/ miércoles 28 de agosto de 2019

Virus de la guerra

Hace años, una computadora fue alimentada con datos acerca de las guerras sufridas en la historia conocida de este planeta. Se encontró, que todas las generaciones, excepto dos, han padecido los rigores de la violencia bélica. Los motivos han sido de carácter político, territoriales, prejuicios de raza, religión, clase social, idioma, magnicidios, la voracidad del poder, la loca ambición de dinero. En el estudio se determinó que el ser humano tiene la imperiosa necesidad de encontrar un enemigo, de la misma forma en que necesita del sexo, de sentido de su propia importancia, de dinero, del bienestar de la familia, del misticismo, de la salud.

¿Qué hicieron estas dos generaciones que vivieron en paz relativa para demostrar su gran capacidad de vivir sin matarse entre sí? ¿Cómo dominaron el deseo de tener enemigos que al parecer habita en el corazón de la raza humana? Lo que salvó a esas generaciones fue la aptitud de sus integrantes para permanecer unidos, eso los apartó del caos. Ni más, ni menos.

NOTA DEL DÍA.- En el ya lejano año de mil novecientos setenta y siete, la atractiva Anna Ruffino, de 21 años, se vio involucrada en el caso conocido como “la virgen de un millón de dólares”. Esta fue la elevada suma con que ella demandó a su esposo, Salvatore Ruffino, de 30 años, de acuerdo a informaciones, por haber puesto en duda su honor. La pareja se casó en Detroit, Michigan, y en la noche de bodas, el celoso Salvatore decidió llevarla a un hospital para comprobar su castidad.

Ante la negativa de los médicos para realizar el examen, la llevó a una clínica en Hawái, donde esperó infructuosamente durante horas a un médico que aceptara comprobar la virginidad de la joven. Entonces decidió telefonear a los padres sicilianos de Anna, que viven en Santa Clara, California, para enrostrarles que su hija no era virgen.

Posteriormente la chica pudo comprobar su pureza en un examen privado, pero decidió rechazar al esposo que sus padres le habían elegido hace dieciocho meses. Anna Ruffino contrató a un abogado para que iniciara la demanda de un millón de dólares en contra de Salvatore Ruffinopor daños morales.

“Sufrí una pérdida irreparable en el aprecio de mi comunidad y será difícil que pueda volver a casarme”, dijo la joven víctima de las ancestrales tradiciones sexuales sicilianas.

Hace años, una computadora fue alimentada con datos acerca de las guerras sufridas en la historia conocida de este planeta. Se encontró, que todas las generaciones, excepto dos, han padecido los rigores de la violencia bélica. Los motivos han sido de carácter político, territoriales, prejuicios de raza, religión, clase social, idioma, magnicidios, la voracidad del poder, la loca ambición de dinero. En el estudio se determinó que el ser humano tiene la imperiosa necesidad de encontrar un enemigo, de la misma forma en que necesita del sexo, de sentido de su propia importancia, de dinero, del bienestar de la familia, del misticismo, de la salud.

¿Qué hicieron estas dos generaciones que vivieron en paz relativa para demostrar su gran capacidad de vivir sin matarse entre sí? ¿Cómo dominaron el deseo de tener enemigos que al parecer habita en el corazón de la raza humana? Lo que salvó a esas generaciones fue la aptitud de sus integrantes para permanecer unidos, eso los apartó del caos. Ni más, ni menos.

NOTA DEL DÍA.- En el ya lejano año de mil novecientos setenta y siete, la atractiva Anna Ruffino, de 21 años, se vio involucrada en el caso conocido como “la virgen de un millón de dólares”. Esta fue la elevada suma con que ella demandó a su esposo, Salvatore Ruffino, de 30 años, de acuerdo a informaciones, por haber puesto en duda su honor. La pareja se casó en Detroit, Michigan, y en la noche de bodas, el celoso Salvatore decidió llevarla a un hospital para comprobar su castidad.

Ante la negativa de los médicos para realizar el examen, la llevó a una clínica en Hawái, donde esperó infructuosamente durante horas a un médico que aceptara comprobar la virginidad de la joven. Entonces decidió telefonear a los padres sicilianos de Anna, que viven en Santa Clara, California, para enrostrarles que su hija no era virgen.

Posteriormente la chica pudo comprobar su pureza en un examen privado, pero decidió rechazar al esposo que sus padres le habían elegido hace dieciocho meses. Anna Ruffino contrató a un abogado para que iniciara la demanda de un millón de dólares en contra de Salvatore Ruffinopor daños morales.

“Sufrí una pérdida irreparable en el aprecio de mi comunidad y será difícil que pueda volver a casarme”, dijo la joven víctima de las ancestrales tradiciones sexuales sicilianas.