/ lunes 8 de marzo de 2021

Verba luminis | ¿Traidores a la patria…?

Recientemente, el Presidente de la República, llamó públicamente “Traidores a la patria”… a los abogados que defiendan intereses contrarios, desde su punto de vista a la nación. Esta expresión, ofensiva para quienes ejercemos esta noble profesión, lo exhibe como ignorante de la importancia de los abogados como garantes de que en la sociedad impere la justicia y la seguridad.

Solo donde el Derecho domina prospera el bienestar nacional, y solo así se desarrolla la fuerza moral y espiritual inherente a la nación y a su pleno desarrollo. Para cumplir este excelso cometido social nosotros como abogados debemos de ser libres. La libertad en este sentido significa que no debemos estar vinculados permanentemente a ningún sector público, privado o social y podemos escoger los asuntos jurídicos que estimemos justos, honrados, rectos y respaldados por el derecho. La libertad profesional nos faculta para atender cualquier negocio independientemente de los sujetos que en ellos sean protagonistas. Así indiscriminadamente podemos lo mismo defender al rico y al pobre, al trabajador o al patrón, al gobernado o al gobernante, con la única limitación de su sentido ético y de justicia. La libertad profesional es sagrada y es precisamente una de las características de los abogados es no tener nada que ver con el Estado y litigar contra el frecuentemente, ya que combatimos los fallos del Poder Judicial, las leyes inconstitucionales y exigimos la responsabilidad civil y criminal de los funcionarios de cualquier jerarquía y solicitamos la modificación y la inaplicación de las leyes que consideramos injustas.

Estas reflexiones explican porque los abogados somos mal vistos y proscritos en los regímenes dictatoriales. No es concebible un abogado apocado y asustadizo y sin valor civil, ya que donde la moral del pueblo consista en someterse, en subordinarse, a la política de la astucia, de la desfiguración, del sometimiento, surgimos los abogados, los verdaderos abogados defensores de la justicia, la libertad y el Derecho. De ahí que el calificativo de “Traidores a la patria” expresada por el titular del Poder Ejecutivo federal, es una ofensa, ya que no debe olvidarse que los abogados tenemos el deber social bajo diversas formas de actividad, en los que se logre la observancia de la Constitución y de la ley, esgrimiendo las nobles armas de la razón y de la fe en la justicia, y es muy satisfactorio recordar que en el sistema constitucional mexicano a despecho del presidencialismo, tenemos un gobierno de leyes, que es susceptible de operar a través del Juicio de Amparo como medio jurídico de la defensa de la constitución de la ley en contra de los actos de las autoridades que consideramos responsables de violarlas.

Se cuenta que en una ceremonia de homenaje a la reina Victoria de Inglaterra, ante la que los grandes personajes del reino se postraban de hinojos, un abogado intentó imitarlos. La soberana no se lo permitió diciéndole “Yo represento la majestad, es decir, el poder del Estado y usted defiende el honor del país; es la majestad la que se rinde al honor judicial que usted defiende”. Bella anécdota que revela lo que es un abogado de cuya limpia actuación depende la paz constructiva y el progreso de un pueblo.

cesar.fentanesbanda@gmail.com

Recientemente, el Presidente de la República, llamó públicamente “Traidores a la patria”… a los abogados que defiendan intereses contrarios, desde su punto de vista a la nación. Esta expresión, ofensiva para quienes ejercemos esta noble profesión, lo exhibe como ignorante de la importancia de los abogados como garantes de que en la sociedad impere la justicia y la seguridad.

Solo donde el Derecho domina prospera el bienestar nacional, y solo así se desarrolla la fuerza moral y espiritual inherente a la nación y a su pleno desarrollo. Para cumplir este excelso cometido social nosotros como abogados debemos de ser libres. La libertad en este sentido significa que no debemos estar vinculados permanentemente a ningún sector público, privado o social y podemos escoger los asuntos jurídicos que estimemos justos, honrados, rectos y respaldados por el derecho. La libertad profesional nos faculta para atender cualquier negocio independientemente de los sujetos que en ellos sean protagonistas. Así indiscriminadamente podemos lo mismo defender al rico y al pobre, al trabajador o al patrón, al gobernado o al gobernante, con la única limitación de su sentido ético y de justicia. La libertad profesional es sagrada y es precisamente una de las características de los abogados es no tener nada que ver con el Estado y litigar contra el frecuentemente, ya que combatimos los fallos del Poder Judicial, las leyes inconstitucionales y exigimos la responsabilidad civil y criminal de los funcionarios de cualquier jerarquía y solicitamos la modificación y la inaplicación de las leyes que consideramos injustas.

Estas reflexiones explican porque los abogados somos mal vistos y proscritos en los regímenes dictatoriales. No es concebible un abogado apocado y asustadizo y sin valor civil, ya que donde la moral del pueblo consista en someterse, en subordinarse, a la política de la astucia, de la desfiguración, del sometimiento, surgimos los abogados, los verdaderos abogados defensores de la justicia, la libertad y el Derecho. De ahí que el calificativo de “Traidores a la patria” expresada por el titular del Poder Ejecutivo federal, es una ofensa, ya que no debe olvidarse que los abogados tenemos el deber social bajo diversas formas de actividad, en los que se logre la observancia de la Constitución y de la ley, esgrimiendo las nobles armas de la razón y de la fe en la justicia, y es muy satisfactorio recordar que en el sistema constitucional mexicano a despecho del presidencialismo, tenemos un gobierno de leyes, que es susceptible de operar a través del Juicio de Amparo como medio jurídico de la defensa de la constitución de la ley en contra de los actos de las autoridades que consideramos responsables de violarlas.

Se cuenta que en una ceremonia de homenaje a la reina Victoria de Inglaterra, ante la que los grandes personajes del reino se postraban de hinojos, un abogado intentó imitarlos. La soberana no se lo permitió diciéndole “Yo represento la majestad, es decir, el poder del Estado y usted defiende el honor del país; es la majestad la que se rinde al honor judicial que usted defiende”. Bella anécdota que revela lo que es un abogado de cuya limpia actuación depende la paz constructiva y el progreso de un pueblo.

cesar.fentanesbanda@gmail.com