/ domingo 10 de julio de 2022

Vivencias | Migrantes

Por su ubicación geográfica y su historia, México es un país donde se dan todos los fenómenos relacionados con la migración.

Es un país de origen, como muestra, los millones de mexicanos que cruzaron la frontera y que han creado comunidades fuertes en EEUU y que representan ya un porcentaje importante de la población del país vecino.

Un país de destino, por los miles de extranjeros que por diversas razones han salido de sus países en muchos casos víctimas de persecuciones políticas y que han hecho de nuestro país el suyo.

Un país que ha necesitado de múltiples programas para reintegrar a los mexicanos repatriados que dejan trabajo, familia en el vecino país y que son regresados sin miramientos. Pero sobre todo somos un país de tránsito, un país que contempla a veces sin piedad alguna, a los miles y miles de extranjeros en su mayoría centroamericanos, que día a día intentan cruzar nuestro país para alcanzar el "sueño americano.”

Hace apenas unos días nos enteramos de un tráiler encontrado en San Antonio, Texas, con personas apiñadas en la caja: entre ellas 53 muertos. Un tráiler al que se le descompuso la ventilación y que transportaba ilegalmente migrantes, sin alimentos, sin agua, con temperaturas mayores de 40 grados.

¿Qué clase de vida tiene alguien que opta por irse de su tierra, dejar a su familia, a su gente para buscar algo que sin duda no tienen?

La falta de oportunidades, la miseria, la falta de empleos, la violencia, la falta de esperanza entre las razones que orillan a mujeres y hombres a enfrentarse a lo desconocido, a viajar miles de kilómetros, sometidos a toda clase de peligros.

Y cuántas historias de esperanzas, de sueños, de sacrificios atrás de cada muerto, de cada migrante que lo intenta.

Entender el grado de marginación, de violencia en algunas regiones, en otros países, es casi imposible para nosotros, aun con nuestras carencias. Dicen que no son unos miles de pesos al mes los que arraigan a un ser humano a su tierra, sino la esperanza, y creo que tienen razón.

La meta del ser humano no es sobrevivir, sino desarrollarse, crecer, formar una familia, tener derecho a la salud, a la educación, a la justicia, a una vida digna, ser felices. Lo que queremos todos.

Entender la decisión de migrar, de dejar su tierra y su familia nos debería comprometer a todos. Y más a los portadores del “sueño americano”. Construir opciones de desarrollo en la tierra de cada uno, crear oportunidades de mejores empleos, ayudar a construir la paz en todas las comunidades, son requisitos para arraigar a los seres humanos.

Sin oportunidades en su propia tierra, estamos condenados a seguir viendo estos escenarios atroces: la matanza de los 72 en San Fernando, las tragedias de La Bestia y el dolor del tráiler de San Antonio. Apostemos a la esperanza.

Por su ubicación geográfica y su historia, México es un país donde se dan todos los fenómenos relacionados con la migración.

Es un país de origen, como muestra, los millones de mexicanos que cruzaron la frontera y que han creado comunidades fuertes en EEUU y que representan ya un porcentaje importante de la población del país vecino.

Un país de destino, por los miles de extranjeros que por diversas razones han salido de sus países en muchos casos víctimas de persecuciones políticas y que han hecho de nuestro país el suyo.

Un país que ha necesitado de múltiples programas para reintegrar a los mexicanos repatriados que dejan trabajo, familia en el vecino país y que son regresados sin miramientos. Pero sobre todo somos un país de tránsito, un país que contempla a veces sin piedad alguna, a los miles y miles de extranjeros en su mayoría centroamericanos, que día a día intentan cruzar nuestro país para alcanzar el "sueño americano.”

Hace apenas unos días nos enteramos de un tráiler encontrado en San Antonio, Texas, con personas apiñadas en la caja: entre ellas 53 muertos. Un tráiler al que se le descompuso la ventilación y que transportaba ilegalmente migrantes, sin alimentos, sin agua, con temperaturas mayores de 40 grados.

¿Qué clase de vida tiene alguien que opta por irse de su tierra, dejar a su familia, a su gente para buscar algo que sin duda no tienen?

La falta de oportunidades, la miseria, la falta de empleos, la violencia, la falta de esperanza entre las razones que orillan a mujeres y hombres a enfrentarse a lo desconocido, a viajar miles de kilómetros, sometidos a toda clase de peligros.

Y cuántas historias de esperanzas, de sueños, de sacrificios atrás de cada muerto, de cada migrante que lo intenta.

Entender el grado de marginación, de violencia en algunas regiones, en otros países, es casi imposible para nosotros, aun con nuestras carencias. Dicen que no son unos miles de pesos al mes los que arraigan a un ser humano a su tierra, sino la esperanza, y creo que tienen razón.

La meta del ser humano no es sobrevivir, sino desarrollarse, crecer, formar una familia, tener derecho a la salud, a la educación, a la justicia, a una vida digna, ser felices. Lo que queremos todos.

Entender la decisión de migrar, de dejar su tierra y su familia nos debería comprometer a todos. Y más a los portadores del “sueño americano”. Construir opciones de desarrollo en la tierra de cada uno, crear oportunidades de mejores empleos, ayudar a construir la paz en todas las comunidades, son requisitos para arraigar a los seres humanos.

Sin oportunidades en su propia tierra, estamos condenados a seguir viendo estos escenarios atroces: la matanza de los 72 en San Fernando, las tragedias de La Bestia y el dolor del tráiler de San Antonio. Apostemos a la esperanza.