/ lunes 29 de octubre de 2018

Ven a Tampico

Que aquí hay vida, ganas de vivir.

Miras hacia la ribera y la palmera está tierna; alzas tu vista y el sol está esplendoroso. Caminas por el paseo Bella Vista y ves en el horizonte cómo pulsa su cintura líquida de río Pánuco.

Camina por El Cascajal y constatarás que siguen vivas las historias de Pepito El terrestre y de Genaro Salinas, elcroonerde la Voz de Oro. Y si te asomas por la calle Monterrey, mi calle, mi barrio, verás que la gente de tanto amor a su colonia (la Campbell) no quiere irse. El miedo -este miedo infundido por balas bastardas- no es de aquí, no pertenece a esta tierra con olor a jaibas y a salitre de Miramar.

Ven a Tampico y verás que hay sonrisas, hay pasión, hay buenas ganas de salir a la calle y caminar y platicar y amar y recordar y gritar: ¡Tampico vive!

Ven a Tampico porque aquí somos más los que no tenemos pólvora en las manos: tenemos la pluma, el bisturí, el azadón, la jerga, la escoba, el mantel y los aditamentos del trabajo diario.

Tampico es un puerto adonde llegan ilusiones y también rencores. Pero el trato de la gente en mucho influye: somos francos, respiramos como se respira en un puerto: con calor y bondad.

Ven a Tampico y verás que la ciudad late y vive. Tampico es un son huasteco y una torta de la barda. Es una canción de José Sierra Flores y es un poema de Gloria Gómez. Tampico tiene los colores de la pintura de Jorge Yapur y el esfuerzo de José Luis Duarte, empleado que con un salario mínimo saca adelante a sus cuatro hijos.

¿Por qué se ama a una ciudad? Tal vez porque en ella dejamos la sangre del esfuerzo y porque bebemos de ella una extraña belleza que no encontramos en otra ciudad.

Ven a Tampico y déjate consentir por su clima, por su sabor a puerto. Ponte unas bermudas y en huaraches sal y ve que la gente, como tú, tiene el sol en su mirada pese a algunos que quieren traernos nublados aciagos.

Tampico es una ciudad niña que le falta crecer. Es una rosa de aire azulísimo. Es una caminata por el parque Metropolitano. Es una tarde con la brisa pegándote en la cara.

Tampico tiene voz, tiene rostro, tiene memoria, tiene futuro.

Ven a Tampico y ama, grita, abre los brazos y deja que la Huasteca te declare hijo predilecto.

Tampico es un pedazo de México que tiene vida y quiere vivir, vivir, vivir…


Que aquí hay vida, ganas de vivir.

Miras hacia la ribera y la palmera está tierna; alzas tu vista y el sol está esplendoroso. Caminas por el paseo Bella Vista y ves en el horizonte cómo pulsa su cintura líquida de río Pánuco.

Camina por El Cascajal y constatarás que siguen vivas las historias de Pepito El terrestre y de Genaro Salinas, elcroonerde la Voz de Oro. Y si te asomas por la calle Monterrey, mi calle, mi barrio, verás que la gente de tanto amor a su colonia (la Campbell) no quiere irse. El miedo -este miedo infundido por balas bastardas- no es de aquí, no pertenece a esta tierra con olor a jaibas y a salitre de Miramar.

Ven a Tampico y verás que hay sonrisas, hay pasión, hay buenas ganas de salir a la calle y caminar y platicar y amar y recordar y gritar: ¡Tampico vive!

Ven a Tampico porque aquí somos más los que no tenemos pólvora en las manos: tenemos la pluma, el bisturí, el azadón, la jerga, la escoba, el mantel y los aditamentos del trabajo diario.

Tampico es un puerto adonde llegan ilusiones y también rencores. Pero el trato de la gente en mucho influye: somos francos, respiramos como se respira en un puerto: con calor y bondad.

Ven a Tampico y verás que la ciudad late y vive. Tampico es un son huasteco y una torta de la barda. Es una canción de José Sierra Flores y es un poema de Gloria Gómez. Tampico tiene los colores de la pintura de Jorge Yapur y el esfuerzo de José Luis Duarte, empleado que con un salario mínimo saca adelante a sus cuatro hijos.

¿Por qué se ama a una ciudad? Tal vez porque en ella dejamos la sangre del esfuerzo y porque bebemos de ella una extraña belleza que no encontramos en otra ciudad.

Ven a Tampico y déjate consentir por su clima, por su sabor a puerto. Ponte unas bermudas y en huaraches sal y ve que la gente, como tú, tiene el sol en su mirada pese a algunos que quieren traernos nublados aciagos.

Tampico es una ciudad niña que le falta crecer. Es una rosa de aire azulísimo. Es una caminata por el parque Metropolitano. Es una tarde con la brisa pegándote en la cara.

Tampico tiene voz, tiene rostro, tiene memoria, tiene futuro.

Ven a Tampico y ama, grita, abre los brazos y deja que la Huasteca te declare hijo predilecto.

Tampico es un pedazo de México que tiene vida y quiere vivir, vivir, vivir…