/ miércoles 4 de septiembre de 2019

Con café y a media luz | ¡Urgente que llueva!

En este espacio jamás he usado folclóricos vocablos tradicionalistas que llamen al desprecio o a insultar el intelecto de alguien más. He evitado sobremanera manifestar mi inconformidad o molestia escribiendo palabras que, aunque usted y yo conocemos, es mal visto que se usen de forma pública porque son consideradas desagradables al oído.

No obstante, espero que, por esta ocasión, gentil amigo lector, comprenda el grado de inconformidad que me generó el escuchar a una señora madre de familia de cierta escuela de paga de nuestra localidad, quien, a mitad del acceso al centro académico, dijo: “En el hogar no sufrimos por el calor, porque tenemos clima en toda la casa”, enfatizó en tono presuntuoso, “Que sea la gente del campo la que se preocupe por la falta de lluvias, al fin que ellos de eso comen”.

En ese momento, este servidor trataba de abrirse paso entre el grupo de padres y madres de familia que estaban rodeando la entrada a este renombrado colegio, así que tuve el tiempo para escuchar la frase completa y no pude evitar el voltear y ver a las demás mujeres que asentían con la cabeza en señal de aprobación a lo sustentado por su inconsciente interlocutora.

Me quedé helado de coraje, no solo por el tono de superioridad despectiva del que se hizo uso al indicar la comodidad que tenía la casa habitación de la fémina. ¡Es más! Hasta puedo decir que me da gusto que haya familias en nuestra conurbación que, gracias al trabajo honesto, pueden costearse ese tipo de lujos. ¡Lo aplaudo!

Pero el decir que los angustiados son los trabajadores de la zona agrícola, porque viven del comercio de vegetales y animales destinados, curiosamente, al consumo humano, me hace reflexionar sobre la falta de consideración y la visión chata, roma y obnubilada de un “selecto” grupo de nuestra más distinguida sociedad que no se ha querido dar cuenta de la situación que prevalece.

Quizá -porque no lo averigüé- la dieta de esta buena señora no incluye vegetales o productos cárnicos y otros derivados de animales. Tal vez y la naturaleza, en un prodigioso milagro de la evolución humana, la ha hecho alimentarse de aire al desdoblar la cantidad de partículas contaminantes que flotan en él.

Es lamentable que aún exista la idea de que el campo y la ciudad no están vinculados y que uno depende de otro en una simbiosis perfecta que el hombre ha trastocado al buscar el mejoramiento de esta relación.

Como alguien me dijo por allí: Todo tiene un límite, hasta en eso.

Curiosamente, hace días tuve la oportunidad de platicar con el nuevo jefe del Campo Experimental de las Huastecas, ubicado en Cuauhtémoc, Tamaulipas, adscrito al Instituto Nacional de Investigación Forestal, Agrícola y Pecuaria, Mtro. Julio César García, quien me externó una sentida preocupación por los efectos que esta ausencia de lluvias está ocasionando en el campo mexicano.

“Las presas se encuentran secas”, me insistió el investigador. “La época de sequía que estamos viviendo es, tal vez, la más severa en los últimos años y no hay una fecha aproximada para ver la primera lluvia”, me sostuvo de forma categórica el representante del INIFAP.

De igual manera me aseguró que lo que se está viviendo es una consecuencia de varios factores que se han venido acumulando desde hace varios años y hoy estamos “pagando la factura”. El crecimiento poblacional, la tala inmoderada de bosques en búsqueda de espacios de cultivo, el crecimiento de la mancha urbana, la actividad solar y otros tantos elementos están volviendo más extremas las temperaturas y alargando los ciclos de calor.

“Ojalá que llueva mucho en los próximos días”, le dije. La respuesta que me dio me sorprendió.

El científico me explicó que tampoco es conveniente porque el suelo tiene una capacidad de absorción y las presas, un índice de retención de líquidos. Si cae demasiada agua en una sola tormenta, el mismo fluido se encarga de hacer una especie de impermeable sobre la tierra y termina siendo deslavada por la lluvia. Los vasos artificiales superan sus niveles de retención y terminan por vaciarse.

Todo debe ser en su justa medida, lamentablemente la situación caótica que estamos viviendo está colocando al planeta y sus ecosistemas en contextos extremosos.

No se trata de vivir en el campo o en la ciudad, tampoco si directa o indirectamente dependemos de una actividad productiva como el campo. El planeta está declarando la imperiosa necesidad de regular su propio sistema de vida haciendo drásticos esfuerzos. La humanidad debe hacer lo propio antes de que sea demasiado tarde.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

En este espacio jamás he usado folclóricos vocablos tradicionalistas que llamen al desprecio o a insultar el intelecto de alguien más. He evitado sobremanera manifestar mi inconformidad o molestia escribiendo palabras que, aunque usted y yo conocemos, es mal visto que se usen de forma pública porque son consideradas desagradables al oído.

No obstante, espero que, por esta ocasión, gentil amigo lector, comprenda el grado de inconformidad que me generó el escuchar a una señora madre de familia de cierta escuela de paga de nuestra localidad, quien, a mitad del acceso al centro académico, dijo: “En el hogar no sufrimos por el calor, porque tenemos clima en toda la casa”, enfatizó en tono presuntuoso, “Que sea la gente del campo la que se preocupe por la falta de lluvias, al fin que ellos de eso comen”.

En ese momento, este servidor trataba de abrirse paso entre el grupo de padres y madres de familia que estaban rodeando la entrada a este renombrado colegio, así que tuve el tiempo para escuchar la frase completa y no pude evitar el voltear y ver a las demás mujeres que asentían con la cabeza en señal de aprobación a lo sustentado por su inconsciente interlocutora.

Me quedé helado de coraje, no solo por el tono de superioridad despectiva del que se hizo uso al indicar la comodidad que tenía la casa habitación de la fémina. ¡Es más! Hasta puedo decir que me da gusto que haya familias en nuestra conurbación que, gracias al trabajo honesto, pueden costearse ese tipo de lujos. ¡Lo aplaudo!

Pero el decir que los angustiados son los trabajadores de la zona agrícola, porque viven del comercio de vegetales y animales destinados, curiosamente, al consumo humano, me hace reflexionar sobre la falta de consideración y la visión chata, roma y obnubilada de un “selecto” grupo de nuestra más distinguida sociedad que no se ha querido dar cuenta de la situación que prevalece.

Quizá -porque no lo averigüé- la dieta de esta buena señora no incluye vegetales o productos cárnicos y otros derivados de animales. Tal vez y la naturaleza, en un prodigioso milagro de la evolución humana, la ha hecho alimentarse de aire al desdoblar la cantidad de partículas contaminantes que flotan en él.

Es lamentable que aún exista la idea de que el campo y la ciudad no están vinculados y que uno depende de otro en una simbiosis perfecta que el hombre ha trastocado al buscar el mejoramiento de esta relación.

Como alguien me dijo por allí: Todo tiene un límite, hasta en eso.

Curiosamente, hace días tuve la oportunidad de platicar con el nuevo jefe del Campo Experimental de las Huastecas, ubicado en Cuauhtémoc, Tamaulipas, adscrito al Instituto Nacional de Investigación Forestal, Agrícola y Pecuaria, Mtro. Julio César García, quien me externó una sentida preocupación por los efectos que esta ausencia de lluvias está ocasionando en el campo mexicano.

“Las presas se encuentran secas”, me insistió el investigador. “La época de sequía que estamos viviendo es, tal vez, la más severa en los últimos años y no hay una fecha aproximada para ver la primera lluvia”, me sostuvo de forma categórica el representante del INIFAP.

De igual manera me aseguró que lo que se está viviendo es una consecuencia de varios factores que se han venido acumulando desde hace varios años y hoy estamos “pagando la factura”. El crecimiento poblacional, la tala inmoderada de bosques en búsqueda de espacios de cultivo, el crecimiento de la mancha urbana, la actividad solar y otros tantos elementos están volviendo más extremas las temperaturas y alargando los ciclos de calor.

“Ojalá que llueva mucho en los próximos días”, le dije. La respuesta que me dio me sorprendió.

El científico me explicó que tampoco es conveniente porque el suelo tiene una capacidad de absorción y las presas, un índice de retención de líquidos. Si cae demasiada agua en una sola tormenta, el mismo fluido se encarga de hacer una especie de impermeable sobre la tierra y termina siendo deslavada por la lluvia. Los vasos artificiales superan sus niveles de retención y terminan por vaciarse.

Todo debe ser en su justa medida, lamentablemente la situación caótica que estamos viviendo está colocando al planeta y sus ecosistemas en contextos extremosos.

No se trata de vivir en el campo o en la ciudad, tampoco si directa o indirectamente dependemos de una actividad productiva como el campo. El planeta está declarando la imperiosa necesidad de regular su propio sistema de vida haciendo drásticos esfuerzos. La humanidad debe hacer lo propio antes de que sea demasiado tarde.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!