/ miércoles 20 de noviembre de 2019

VI Festival Mundial de Cine de Veracruz

La semana pasada asistí como parte del jurado, de la sección de Largometraje en Documental, al VI Festival Mundial de Cine de Veracruz...

El evento fue celebrado en el puerto jarocho y que fue dedicado, a manera de homenaje, al director Ricardo Benet.

Compartí el jurado junto al fotógrafo Carlos Cano y la documentalista Alejandra Islas, de amplias trayectorias y buenas vibras como personas. Entre el poco tiempo que nos dejaba nuestra labor de calificadores, compartimos nuestras experiencias profesionales dentro del cine. La mía, claro, desde la crítica y el análisis de cine.

Estar en el puerto, frente al mar, me revitalizó. Yo, que dejé el mar (Tampico) y me fui a la montaña (Xalapa) hace algunos años, volví a sentir el aroma del mar, el lenguaje sonoro de las olas que -a su vez- nos abre otro diálogo con la memoria. Y decir memoria es volver a pisar territorios del pasado que nos puede doler o revitalizar.

Mi eterno agradecimiento al cineasta Fabrizio Prada y al comité de los 500 Años del Puerto de Veracruz por su invitación para formar parte de ese festival que, sin duda, irá creciendo y adquiriendo la importancia que se merece.

Dentro de los filmes que nos tocó ver y analizar, nos decantamos por el documental brasileño de 2018 Alzheimer en la periferia, Albert Klinke, por su propuesta fílmica rigurosa y contrastantemente tierna y triste sobre los cuidadores de enfermos de Alzheimer y su relación cotidiana.

Como segundo lugar, decidimos darle el reconocimiento a Lágrimas y Sueños/ Italia-2018, de Lia Beltrami, porque recoge testimonios crudos y esperanzadores a la vez de niñas tailandesas que han sido víctimas de trata de personas, drogadicción y prostitución y que encuentran en las misioneras católicas y en los budistas una luz para un futuro mejor. Un filme impactante.

Y extendimos una Mención Honorífica a Querido Marco Antonio/ Guatemala-Costa Rica-2019, de Miguel Herrera, por abordar con pulcritud los testimonios terribles y la búsqueda de familiares del joven de 14 años, Marco Antonio, quien fue desaparecido por el ejército durante las dictaduras que dominaron Guatemala en las décadas de los 70 y 90.

Cabe destacar que los tres documentales premiados son de una vigencia palpable ya que nos recuerdan que la memoria, literal y socialmente, es sangre, piel y oportunidad de canto cuando la desesperanza y el olvido parecen dominarlo todo.

El documental es un género cinematográfico que tiene dos filos: el de la realidad inmediata, directa, burda; y el de la otra mirada: del director, esmerilada por la estética del cine y que lleva a espectador a un nivel de aprendizaje evidente. Es infrecuente que alguien salga de la sala de cine, después de ver un documental, sin nada qué decir. No cabe la indiferencia ante el documental…

La semana pasada asistí como parte del jurado, de la sección de Largometraje en Documental, al VI Festival Mundial de Cine de Veracruz...

El evento fue celebrado en el puerto jarocho y que fue dedicado, a manera de homenaje, al director Ricardo Benet.

Compartí el jurado junto al fotógrafo Carlos Cano y la documentalista Alejandra Islas, de amplias trayectorias y buenas vibras como personas. Entre el poco tiempo que nos dejaba nuestra labor de calificadores, compartimos nuestras experiencias profesionales dentro del cine. La mía, claro, desde la crítica y el análisis de cine.

Estar en el puerto, frente al mar, me revitalizó. Yo, que dejé el mar (Tampico) y me fui a la montaña (Xalapa) hace algunos años, volví a sentir el aroma del mar, el lenguaje sonoro de las olas que -a su vez- nos abre otro diálogo con la memoria. Y decir memoria es volver a pisar territorios del pasado que nos puede doler o revitalizar.

Mi eterno agradecimiento al cineasta Fabrizio Prada y al comité de los 500 Años del Puerto de Veracruz por su invitación para formar parte de ese festival que, sin duda, irá creciendo y adquiriendo la importancia que se merece.

Dentro de los filmes que nos tocó ver y analizar, nos decantamos por el documental brasileño de 2018 Alzheimer en la periferia, Albert Klinke, por su propuesta fílmica rigurosa y contrastantemente tierna y triste sobre los cuidadores de enfermos de Alzheimer y su relación cotidiana.

Como segundo lugar, decidimos darle el reconocimiento a Lágrimas y Sueños/ Italia-2018, de Lia Beltrami, porque recoge testimonios crudos y esperanzadores a la vez de niñas tailandesas que han sido víctimas de trata de personas, drogadicción y prostitución y que encuentran en las misioneras católicas y en los budistas una luz para un futuro mejor. Un filme impactante.

Y extendimos una Mención Honorífica a Querido Marco Antonio/ Guatemala-Costa Rica-2019, de Miguel Herrera, por abordar con pulcritud los testimonios terribles y la búsqueda de familiares del joven de 14 años, Marco Antonio, quien fue desaparecido por el ejército durante las dictaduras que dominaron Guatemala en las décadas de los 70 y 90.

Cabe destacar que los tres documentales premiados son de una vigencia palpable ya que nos recuerdan que la memoria, literal y socialmente, es sangre, piel y oportunidad de canto cuando la desesperanza y el olvido parecen dominarlo todo.

El documental es un género cinematográfico que tiene dos filos: el de la realidad inmediata, directa, burda; y el de la otra mirada: del director, esmerilada por la estética del cine y que lleva a espectador a un nivel de aprendizaje evidente. Es infrecuente que alguien salga de la sala de cine, después de ver un documental, sin nada qué decir. No cabe la indiferencia ante el documental…