/ jueves 9 de junio de 2016

Transtorno Dismórfico Corporal Engaño Frente al Espejo

"Tengo los brazos gordos. Mis hombros y mis caderas sondemasiado anchos. Debo estar pesando cerca de 100 kilos". Asídescribe su propio cuerpo la periodista Daiana Garbin, de 34 años.Esa es la imagen que tiene de sí misma al observarse en el espejo.Sin embargo, cualquiera puede darse cuenta a simple vista de queestá completamente equivocada. En realidad, luce muy atractiva ycon medidas anatómicas que envidiarían otras mujeres. Pesa 65kilos, perfectamente distribuidos en 1.70 metros de estatura.

La distorsión de la realidad que tiene Daiana, sin embargo, esverdadera para muchas personas. Esa alteración visual es atribuidaa una patología psiquiátrica específica y bien definida por lamedicina, el trastorno dismórfico corporal (TDC) o dismorfiacorporal. La anomalía se caracteriza justamente por la percepciónalterada de sí mismo frente al espejo.

"La dismorfia es capaz de causar enormes estragos en laautoestima de los pacientes", explica Joanna Simmons, psicólogadel Centro de Estudios de Belleza en la Universidad de California."Es una dolencia severa y aún poco conocida. Por sus propiascaracterísticas, a menudo se confunde erróneamente con un excesode vanidad".

Descrita por primera vez a fines del siglo XIX, sólorecientemente la dismorfia corporal ha empezado a ser discutida demanera abierta por las víctimas que la sufren. En una entrevista aun revista australiana, el famoso actor británico Robert Pattison,estrella de la saga Crepúsculo, confesó que vivía angustiado porser demasiado flaco, hasta el punto de que evitaba ser visto sincamisa. Pattison ya fue diagnosticado con TDC.

El TDC afecta a cerca del 2 por ciento de la población mundial.La dolencia tiene aspectos de compulsión, algo que las víctimassienten en carne propia, pero que resulta mucho más difícil decomprender para los familiares y amigos cercanos. El paciente no vesimplemente su imagen distorsionada, sino que actúa obsesivamenteen función de esa percepción equivocada. Para disimular eldefecto imaginado, que puede ser del cuerpo entero o de unapequeña parte, como la nariz o los muslos, chequea constantementesu apariencia y exagera patológicamente los cuidados cosméticos yestéticos.

Es el tipo de persona que se somete a toda clase deprocedimientos de cirugía estética para corregir problemasmínimos o inexistentes y que, cualquiera sea el resultado de lasintervenciones, nunca queda satisfecho. A menudo, las consecuenciasson dramáticas. Se estima que un tercio de los que sufren eltrastorno terminan con su cuerpo deformado, por hacerse sucesivascirugías para corregir el mismo problema.

El TDC suele ir acompañado de otras dolencias. Cerca del 90 porciento de las víctimas sufren también de depresión, cerca de un50 por ciento abusan de las bebidas alcohólicas y más de un 30por ciento caen en la anorexia o la bulimia. Hombres y mujerespadecen la dolencia en igual proporción, en una franja etaria quese ubica mayoritariamente entre los 15 y los 20 años. Una de lasposibles explicaciones del trastorno es que el cerebro está enplena ebullición en esa etapa, un estado que impide apreciarobjetivamente la realidad.

Estudios más profundos apuntan hacia un origen neurológico. Elcerebro de los pacientes con TDC tiene una descompensación desubstancias químicas como noradrenalaina, dopamina y serotonina,especialmente en las áreas relacionadas con la visión y lasemociones. Se trata de compuestos naturales del organismo que vanasociados a la producción de mecanismos de recompensa, ansiedad,motivación y humor. Además, los cambios hormonales drásticos yla necesidad de aceptación durante la adolescencia contribuyen agenerar el trastorno.

Hasta ahora, no hay medicamentos específicos. El tratamientoconsiste en antidepresivos combinados con terapia psicológica.Aunque no se elimina por completo la percepción distorsionada, seminimizan los efectos de los síntomas y se evitan daños mayoresfísicos y emocionales. El primer paso es comprender, por parte delpaciente y de la gente cercana a su alrededor, que está en juegoalgo más serio que la vanidad.

"Tengo los brazos gordos. Mis hombros y mis caderas sondemasiado anchos. Debo estar pesando cerca de 100 kilos". Asídescribe su propio cuerpo la periodista Daiana Garbin, de 34 años.Esa es la imagen que tiene de sí misma al observarse en el espejo.Sin embargo, cualquiera puede darse cuenta a simple vista de queestá completamente equivocada. En realidad, luce muy atractiva ycon medidas anatómicas que envidiarían otras mujeres. Pesa 65kilos, perfectamente distribuidos en 1.70 metros de estatura.

La distorsión de la realidad que tiene Daiana, sin embargo, esverdadera para muchas personas. Esa alteración visual es atribuidaa una patología psiquiátrica específica y bien definida por lamedicina, el trastorno dismórfico corporal (TDC) o dismorfiacorporal. La anomalía se caracteriza justamente por la percepciónalterada de sí mismo frente al espejo.

"La dismorfia es capaz de causar enormes estragos en laautoestima de los pacientes", explica Joanna Simmons, psicólogadel Centro de Estudios de Belleza en la Universidad de California."Es una dolencia severa y aún poco conocida. Por sus propiascaracterísticas, a menudo se confunde erróneamente con un excesode vanidad".

Descrita por primera vez a fines del siglo XIX, sólorecientemente la dismorfia corporal ha empezado a ser discutida demanera abierta por las víctimas que la sufren. En una entrevista aun revista australiana, el famoso actor británico Robert Pattison,estrella de la saga Crepúsculo, confesó que vivía angustiado porser demasiado flaco, hasta el punto de que evitaba ser visto sincamisa. Pattison ya fue diagnosticado con TDC.

El TDC afecta a cerca del 2 por ciento de la población mundial.La dolencia tiene aspectos de compulsión, algo que las víctimassienten en carne propia, pero que resulta mucho más difícil decomprender para los familiares y amigos cercanos. El paciente no vesimplemente su imagen distorsionada, sino que actúa obsesivamenteen función de esa percepción equivocada. Para disimular eldefecto imaginado, que puede ser del cuerpo entero o de unapequeña parte, como la nariz o los muslos, chequea constantementesu apariencia y exagera patológicamente los cuidados cosméticos yestéticos.

Es el tipo de persona que se somete a toda clase deprocedimientos de cirugía estética para corregir problemasmínimos o inexistentes y que, cualquiera sea el resultado de lasintervenciones, nunca queda satisfecho. A menudo, las consecuenciasson dramáticas. Se estima que un tercio de los que sufren eltrastorno terminan con su cuerpo deformado, por hacerse sucesivascirugías para corregir el mismo problema.

El TDC suele ir acompañado de otras dolencias. Cerca del 90 porciento de las víctimas sufren también de depresión, cerca de un50 por ciento abusan de las bebidas alcohólicas y más de un 30por ciento caen en la anorexia o la bulimia. Hombres y mujerespadecen la dolencia en igual proporción, en una franja etaria quese ubica mayoritariamente entre los 15 y los 20 años. Una de lasposibles explicaciones del trastorno es que el cerebro está enplena ebullición en esa etapa, un estado que impide apreciarobjetivamente la realidad.

Estudios más profundos apuntan hacia un origen neurológico. Elcerebro de los pacientes con TDC tiene una descompensación desubstancias químicas como noradrenalaina, dopamina y serotonina,especialmente en las áreas relacionadas con la visión y lasemociones. Se trata de compuestos naturales del organismo que vanasociados a la producción de mecanismos de recompensa, ansiedad,motivación y humor. Además, los cambios hormonales drásticos yla necesidad de aceptación durante la adolescencia contribuyen agenerar el trastorno.

Hasta ahora, no hay medicamentos específicos. El tratamientoconsiste en antidepresivos combinados con terapia psicológica.Aunque no se elimina por completo la percepción distorsionada, seminimizan los efectos de los síntomas y se evitan daños mayoresfísicos y emocionales. El primer paso es comprender, por parte delpaciente y de la gente cercana a su alrededor, que está en juegoalgo más serio que la vanidad.

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