/ lunes 10 de junio de 2019

Con café y a media luz | Zapatero, a tus zapatos

Recuerdo bien mi etapa de adolescente rebelde, esa en la que uno se consideraba capaz de comerse al mundo de un solo bocado. ¡Ah, qué equivocado estaba! Empero, esta condición es natural en todo aquel organismo que está aprendiendo a conducirse por los senderos de la vida. Más complejo es, cuando a este ser viviente, le afectan más factores –psicológico, emocional y cognitivo– que al resto de las entidades vivas.

Ahora, ¿nos podremos imaginar si a esta serie de elementos, de por sí complicados, le agregamos el hecho de que ese “ente” que respira, piensa, toma decisiones y asume las consecuencias de estas, es conformado por varios intelectos que se consideran a sí mismos, expertos en uno o varios temas? El resultado, sin duda alguna, será un caos sumamente difícil de controlar.

No obstante, llegará el momento en que “las aguas regresen a su nivel” y “tomen su cauce”. Como usted lo quiera ver, gentil amigo lector y, al igual que como cualquier adolescente, se terminará por reconocer sus virtudes, defectos, limitantes y capacidades, lo que permitirá empezar a tomar decisiones más atinadas al identificar el momento de iniciar, la intensidad para detonar tal o cual acción y el justo instante para concluirla o, si así lo amerita, cambiar de opinión e iniciar nuevamente el ciclo que, renglones arriba, le describí.

En este largo camino de aprendizaje, las experiencias serán el parteaguas que defina la evolución consciente del organismo en cuestión en el fenómeno llamado “toma de decisiones”. Como decían las abuelitas: “La mula no era huraña, los palos la hicieron”. Y tal vez –hago énfasis en ello– no volverá a “tropezar con la misma piedra”.

¿Y a qué viene tanta perorata de cuatro o cinco párrafos? Seguramente se estará preguntando usted, gentil amigo lector. Pues a la reciente “negociación” que tuvieron las autoridades mexicanas con sus homólogos de los Estados Unidos de Norteamérica.

Como usted recordará, el presidente del vecino país del norte, Donald Trump, mostró una postura reacia en torno a la “permisividad” del Gobierno mexicano ante el problema que representaba el flujo de migrantes y la aparente inacción de la Presidencia de la República para darle fin al mismo. ¿La sentencia? Un considerable aumento arancelario a las exportaciones mexicanas. Hecho que, a la larga, traería una incosteable producción mexicana y una disminución radical de los índices de compra del objeto terminado o de la materia prima, según sea el caso, en el mercado estadounidense.

No debemos olvidar que la formación del mandatario “gringo” es empresarial y el temple que le formó la bolsa de valores y el gusto por el dinero, así como su postura sociológica y su situación política, lo hacen un “hueso duro de roer” para cualquier símil en el resto del orbe. Ese mismo dogma tienen sus colaboradores.

Aunque el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, haya asegurado que salimos con la dignidad intacta, dicho sea de paso, esa frase se puede leer a varios niveles y en distintos sentidos, la realidad es que el Gobierno de México fue “motivado” por un agente externo como a un adolescente, a tomar una decisión ante una problemática que, curiosamente, fue creada y aceptada por él mismo.

De repente, recuerdo aquellos castigos que imponían los padres cuando se reprobaba matemáticas por no haber estudiado, no haber puesto atención en clase y no haber llevado la tarea a tiempo. “Te voy a quitar la televisión hasta que me pases esa materia” –decía mamá o papá- y entonces sí, aprendíamos a sacar el teorema de Pitágoras y hasta vida, obra y desventuras amorosas del autor, por si “el profe” nos lo preguntaba.

Una vez, acreditada la asignatura, gozábamos de una tranquilidad que, si hubiésemos cumplido con nuestras obligaciones, nunca se debió haber perdido.

Usted pudo ver cómo, de la noche a la mañana, se enviaron fuerzas armadas a blindar la frontera sur de México. Fue como si un plan remedial, previo a la reunión de burócratas, se aplicara de manera fortuita para demostrar que “sí se estaba haciendo algo” que se había escapado a la mirada de la autollamada “nación más poderosa del mundo”.

También dijo el canciller “No se ganó todo”. Sería interesante saber qué fue lo que sí se perdió y cuáles serán las consecuencias de lo que fue cedido. No olvidemos que se “negoció con el mejor negociante del mundo”. Debo hacer acopio de honestidad, la comitiva mexicana encabezada por el Secretario, seguramente hizo absolutamente todo lo mejor que pudo, sin embargo, también debemos reconocer que no se le puede enseñar “el Padrenuestro al cura”.

¿Que es fácil? Claro que no. Definitivamente no lo es, pero tampoco resulta imposible. Estoy de acuerdo que el gobierno naciente aún está en proceso de consolidación, pero también se debe poner sobre la mesa que tuvo muchos años para prepararse y que hoy “los toros ya no se ven desde la barrera”.

Después de este refranero “sin ton, ni son”, la respuesta se resume en una frase que nos indica que cada quien deberá ponerse a trabajar en lo que le corresponde, ya sea mandando fuerzas militares al sur, atendiendo comisiones en el extranjero, negociar de la mejor manera, estudiando, vendiendo, y más por una razón bien sencilla de comprender: “Zapatero, a tus zapatos”.

¡Hasta la próxima!

Recuerdo bien mi etapa de adolescente rebelde, esa en la que uno se consideraba capaz de comerse al mundo de un solo bocado. ¡Ah, qué equivocado estaba! Empero, esta condición es natural en todo aquel organismo que está aprendiendo a conducirse por los senderos de la vida. Más complejo es, cuando a este ser viviente, le afectan más factores –psicológico, emocional y cognitivo– que al resto de las entidades vivas.

Ahora, ¿nos podremos imaginar si a esta serie de elementos, de por sí complicados, le agregamos el hecho de que ese “ente” que respira, piensa, toma decisiones y asume las consecuencias de estas, es conformado por varios intelectos que se consideran a sí mismos, expertos en uno o varios temas? El resultado, sin duda alguna, será un caos sumamente difícil de controlar.

No obstante, llegará el momento en que “las aguas regresen a su nivel” y “tomen su cauce”. Como usted lo quiera ver, gentil amigo lector y, al igual que como cualquier adolescente, se terminará por reconocer sus virtudes, defectos, limitantes y capacidades, lo que permitirá empezar a tomar decisiones más atinadas al identificar el momento de iniciar, la intensidad para detonar tal o cual acción y el justo instante para concluirla o, si así lo amerita, cambiar de opinión e iniciar nuevamente el ciclo que, renglones arriba, le describí.

En este largo camino de aprendizaje, las experiencias serán el parteaguas que defina la evolución consciente del organismo en cuestión en el fenómeno llamado “toma de decisiones”. Como decían las abuelitas: “La mula no era huraña, los palos la hicieron”. Y tal vez –hago énfasis en ello– no volverá a “tropezar con la misma piedra”.

¿Y a qué viene tanta perorata de cuatro o cinco párrafos? Seguramente se estará preguntando usted, gentil amigo lector. Pues a la reciente “negociación” que tuvieron las autoridades mexicanas con sus homólogos de los Estados Unidos de Norteamérica.

Como usted recordará, el presidente del vecino país del norte, Donald Trump, mostró una postura reacia en torno a la “permisividad” del Gobierno mexicano ante el problema que representaba el flujo de migrantes y la aparente inacción de la Presidencia de la República para darle fin al mismo. ¿La sentencia? Un considerable aumento arancelario a las exportaciones mexicanas. Hecho que, a la larga, traería una incosteable producción mexicana y una disminución radical de los índices de compra del objeto terminado o de la materia prima, según sea el caso, en el mercado estadounidense.

No debemos olvidar que la formación del mandatario “gringo” es empresarial y el temple que le formó la bolsa de valores y el gusto por el dinero, así como su postura sociológica y su situación política, lo hacen un “hueso duro de roer” para cualquier símil en el resto del orbe. Ese mismo dogma tienen sus colaboradores.

Aunque el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, haya asegurado que salimos con la dignidad intacta, dicho sea de paso, esa frase se puede leer a varios niveles y en distintos sentidos, la realidad es que el Gobierno de México fue “motivado” por un agente externo como a un adolescente, a tomar una decisión ante una problemática que, curiosamente, fue creada y aceptada por él mismo.

De repente, recuerdo aquellos castigos que imponían los padres cuando se reprobaba matemáticas por no haber estudiado, no haber puesto atención en clase y no haber llevado la tarea a tiempo. “Te voy a quitar la televisión hasta que me pases esa materia” –decía mamá o papá- y entonces sí, aprendíamos a sacar el teorema de Pitágoras y hasta vida, obra y desventuras amorosas del autor, por si “el profe” nos lo preguntaba.

Una vez, acreditada la asignatura, gozábamos de una tranquilidad que, si hubiésemos cumplido con nuestras obligaciones, nunca se debió haber perdido.

Usted pudo ver cómo, de la noche a la mañana, se enviaron fuerzas armadas a blindar la frontera sur de México. Fue como si un plan remedial, previo a la reunión de burócratas, se aplicara de manera fortuita para demostrar que “sí se estaba haciendo algo” que se había escapado a la mirada de la autollamada “nación más poderosa del mundo”.

También dijo el canciller “No se ganó todo”. Sería interesante saber qué fue lo que sí se perdió y cuáles serán las consecuencias de lo que fue cedido. No olvidemos que se “negoció con el mejor negociante del mundo”. Debo hacer acopio de honestidad, la comitiva mexicana encabezada por el Secretario, seguramente hizo absolutamente todo lo mejor que pudo, sin embargo, también debemos reconocer que no se le puede enseñar “el Padrenuestro al cura”.

¿Que es fácil? Claro que no. Definitivamente no lo es, pero tampoco resulta imposible. Estoy de acuerdo que el gobierno naciente aún está en proceso de consolidación, pero también se debe poner sobre la mesa que tuvo muchos años para prepararse y que hoy “los toros ya no se ven desde la barrera”.

Después de este refranero “sin ton, ni son”, la respuesta se resume en una frase que nos indica que cada quien deberá ponerse a trabajar en lo que le corresponde, ya sea mandando fuerzas militares al sur, atendiendo comisiones en el extranjero, negociar de la mejor manera, estudiando, vendiendo, y más por una razón bien sencilla de comprender: “Zapatero, a tus zapatos”.

¡Hasta la próxima!