/ domingo 17 de noviembre de 2019

Vida, estamos en paz

El tiempo que me resta por vivir, --que espero se alargue por muchos años más-- será el más importante, el más trascendente de mi existencia, será, por así decirlo, la cereza del pastel que Dios me dio como regalo al nacer, será, sin duda alguna, la calma que sigue a la tormenta, para dar paso al esplendor de un nuevo amanecer.


El tiempo que me resta por vivir lo dedicaré a realizar todo aquello que las responsabilidades me impidieron, las cosas que en ese entonces no contaban para alcanzar las ambiciones o proyectos que la vida nos impone para obtener el lugar que deseamos en el mundo en que nos desenvolvemos.

El tiempo que me resta por vivir será utilizado para refrendar y enriquecer el amor a mi familia, para entender a cabalidad que lo material no lo es todo y que siempre hará falta el complemento de lo espiritual para alcanzar el bienestar del alma.

El tiempo que me resta por vivir lo dedicaré, hasta donde me alcance, a pavimentar de actitudes positivas el camino que lleva a Dios.

El tiempo que me resta por vivir me dará la oportunidad de llenar mi equipaje con valores espirituales que no tengan peso, pero que sean tan grandes como la promesa de Dios de una vida eterna en el reino del amor.

El tiempo que me resta por vivir será para reponer lo perdido en el campo de las virtudes, para enderezar el rumbo hacia mejores horizontes y afinar mi percepción de que en esta vida vale más ser que tener.

El tiempo que me resta por vivir lo usaré como otero desde donde dirigiré una mirada retrospectiva hacia el llano de lo que fue, para nunca arrepentirme de haber formado a mis hijos bajo la ley de Dios y de los hombres para convertirlos en personas útiles a la sociedad y responsables de sus familias y de sí mismos.

Sí, creo que aún me queda suficiente tiempo para todo eso y para más, porque estoy pensando en que al final del camino, nadie me irá a recibir si llego con el espíritu vacío y si así sucediera, entonces de nada habrá servido mi paso por este mundo.

Por lo pronto, he pagado puntual el peaje que la vida y mis propias acciones me impusieron, le dí al César lo que por ley era del César y a Dios lo que por amor le corresponde.

Sí, el tiempo que me resta por vivir me dará la sabiduría suficiente para seguir dando a cada quien y a cada cosa el valor que le corresponde, respetarles su lugar en el contexto de la vida y seguir viéndolos como un complemento de mi propia vida.

Al fin y al cabo que en mi balance personal salgo ganando en el debe y en el haber y ahora solo falta igualar las columnas para poder decir como aquel poema de Amado Nervo: Ame, fui amado, el sol acarició mi faz. Vida, nada me debes, Vida, estamos en paz.

P.D.- Dicen que para allá vamos todos, pero yo digo, nada más no empujen.

Correo:

armando_juarezbecerra@hotmail.com

El tiempo que me resta por vivir, --que espero se alargue por muchos años más-- será el más importante, el más trascendente de mi existencia, será, por así decirlo, la cereza del pastel que Dios me dio como regalo al nacer, será, sin duda alguna, la calma que sigue a la tormenta, para dar paso al esplendor de un nuevo amanecer.


El tiempo que me resta por vivir lo dedicaré a realizar todo aquello que las responsabilidades me impidieron, las cosas que en ese entonces no contaban para alcanzar las ambiciones o proyectos que la vida nos impone para obtener el lugar que deseamos en el mundo en que nos desenvolvemos.

El tiempo que me resta por vivir será utilizado para refrendar y enriquecer el amor a mi familia, para entender a cabalidad que lo material no lo es todo y que siempre hará falta el complemento de lo espiritual para alcanzar el bienestar del alma.

El tiempo que me resta por vivir lo dedicaré, hasta donde me alcance, a pavimentar de actitudes positivas el camino que lleva a Dios.

El tiempo que me resta por vivir me dará la oportunidad de llenar mi equipaje con valores espirituales que no tengan peso, pero que sean tan grandes como la promesa de Dios de una vida eterna en el reino del amor.

El tiempo que me resta por vivir será para reponer lo perdido en el campo de las virtudes, para enderezar el rumbo hacia mejores horizontes y afinar mi percepción de que en esta vida vale más ser que tener.

El tiempo que me resta por vivir lo usaré como otero desde donde dirigiré una mirada retrospectiva hacia el llano de lo que fue, para nunca arrepentirme de haber formado a mis hijos bajo la ley de Dios y de los hombres para convertirlos en personas útiles a la sociedad y responsables de sus familias y de sí mismos.

Sí, creo que aún me queda suficiente tiempo para todo eso y para más, porque estoy pensando en que al final del camino, nadie me irá a recibir si llego con el espíritu vacío y si así sucediera, entonces de nada habrá servido mi paso por este mundo.

Por lo pronto, he pagado puntual el peaje que la vida y mis propias acciones me impusieron, le dí al César lo que por ley era del César y a Dios lo que por amor le corresponde.

Sí, el tiempo que me resta por vivir me dará la sabiduría suficiente para seguir dando a cada quien y a cada cosa el valor que le corresponde, respetarles su lugar en el contexto de la vida y seguir viéndolos como un complemento de mi propia vida.

Al fin y al cabo que en mi balance personal salgo ganando en el debe y en el haber y ahora solo falta igualar las columnas para poder decir como aquel poema de Amado Nervo: Ame, fui amado, el sol acarició mi faz. Vida, nada me debes, Vida, estamos en paz.

P.D.- Dicen que para allá vamos todos, pero yo digo, nada más no empujen.

Correo:

armando_juarezbecerra@hotmail.com