/ miércoles 10 de julio de 2019

Una de Jorge Fons

Ahora que está de moda de nuevo el cine mexicano...

Y -máxime con los premios Oscar obtenidos en años recientes por Alfonso Cuarón, Emmanuel Lubezki y Alejandro G. Iñárritu –sumando las estupendas recaudaciones en taquilla de muchos filmes nacionales-, creo que es oportuno hacer una revisión crítica de aquellos trabajos que le han dado rigor y prestigio al cine mexicano como expresión artística. Uno de ellos es Los albañiles/ 1976, dirigido por Jorge Fons/ Tuxpan-1929, el cual destaca por su irreprochable honestidad intelectual. Al decir lo anterior me refiero a la puesta en escena apartada de manierismos y modas.

Jorge Fons es un director que filma muy espaciadamente. Reposado y concreto en la selección de sus largometrajes, Fons es responsable de dos trabajos harto conocidos (y reconocidos en el extranjero): Rojo amanecer/ 1989 y El callejón de los milagros/ 1993, aunque el mejor Fons, sin duda alguna, se encuentra en ese portento fílmico que es el segmento Caridad, incluido en Fe, Esperanza y Caridad/ 1972.

Poseedor de un talento poco común para recrear el habla popular (al igual que Alejandro Galindo, director de ¡Esquina bajan!/ 1948), Fons ha demostrado también ser un eficaz director de actores. En Los albañiles (basada en la novela de Vicente Leñero) lo que vemos, amén de su calidad narrativa, es un inmejorable festín de actuaciones: Ignacio López Tarso, José Carlos Ruiz, Salvador Sánchez, Kathy Jurado y un sorprendente Adalberto Martínez "Resortes" diciendo las palabrotas de su vida.

El asesinato de Sánchez/ López Tarso, uno de los albañiles que laboran en la construcción de un edificio bajo las órdenes de un junior inepto/ José Alonso, desata una serie de especulaciones sobre quién será el homicida. En manos de otro director rutinario, ese hubiese sido el punto central del relato fílmico. Sólo que para Jorge Fons apenas es una referencia de partida para ofrecer varias miradas sociales y antropológicas.

Cada albañil tiene su microcosmos que es, a la manera sartreana, el infierno de los otros y el suyo propio. Personajes enajenados por la miseria, la reminiscencia cristiana de la culpa, la corrupción y los avatares de un destino sórdido y torcido, hacen de Los albañiles un fresco fílmico autónomo de la obra literaria de Leñero (cosa insólita en cualquier cinematografía que adapta un texto literario).

Desde el ciego de Los olvidados/ Buñuel- 1950, en el cine mexicano no se había esbozado un personaje libre y genuino como el de Sánchez: bruto, adicto, ladrón, pederasta. De la mano de Fons este personaje es una especie de Virgilio que nos conduce a submundos habitados por seres muertos ante las expectativas sociales. La construcción del edificio persiste como una metáfora anti Amado Nervo (“que yo he sido el constructor de mi propio destino”) donde se asoman otros derrumbes: la de la moral, el resquebrajamiento de la ley, la amputación de la psiquis.

Con Los albañiles Jorge Fons da una lección a cineastas como Arturo Ripstein y Gabriel Retes: para bucear en personajes escatológicos y sórdidos no hace falta caer en el barroquismo (recargamiento) ni en secuencias de repulsión; basta acudir al espíritu del relato: el tratamiento y la libertad de los personajes…

Ahora que está de moda de nuevo el cine mexicano...

Y -máxime con los premios Oscar obtenidos en años recientes por Alfonso Cuarón, Emmanuel Lubezki y Alejandro G. Iñárritu –sumando las estupendas recaudaciones en taquilla de muchos filmes nacionales-, creo que es oportuno hacer una revisión crítica de aquellos trabajos que le han dado rigor y prestigio al cine mexicano como expresión artística. Uno de ellos es Los albañiles/ 1976, dirigido por Jorge Fons/ Tuxpan-1929, el cual destaca por su irreprochable honestidad intelectual. Al decir lo anterior me refiero a la puesta en escena apartada de manierismos y modas.

Jorge Fons es un director que filma muy espaciadamente. Reposado y concreto en la selección de sus largometrajes, Fons es responsable de dos trabajos harto conocidos (y reconocidos en el extranjero): Rojo amanecer/ 1989 y El callejón de los milagros/ 1993, aunque el mejor Fons, sin duda alguna, se encuentra en ese portento fílmico que es el segmento Caridad, incluido en Fe, Esperanza y Caridad/ 1972.

Poseedor de un talento poco común para recrear el habla popular (al igual que Alejandro Galindo, director de ¡Esquina bajan!/ 1948), Fons ha demostrado también ser un eficaz director de actores. En Los albañiles (basada en la novela de Vicente Leñero) lo que vemos, amén de su calidad narrativa, es un inmejorable festín de actuaciones: Ignacio López Tarso, José Carlos Ruiz, Salvador Sánchez, Kathy Jurado y un sorprendente Adalberto Martínez "Resortes" diciendo las palabrotas de su vida.

El asesinato de Sánchez/ López Tarso, uno de los albañiles que laboran en la construcción de un edificio bajo las órdenes de un junior inepto/ José Alonso, desata una serie de especulaciones sobre quién será el homicida. En manos de otro director rutinario, ese hubiese sido el punto central del relato fílmico. Sólo que para Jorge Fons apenas es una referencia de partida para ofrecer varias miradas sociales y antropológicas.

Cada albañil tiene su microcosmos que es, a la manera sartreana, el infierno de los otros y el suyo propio. Personajes enajenados por la miseria, la reminiscencia cristiana de la culpa, la corrupción y los avatares de un destino sórdido y torcido, hacen de Los albañiles un fresco fílmico autónomo de la obra literaria de Leñero (cosa insólita en cualquier cinematografía que adapta un texto literario).

Desde el ciego de Los olvidados/ Buñuel- 1950, en el cine mexicano no se había esbozado un personaje libre y genuino como el de Sánchez: bruto, adicto, ladrón, pederasta. De la mano de Fons este personaje es una especie de Virgilio que nos conduce a submundos habitados por seres muertos ante las expectativas sociales. La construcción del edificio persiste como una metáfora anti Amado Nervo (“que yo he sido el constructor de mi propio destino”) donde se asoman otros derrumbes: la de la moral, el resquebrajamiento de la ley, la amputación de la psiquis.

Con Los albañiles Jorge Fons da una lección a cineastas como Arturo Ripstein y Gabriel Retes: para bucear en personajes escatológicos y sórdidos no hace falta caer en el barroquismo (recargamiento) ni en secuencias de repulsión; basta acudir al espíritu del relato: el tratamiento y la libertad de los personajes…