/ domingo 1 de mayo de 2022

Vivencias | Tampico, ciudad segura

Nuestra tierra, nuestra, porque aquí nacimos o aquí vivimos, siempre ha sido reconocida como un lugar de gente abierta, alegre, confiada. Todos hemos recibido comentarios positivos de las personas que la conocen. Todos se sienten sorprendidos por su belleza pero mucho más por su gente. En verdad y en poco tiempo se sienten en casa.

Los mayores recordamos nuestra infancia cuando jugábamos libremente en sus calles sin tener temor alguno. Nuestras puertas no tenían llave en el día y entrábamos a casa de los vecinos o amigos con la confianza de entrar a nuestra casa y después cuando crecimos, ya jóvenes salíamos de noche, con el solo miedo de llegar tarde y recibir el regaño de rigor. Vivíamos sin miedo.

Pero hace algunos años, no muchos, Tampico, la zona sur y el estado, vivió una etapa terrible en donde todos perdimos a alguien que amamos, nos asaltaban a cualquier hora, desaparecieron chicas y chicos y el miedo se apoderó de nosotros. Nos mirábamos unos a otros sin reconocernos siquiera. Subimos bardas, pusimos cámaras, reforzamos puertas y ventanas y aun así, no podíamos salir, éramos auténticos prisioneros en nuestras propias casas, como si los malos fuéramos nosotros.

Y encerramos a nuestros hijos, nos aterraba que salieran, esperábamos angustiados su llegada, nosotros regresábamos antes del anochecer, salíamos a lo indispensable, tomábamos medidas de más y muchos, los que pudieron, emigraron, obligados por todo lo que se vivía. Nuestros hijos desde pequeños aprendieron a tirarse al suelo si oían balazos. En ese entonces recuerdo a mis nietas de vacaciones, espantarse en Puebla por unos simples cohetes.

Nuestra alegría se esfumó. Tampico parecía ya un pueblo fantasma. Se perdió la esperanza.

Tiempo después volvió la tranquilidad, volvimos a sonreír, regresaron algunos. Nos reencontramos...

Y ahora me entero como todos, que ya somos la segunda ciudad más segura de todo México y de verdad, no tengo más que gratitud por eso.

Vivir seguros no tiene precio. Es algo que debemos valorar, porque solo lo hacemos cuando no lo tenemos y solo recordamos cuando nos lo quitan.

No olvidemos aquellos días y lo digo no para vivir con temor, si no para aquilatar la que tenemos hoy. Hagamos todo lo que sea necesario para preservar la tranquilidad. Reconozcamos el esfuerzo que lo hizo posible, felicidades al alcalde Jesús Nader y felicidades a todos nosotros.

Vivir en Tampico y vivir en paz es algo parecido al paraíso.

Nuestra tierra, nuestra, porque aquí nacimos o aquí vivimos, siempre ha sido reconocida como un lugar de gente abierta, alegre, confiada. Todos hemos recibido comentarios positivos de las personas que la conocen. Todos se sienten sorprendidos por su belleza pero mucho más por su gente. En verdad y en poco tiempo se sienten en casa.

Los mayores recordamos nuestra infancia cuando jugábamos libremente en sus calles sin tener temor alguno. Nuestras puertas no tenían llave en el día y entrábamos a casa de los vecinos o amigos con la confianza de entrar a nuestra casa y después cuando crecimos, ya jóvenes salíamos de noche, con el solo miedo de llegar tarde y recibir el regaño de rigor. Vivíamos sin miedo.

Pero hace algunos años, no muchos, Tampico, la zona sur y el estado, vivió una etapa terrible en donde todos perdimos a alguien que amamos, nos asaltaban a cualquier hora, desaparecieron chicas y chicos y el miedo se apoderó de nosotros. Nos mirábamos unos a otros sin reconocernos siquiera. Subimos bardas, pusimos cámaras, reforzamos puertas y ventanas y aun así, no podíamos salir, éramos auténticos prisioneros en nuestras propias casas, como si los malos fuéramos nosotros.

Y encerramos a nuestros hijos, nos aterraba que salieran, esperábamos angustiados su llegada, nosotros regresábamos antes del anochecer, salíamos a lo indispensable, tomábamos medidas de más y muchos, los que pudieron, emigraron, obligados por todo lo que se vivía. Nuestros hijos desde pequeños aprendieron a tirarse al suelo si oían balazos. En ese entonces recuerdo a mis nietas de vacaciones, espantarse en Puebla por unos simples cohetes.

Nuestra alegría se esfumó. Tampico parecía ya un pueblo fantasma. Se perdió la esperanza.

Tiempo después volvió la tranquilidad, volvimos a sonreír, regresaron algunos. Nos reencontramos...

Y ahora me entero como todos, que ya somos la segunda ciudad más segura de todo México y de verdad, no tengo más que gratitud por eso.

Vivir seguros no tiene precio. Es algo que debemos valorar, porque solo lo hacemos cuando no lo tenemos y solo recordamos cuando nos lo quitan.

No olvidemos aquellos días y lo digo no para vivir con temor, si no para aquilatar la que tenemos hoy. Hagamos todo lo que sea necesario para preservar la tranquilidad. Reconozcamos el esfuerzo que lo hizo posible, felicidades al alcalde Jesús Nader y felicidades a todos nosotros.

Vivir en Tampico y vivir en paz es algo parecido al paraíso.