/ lunes 22 de febrero de 2021

Verba luminis | Para gobernar, hay que saber escuchar…

No se concibe al Poder si no es con sujeción al derecho; no imaginamos al Estado sin el orden jurídico. Tanto la sociedad como el gobierno, deberá ser un autoridad fundada en el derecho, al servicio de la democracia.

No es deseable derecho sin democracia, ni democracia al margen de la ley. La regla de oro de una convivencia pacífica y de una colaboración fructífera es el respeto a la ley, a través de la cual, las sociedades se integran, se consolidan y progresan. El derecho sirve para transformar la realidad conforme al esquema de los valores políticos y morales aceptados y tiene entre nosotros su expresión más alta en la constitución política, que es una maravillosa síntesis de los valores políticos permanentes que nuestro México ha determinado como su guía.

La Constitución es la norma suprema del orden jurídico mexicano, porque condiciona el contenido y determina el proceso de creación de todas las normas que de ella dependen. A la luz de las consideraciones anteriores, sostengo que los procesos de cambio de una sociedad dinámica, no solo deben de darse en lo electoral, o en los cargos públicos, sino también en las normas que contienen la Constitución en su carácter de ley fundamental de la república, ya que las disposiciones legales y con mayor razón la Constitución como ley suprema debe de acatarse. En este sentido una sociedad democrática se revela en esencia por el respeto a la pluralidad. En este sentido la democracia posee una disposición general a la diversidad de intereses que informan las actividades del conjunto social y de sus órganos de gobierno.

El presidente de la república, debe gobernar empezando por saber escuchar los planteamientos del pueblo y de sus distintos sectores y grupos, para después en el ejercicio de la administración, poder instrumentar soluciones y aplicar los recursos necesarios a las demandas de la sociedad. Saber escuchar es el paso previo al razonamiento y a la acción eficaz.

La democracia se inicia como ejercicio político en el diálogo, la negociación y la solución ordenada de conflictos; transcurre por el sistema de partidos y debe alcanzar las bases de nuestra organización social. Debemos seguir perfeccionando nuestro sistema político con el poder fundado en el consenso de la mayoría, con el respeto y garantía de las libertades y construyendo un orden social justo en beneficio del pueblo.

En suma nuestro sistema democrático, en lo político no puede agotarse en procesos electorales para la integración de los poderes constituidos. La participación ciudadana tiene que ser permanente, tiene que vigilar cómo se estructura y cómo actúa el poder a través de la opinión pública y de las agrupaciones ciudadanas informadas y corresponsables del acontecer nacional, no solo en épocas de campaña electoral, sino que es labor de todos los días. No obstante la amplitud de facultades que posee el presidente de la república, la autoridad que ejerce no es suprema ni absoluta. Está acotada por límites precisos de carácter legal, moral, social y político. El primero de ellos, es el tiempo, el liderazgo presidencial debe ser basado en el consenso, la verdad y la honestidad. Ese es el reto.

E-mail:

cesar.fentanesbanda@gmail.com

No se concibe al Poder si no es con sujeción al derecho; no imaginamos al Estado sin el orden jurídico. Tanto la sociedad como el gobierno, deberá ser un autoridad fundada en el derecho, al servicio de la democracia.

No es deseable derecho sin democracia, ni democracia al margen de la ley. La regla de oro de una convivencia pacífica y de una colaboración fructífera es el respeto a la ley, a través de la cual, las sociedades se integran, se consolidan y progresan. El derecho sirve para transformar la realidad conforme al esquema de los valores políticos y morales aceptados y tiene entre nosotros su expresión más alta en la constitución política, que es una maravillosa síntesis de los valores políticos permanentes que nuestro México ha determinado como su guía.

La Constitución es la norma suprema del orden jurídico mexicano, porque condiciona el contenido y determina el proceso de creación de todas las normas que de ella dependen. A la luz de las consideraciones anteriores, sostengo que los procesos de cambio de una sociedad dinámica, no solo deben de darse en lo electoral, o en los cargos públicos, sino también en las normas que contienen la Constitución en su carácter de ley fundamental de la república, ya que las disposiciones legales y con mayor razón la Constitución como ley suprema debe de acatarse. En este sentido una sociedad democrática se revela en esencia por el respeto a la pluralidad. En este sentido la democracia posee una disposición general a la diversidad de intereses que informan las actividades del conjunto social y de sus órganos de gobierno.

El presidente de la república, debe gobernar empezando por saber escuchar los planteamientos del pueblo y de sus distintos sectores y grupos, para después en el ejercicio de la administración, poder instrumentar soluciones y aplicar los recursos necesarios a las demandas de la sociedad. Saber escuchar es el paso previo al razonamiento y a la acción eficaz.

La democracia se inicia como ejercicio político en el diálogo, la negociación y la solución ordenada de conflictos; transcurre por el sistema de partidos y debe alcanzar las bases de nuestra organización social. Debemos seguir perfeccionando nuestro sistema político con el poder fundado en el consenso de la mayoría, con el respeto y garantía de las libertades y construyendo un orden social justo en beneficio del pueblo.

En suma nuestro sistema democrático, en lo político no puede agotarse en procesos electorales para la integración de los poderes constituidos. La participación ciudadana tiene que ser permanente, tiene que vigilar cómo se estructura y cómo actúa el poder a través de la opinión pública y de las agrupaciones ciudadanas informadas y corresponsables del acontecer nacional, no solo en épocas de campaña electoral, sino que es labor de todos los días. No obstante la amplitud de facultades que posee el presidente de la república, la autoridad que ejerce no es suprema ni absoluta. Está acotada por límites precisos de carácter legal, moral, social y político. El primero de ellos, es el tiempo, el liderazgo presidencial debe ser basado en el consenso, la verdad y la honestidad. Ese es el reto.

E-mail:

cesar.fentanesbanda@gmail.com