La semana pasada asistí como parte del jurado, de la sección de Largometraje en Documental, al VI Festival Mundial de Cine de Veracruz...
El evento fue celebrado en el puerto jarocho y que fue dedicado, a manera de homenaje, al director Ricardo Benet.
Compartí el jurado junto al fotógrafo Carlos Cano y la documentalista Alejandra Islas, de amplias trayectorias y buenas vibras como personas. Entre el poco tiempo que nos dejaba nuestra labor de calificadores, compartimos nuestras experiencias profesionales dentro del cine. La mía, claro, desde la crítica y el análisis de cine.
Estar en el puerto, frente al mar, me revitalizó. Yo, que dejé el mar (Tampico) y me fui a la montaña (Xalapa) hace algunos años, volví a sentir el aroma del mar, el lenguaje sonoro de las olas que -a su vez- nos abre otro diálogo con la memoria. Y decir memoria es volver a pisar territorios del pasado que nos puede doler o revitalizar.
Mi eterno agradecimiento al cineasta Fabrizio Prada y al comité de los 500 Años del Puerto de Veracruz por su invitación para formar parte de ese festival que, sin duda, irá creciendo y adquiriendo la importancia que se merece.
Dentro de los filmes que nos tocó ver y analizar, nos decantamos por el documental brasileño de 2018 Alzheimer en la periferia, Albert Klinke, por su propuesta fílmica rigurosa y contrastantemente tierna y triste sobre los cuidadores de enfermos de Alzheimer y su relación cotidiana.
Como segundo lugar, decidimos darle el reconocimiento a Lágrimas y Sueños/ Italia-2018, de Lia Beltrami, porque recoge testimonios crudos y esperanzadores a la vez de niñas tailandesas que han sido víctimas de trata de personas, drogadicción y prostitución y que encuentran en las misioneras católicas y en los budistas una luz para un futuro mejor. Un filme impactante.
Y extendimos una Mención Honorífica a Querido Marco Antonio/ Guatemala-Costa Rica-2019, de Miguel Herrera, por abordar con pulcritud los testimonios terribles y la búsqueda de familiares del joven de 14 años, Marco Antonio, quien fue desaparecido por el ejército durante las dictaduras que dominaron Guatemala en las décadas de los 70 y 90.
Cabe destacar que los tres documentales premiados son de una vigencia palpable ya que nos recuerdan que la memoria, literal y socialmente, es sangre, piel y oportunidad de canto cuando la desesperanza y el olvido parecen dominarlo todo.
El documental es un género cinematográfico que tiene dos filos: el de la realidad inmediata, directa, burda; y el de la otra mirada: del director, esmerilada por la estética del cine y que lleva a espectador a un nivel de aprendizaje evidente. Es infrecuente que alguien salga de la sala de cine, después de ver un documental, sin nada qué decir. No cabe la indiferencia ante el documental…