemos sentirnos orgulloso y manifestarle respeto, porque merced a su trabajo escritural logró alternar y superar a gigantes de la literatura, la poesía y el ensayo en todo el mundo.

Fue Paz, al mismo tiempo que André Malraux (autor de “La condición humana”), un intelectual comprometido con las causas libertarias y con los mitos de las culturas misteriosas y milenarias; los dos vivieron por largas temporadas en lugares llenos de secretos, Paz en la India, Malroux en Vietnam (antes Indochina).

Sin embargo la brillante capacidad de estos dos montañas de la inteligencia se fue disminuyendo en la medida en que eran seducidos por el poder absoluto de la autoridad y el dinero.

El francés fue objeto de una intensa campaña denostativa que intelectual alguno haya recibido de sus pares, cuando aceptó ser ministro de Cultura con el presidente francés Charles De Gaulle; con el mexicano sucedió lo mismo cuando recibió de Gustavo Díaz Ordaz la embajada en la India, a la que renunció cuando ocurrió la represión del 2 de Octubre.

Fuera del Estado, Octavio Paz buscó una trinchera en la cual pudiera seguir ejerciendo con su capacidad intelectual el poder en la opinión internacional. Se asoció con Julio Scherer y dirigió la revista Plural, después ésta se convirtió en la revista Cambio y finalmente Octavio Paz se introdujo en las entrañas de la empresa mediática más importante del país, desde donde organizó eventos internacionales con la participación de pensadores de todo el mundo y preparar con esto el ascenso final a la cima que significó el premio Nobel de literatura.

Bajo esta sombra de un purismo poético, ideológico y estético en favor de la libertad y contra de los dogmas y las dictaduras fue adquiriendo forma un joven ingeniero industrial con estudios de historia en El Colegio de México, que hoy el país reconoce como Enrique Krauze.

Sin embargo, como suele suceder en todos los hombres que tienen como preceptor a hombres que parecen dioses, Krauze no tan solo aprovechó lo positivo de Octavio Paz, sino que aprendió a la perfección lo más controversial del poeta, autor de “Piedra del Sol”: -Pontificar- como si fuera dueño de la verdad.

En esta tesitura es como Enrique Krauze recorrió el país alertando a los que lo querían oír en el 2006 que Andrés Manuel López Obrador era un ser mesiánico, -entendido esto en la forma más grotesca- como un mesías que viene al mundo a cumplir con una función superior tal y como en su momento lo realizaron simbolismos de las religiones.

Enemigo acérrimo de la personalidad de López Obrador por su carisma popular y democrático traó de denostarlo en las dos candidaturas donde el tabasqueño no resultó ser electo presidente de la república. Ahora en esta última en donde AMLO triunfó de manera arrolladora logrando obtener treinta millones de votos a favor de su candidatura, Krauze y su equipo de intelectuales y artistas que tienen como trinchera la revista Vueltahan guardado un silencio respetable ante la presidencia democrática y justiciera que ejerce Andrés Manuel López Obrador desde Palacio Nacional. Lo cual demuestra que Enrique Krauze y su equipo de intelectuales no tienen un pelo de tontos y saben que confrontar al presidente de la república es como una intentona de repetir la escena bíblica de un David imberbe contra el Goliat que representa la presidencia lopezobradorista.

Antes de Krauze los sectores conservadores utilizaban a pensadores identificados con el estado actual de cosas, a intelectuales que hacían una apología desmedida de la libre empresa y que exigían que en el país funcionara una nueva cultura laboral que podría yo explicar brevemente con este ejemplo: Ellos opinan que el vaso se debe primero de llenar, para que lo beban, y después lo que se derrame será lo que pepenen los sectores laborales.

Para convencer utilizaban como modelo de desarrollo “Los Tigres Asiáticos” ubicados en la cuenca del Pacífico, después el mercado común europeo, pero sin establecer -las diferencias, las profundas diferencias- que tiene el concepto del libre mercado de la marca neoliberal que instrumentó el Banco Mundial. Ahora hablan de Chile, de China, la India y de todo aquello que tenga crecimiento económico que no podemos obtener en México. Pasando por alto naturalmente a la argentina de los Kirchner que logró antes del "Crac" del 2008 crecer nueve por ciento y declaró moratoria a la deuda que tiene con el Fondo Monetario Internacional.

Es respetable entonces que Enrique Krauze realice el trabajo de golpeteo como hace años lo hacía Luis Pazos, quien era capaz de incinerarse por la libre empresa y la desaparición del Estado; pero resulta que lo primero que hizo cuando ganó Vicente Fox fue pedir la dirección del Banco de Obras y Servicios y autoprestarse cantidades millonarias que fundamentalmente lo expulsaron de esta banca estatal.

En Krauze está la mancha de su comprometida relación con Salinas, quien le dio la tarea de imprimir todos los libros de texto en aquella época que fueron rechazados por el ejército, los maestros y la sociedad, porque la historia se había escrito de acuerdo con la manera glamorosa y soberbia como Enrique Krauze ve nuestro pasado.

Enrique Krauze es un intelectual neoliberal, se inicia en el mundo de la cultura y las letras en una apasionada relación de alumno a la manera de Platón con Octavio Paz de quien recibe no tan solo su apoyo y confianza, sino también la enorme fortuna cultural que representaba el acervo inmenso de la influencia que Paz tenía en el mundo y sus conexiones con los barones de los medios y del poder económico.

Octavio Paz fue, no hay duda, un intelectual del que los mexicanos debemos sentirnos orgulloso y manifestarle respeto, porque merced a su trabajo escritural logró alternar y superar a gigantes de la literatura, la poesía y el ensayo en todo el mundo.

Fue Paz, al mismo tiempo que André Malraux (autor de “La condición humana”), un intelectual comprometido con las causas libertarias y con los mitos de las culturas misteriosas y milenarias; los dos vivieron por largas temporadas en lugares llenos de secretos, Paz en la India, Malroux en Vietnam (antes Indochina).

Sin embargo la brillante capacidad de estos dos montañas de la inteligencia se fue disminuyendo en la medida en que eran seducidos por el poder absoluto de la autoridad y el dinero.

El francés fue objeto de una intensa campaña denostativa que intelectual alguno haya recibido de sus pares, cuando aceptó ser ministro de Cultura con el presidente francés Charles De Gaulle; con el mexicano sucedió lo mismo cuando recibió de Gustavo Díaz Ordaz la embajada en la India, a la que renunció cuando ocurrió la represión del 2 de Octubre.

Fuera del Estado, Octavio Paz buscó una trinchera en la cual pudiera seguir ejerciendo con su capacidad intelectual el poder en la opinión internacional. Se asoció con Julio Scherer y dirigió la revista Plural, después ésta se convirtió en la revista Cambio y finalmente Octavio Paz se introdujo en las entrañas de la empresa mediática más importante del país, desde donde organizó eventos internacionales con la participación de pensadores de todo el mundo y preparar con esto el ascenso final a la cima que significó el premio Nobel de literatura.

Bajo esta sombra de un purismo poético, ideológico y estético en favor de la libertad y contra de los dogmas y las dictaduras fue adquiriendo forma un joven ingeniero industrial con estudios de historia en El Colegio de México, que hoy el país reconoce como Enrique Krauze.

Sin embargo, como suele suceder en todos los hombres que tienen como preceptor a hombres que parecen dioses, Krauze no tan solo aprovechó lo positivo de Octavio Paz, sino que aprendió a la perfección lo más controversial del poeta, autor de “Piedra del Sol”: -Pontificar- como si fuera dueño de la verdad.

En esta tesitura es como Enrique Krauze recorrió el país alertando a los que lo querían oír en el 2006 que Andrés Manuel López Obrador era un ser mesiánico, -entendido esto en la forma más grotesca- como un mesías que viene al mundo a cumplir con una función superior tal y como en su momento lo realizaron simbolismos de las religiones.

Enemigo acérrimo de la personalidad de López Obrador por su carisma popular y democrático traó de denostarlo en las dos candidaturas donde el tabasqueño no resultó ser electo presidente de la república. Ahora en esta última en donde AMLO triunfó de manera arrolladora logrando obtener treinta millones de votos a favor de su candidatura, Krauze y su equipo de intelectuales y artistas que tienen como trinchera la revista Vueltahan guardado un silencio respetable ante la presidencia democrática y justiciera que ejerce Andrés Manuel López Obrador desde Palacio Nacional. Lo cual demuestra que Enrique Krauze y su equipo de intelectuales no tienen un pelo de tontos y saben que confrontar al presidente de la república es como una intentona de repetir la escena bíblica de un David imberbe contra el Goliat que representa la presidencia lopezobradorista.

Antes de Krauze los sectores conservadores utilizaban a pensadores identificados con el estado actual de cosas, a intelectuales que hacían una apología desmedida de la libre empresa y que exigían que en el país funcionara una nueva cultura laboral que podría yo explicar brevemente con este ejemplo: Ellos opinan que el vaso se debe primero de llenar, para que lo beban, y después lo que se derrame será lo que pepenen los sectores laborales.

Para convencer utilizaban como modelo de desarrollo “Los Tigres Asiáticos” ubicados en la cuenca del Pacífico, después el mercado común europeo, pero sin establecer -las diferencias, las profundas diferencias- que tiene el concepto del libre mercado de la marca neoliberal que instrumentó el Banco Mundial. Ahora hablan de Chile, de China, la India y de todo aquello que tenga crecimiento económico que no podemos obtener en México. Pasando por alto naturalmente a la argentina de los Kirchner que logró antes del "Crac" del 2008 crecer nueve por ciento y declaró moratoria a la deuda que tiene con el Fondo Monetario Internacional.

Es respetable entonces que Enrique Krauze realice el trabajo de golpeteo como hace años lo hacía Luis Pazos, quien era capaz de incinerarse por la libre empresa y la desaparición del Estado; pero resulta que lo primero que hizo cuando ganó Vicente Fox fue pedir la dirección del Banco de Obras y Servicios y autoprestarse cantidades millonarias que fundamentalmente lo expulsaron de esta banca estatal.

En Krauze está la mancha de su comprometida relación con Salinas, quien le dio la tarea de imprimir todos los libros de texto en aquella época que fueron rechazados por el ejército, los maestros y la sociedad, porque la historia se había escrito de acuerdo con la manera glamorosa y soberbia como Enrique Krauze ve nuestro pasado.