/ domingo 24 de noviembre de 2019

Venciendo el destino


Existen hombres que han trascendido la adversidad, eternizando momentos de sus vidas...

Logrando empresas que rayan lo sobrenatural, seres que mediante los siglos parecen salidos de alguna leyenda tradicional: Jesús de Nazaret, Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Buda, Confucio, Mahoma, personas que como dijera en alguna ocasión Albert Einstein acerca de Gandhi: "Las generaciones del porvenir apenas creerán que un hombre como éste caminó la tierra en carne y hueso". Estos hombres existieron, vivieron instantes de duda, felicidad, amargura, desesperanza, pero en algún punto de su vida dejaron que la luminosidad de su espíritu fuera más fuerte que el destino.

Todo ser humano que ha habitado este planeta fue dotado de entendimiento para descubrir los misterios del universo, saber a qué distancia se encuentra la galaxia más lejana, recorrer las profundidades de los océanos, viajar más allá de la velocidad del sonido, escalar la montaña más empinada; todo lo que el ser humano se propone se puede alcanzar. El hombre no sólo es pensamiento sino también espiritualidad porque hasta el ateo más incrédulo acepta la creencia de un Dios, de una fuente universal que impartió la vida. Todo humano tiene discernimiento para escuchar la voz que brota de su espíritu, que dice que somos corazones indomables, capitanes de nuestra propia existencia; somos amos del amor y la bondad.

Qué hicieron estos generosos seres que lograron inmortalizar su espíritu mediante las centurias, en qué fueron diferentes a las mayorías del mundo para que sus actos prevalecieran hasta nuestros días, ¿De qué valores gozaron? ¿De qué ética se valieron? La respuesta sería que encontraron algo más de cuantía que su propia persona, vivieron una vida apostada al bien común, una existencia con propósito, no sólo pensaron en ellos, sino que desecharon la apatía, egoísmo y cobardía. A la muerte de su padre, Confucio quedó en la completa pobreza, sin la oportunidad de recibir estudios; tuvo que dedicarse a labores propios del campo. Pastor y cazador fueron algunos de sus múltiples trabajos.

Confucio nunca se dio por vencido, investigó la filosofía de sus antepasados, reflexionaba y meditaba mientras cuidaba carneros, hasta aparecer un Confucio filósofo que colocaba al amor por arriba de todas las virtudes, acuñando una de sus frases importantes: "No hagas a otros lo que no quieras para ti". Lao-Tse vivió una época decadente ya que los gobiernos de su tiempo sólo se preocupaban de colmar sus placeres superfluos. Lao-Tse intentó restaurar la virtud en su país mediante normas morales, escribiendo una especie de Biblia llamada El Laozi o Tao-Te-King, invitando al hombre a su propio perfeccionamiento espiritual. La premisa de Lao-Tse era: "La victoria sobre sí mismo". Jesús de Nazaret, proveniente de cuna humilde, hijo de un carpintero, no sólo fue un líder en toda la palabra, su constante fue enarbolar el amor universal, la compasión, la tolerancia, la paz y el perdón.

Amor, compasión, perseverancia, patriotismo, integración, paz, equidad, justicia, valor, educación, compromiso, fueron algunos de los valores que estos hombres utilizaron a lo largo de sus existencia, cualidades que todos podemos incluir en nuestro diario vivir. Inténtalo, no será fácil, pero poniendo uno por uno en práctica todos los días se acortan las distancias; cuando logres permear tu vida de valores, busca tu hondo propósito, uno que te apasione y haga feliz, pues cuando haya felicidad en tu vida, en forma natural, irradiarás alegría interna y eso contagiará y hará felices a los demás.


Existen hombres que han trascendido la adversidad, eternizando momentos de sus vidas...

Logrando empresas que rayan lo sobrenatural, seres que mediante los siglos parecen salidos de alguna leyenda tradicional: Jesús de Nazaret, Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Buda, Confucio, Mahoma, personas que como dijera en alguna ocasión Albert Einstein acerca de Gandhi: "Las generaciones del porvenir apenas creerán que un hombre como éste caminó la tierra en carne y hueso". Estos hombres existieron, vivieron instantes de duda, felicidad, amargura, desesperanza, pero en algún punto de su vida dejaron que la luminosidad de su espíritu fuera más fuerte que el destino.

Todo ser humano que ha habitado este planeta fue dotado de entendimiento para descubrir los misterios del universo, saber a qué distancia se encuentra la galaxia más lejana, recorrer las profundidades de los océanos, viajar más allá de la velocidad del sonido, escalar la montaña más empinada; todo lo que el ser humano se propone se puede alcanzar. El hombre no sólo es pensamiento sino también espiritualidad porque hasta el ateo más incrédulo acepta la creencia de un Dios, de una fuente universal que impartió la vida. Todo humano tiene discernimiento para escuchar la voz que brota de su espíritu, que dice que somos corazones indomables, capitanes de nuestra propia existencia; somos amos del amor y la bondad.

Qué hicieron estos generosos seres que lograron inmortalizar su espíritu mediante las centurias, en qué fueron diferentes a las mayorías del mundo para que sus actos prevalecieran hasta nuestros días, ¿De qué valores gozaron? ¿De qué ética se valieron? La respuesta sería que encontraron algo más de cuantía que su propia persona, vivieron una vida apostada al bien común, una existencia con propósito, no sólo pensaron en ellos, sino que desecharon la apatía, egoísmo y cobardía. A la muerte de su padre, Confucio quedó en la completa pobreza, sin la oportunidad de recibir estudios; tuvo que dedicarse a labores propios del campo. Pastor y cazador fueron algunos de sus múltiples trabajos.

Confucio nunca se dio por vencido, investigó la filosofía de sus antepasados, reflexionaba y meditaba mientras cuidaba carneros, hasta aparecer un Confucio filósofo que colocaba al amor por arriba de todas las virtudes, acuñando una de sus frases importantes: "No hagas a otros lo que no quieras para ti". Lao-Tse vivió una época decadente ya que los gobiernos de su tiempo sólo se preocupaban de colmar sus placeres superfluos. Lao-Tse intentó restaurar la virtud en su país mediante normas morales, escribiendo una especie de Biblia llamada El Laozi o Tao-Te-King, invitando al hombre a su propio perfeccionamiento espiritual. La premisa de Lao-Tse era: "La victoria sobre sí mismo". Jesús de Nazaret, proveniente de cuna humilde, hijo de un carpintero, no sólo fue un líder en toda la palabra, su constante fue enarbolar el amor universal, la compasión, la tolerancia, la paz y el perdón.

Amor, compasión, perseverancia, patriotismo, integración, paz, equidad, justicia, valor, educación, compromiso, fueron algunos de los valores que estos hombres utilizaron a lo largo de sus existencia, cualidades que todos podemos incluir en nuestro diario vivir. Inténtalo, no será fácil, pero poniendo uno por uno en práctica todos los días se acortan las distancias; cuando logres permear tu vida de valores, busca tu hondo propósito, uno que te apasione y haga feliz, pues cuando haya felicidad en tu vida, en forma natural, irradiarás alegría interna y eso contagiará y hará felices a los demás.