/ sábado 2 de octubre de 2021

Horacio Espinosa, un poeta que vivió el 2 de octubre de 1968

Falleció en 2004 en el puerto de Tampico y su obra mantuvo un carácter crítico y combativo

Para él, la lucha insurgente de los jóvenes estudiantes no era una mera aventura sino “el signo de una nueva época”, donde las y los muchachos mexicanos pondrían en primer lugar lo ético, lo estético y lo político como medio para combatir a los regímenes que los reprimían.

Así lo dejó expreso Horacio Espinosa Altamirano en sus diferentes escritos políticos publicados en la revista “¿Por qué?”, publicación perseguida por el gobierno de Díaz Ordaz al ser una de las primeras que dio a conocer fotos de la matanza en Tlatelolco.

Pero también queda constancia del compromiso político de Espinosa Altamirano en su poesía y sus crónicas, las cuales quedaron registradas en una docena de publicaciones.

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UN HOMBRE DE ACCIÓN

Horacio Espinosa fue uno de los escritores mexicanos con mayor presencia en los movimientos obreros, estudiantiles y guerrilleros. Nació en la Ciudad de México, un 3 de noviembre de 1931.

En su juventud realizó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Posteriormente se dedicó a la docencia, actividad que nunca abandonaría y llegó a ser profesor en el IPN, en la escuela de periodismo Carlos Septién García, y en la FES Acatlán.

Colaboraba en diferentes medios impresos, y mientras registraba lo que acontecía en la plaza de las Tres Culturas, el 2 de octubre de 1968, fue detenido y después torturado y preso en el Campo Militar No. 1

De esta experiencia, nacerían dos de sus libros de crónica más difundidos y que fueron autopublicados por el autor: “Toda la furia”, el cual incluía fotos inéditas de lo ocurrido en la plaza de Tlatelolco, y “Campo militar número uno”.

En “Toda la furia” evoca los eventos que presenció el 2 de octubre, y establece una relación histórica entre el movimiento estudiantil y los movimientos ferrocarrilero, médico, magisterial y con el del Sindicato Petrolero de 1948.

No obstante, el hostigamiento que sufrió a lo largo de su vida, Espinosa Altamirano no dejó de defender las causas en las que creía con fervor. En la década de los setenta apoyó a miembros de la guerrilla urbana que operaban en la capital del país.

EN TAMPICO

Durante su vejez, y ante una serie de problemas de salud, Horacio Espinosa Altamirano comienza a radicar en Tampico, ciudad a nivel del mar y en la que se integra rápidamente a la vida cultural porteña, para fallecer en el año de 2004.

“POR SER Y POR PENSAR”

Para Cecilia Espinosa García, su padre representó un ejemplo de una la lucha incansable, “la flama y la claridad encendida”.

Espinosa García, quien actualmente colabora con diferentes organismos de derechos humanos de la Ciudad de México, señala que aunque tenía cuatro años cuando su padre fue retenido, recuerda vívidamente la pesadumbre que se vivía en su casa.

“Nadie respiraba porque un nudo en la garganta lo impedía. Me costó un mundo a los cuatro años entender que mi padre estaba desaparecido, después preso en el campo militar, por lo que escribía y pensaba”.

Y añade que para ella fue definitorio en su vida el entender que su padre vivió la cárcel del Estado “por ser y por pensar”.

COMPROMISO INNEGABLE

Para Jesús Guerrero Valdez, Horacio Espinosa Altamirano fue una figura fascinante, que luchó por alcanzar una sociedad madura y civilizada.

“Conocí a don Horacio, aunque en su trato siempre fue muy sencillo conmigo, los últimos meses de su vida, pero aun así fue suficiente para admirarlo, respetarlo, y aprender de él; conservo con aprecio sus libros de prosa y poesía. Hay mucho que contar de este personaje que eligió morir en Tampico”, señala.

En 2013, Guerreo Valdez junto a otros periodistas realizaron un homenaje en Tampico a Espinosa Altamirano, el cual contó con la presencia de Leonor Martiarenas, viuda del escritor.

El escritor chiapaneco Roberto López Moreno ha mencionado que en México existe una generación de autores que aportaron su energía y decisión, su creatividad al movimiento del 68, lo que les costó vivir la persecución y la amenaza y que han quedado relegados de la historia literaria mexicana.

“Escribieron y pelearon en las calles junto a los mejores, por los olvidados del 68: Abigael Bohórquez, Margarita Paz Paredes, Horacio Espinosa Altamirano y muchas veces más Horacio Espinosa Altamirano, y tantos otros que marginados por el poder político y el cultural”.

El crítico literario Iván Cruz Osorio considera que Espinosa Altamirano pertenece a un grupo de poetas “furibundos y frontales” que apoyaron al movimiento estudiantil y que fueron férreos críticos de Díaz Ordaz.

“Su poesía política, por el mismo el carácter de hombre de acción que tuvo, en su mayoría son panfletos que invitan a la insurrección”, ha expresado.

Como Horacio Espinosa lo diría en uno de sus poemas: “Y mi dolor es el dolor del hombre/ Cuchillos de angustia agrietando mis ojos/ acumulan heridas en los labios”.

Para él, la lucha insurgente de los jóvenes estudiantes no era una mera aventura sino “el signo de una nueva época”, donde las y los muchachos mexicanos pondrían en primer lugar lo ético, lo estético y lo político como medio para combatir a los regímenes que los reprimían.

Así lo dejó expreso Horacio Espinosa Altamirano en sus diferentes escritos políticos publicados en la revista “¿Por qué?”, publicación perseguida por el gobierno de Díaz Ordaz al ser una de las primeras que dio a conocer fotos de la matanza en Tlatelolco.

Pero también queda constancia del compromiso político de Espinosa Altamirano en su poesía y sus crónicas, las cuales quedaron registradas en una docena de publicaciones.

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UN HOMBRE DE ACCIÓN

Horacio Espinosa fue uno de los escritores mexicanos con mayor presencia en los movimientos obreros, estudiantiles y guerrilleros. Nació en la Ciudad de México, un 3 de noviembre de 1931.

En su juventud realizó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Posteriormente se dedicó a la docencia, actividad que nunca abandonaría y llegó a ser profesor en el IPN, en la escuela de periodismo Carlos Septién García, y en la FES Acatlán.

Colaboraba en diferentes medios impresos, y mientras registraba lo que acontecía en la plaza de las Tres Culturas, el 2 de octubre de 1968, fue detenido y después torturado y preso en el Campo Militar No. 1

De esta experiencia, nacerían dos de sus libros de crónica más difundidos y que fueron autopublicados por el autor: “Toda la furia”, el cual incluía fotos inéditas de lo ocurrido en la plaza de Tlatelolco, y “Campo militar número uno”.

En “Toda la furia” evoca los eventos que presenció el 2 de octubre, y establece una relación histórica entre el movimiento estudiantil y los movimientos ferrocarrilero, médico, magisterial y con el del Sindicato Petrolero de 1948.

No obstante, el hostigamiento que sufrió a lo largo de su vida, Espinosa Altamirano no dejó de defender las causas en las que creía con fervor. En la década de los setenta apoyó a miembros de la guerrilla urbana que operaban en la capital del país.

EN TAMPICO

Durante su vejez, y ante una serie de problemas de salud, Horacio Espinosa Altamirano comienza a radicar en Tampico, ciudad a nivel del mar y en la que se integra rápidamente a la vida cultural porteña, para fallecer en el año de 2004.

“POR SER Y POR PENSAR”

Para Cecilia Espinosa García, su padre representó un ejemplo de una la lucha incansable, “la flama y la claridad encendida”.

Espinosa García, quien actualmente colabora con diferentes organismos de derechos humanos de la Ciudad de México, señala que aunque tenía cuatro años cuando su padre fue retenido, recuerda vívidamente la pesadumbre que se vivía en su casa.

“Nadie respiraba porque un nudo en la garganta lo impedía. Me costó un mundo a los cuatro años entender que mi padre estaba desaparecido, después preso en el campo militar, por lo que escribía y pensaba”.

Y añade que para ella fue definitorio en su vida el entender que su padre vivió la cárcel del Estado “por ser y por pensar”.

COMPROMISO INNEGABLE

Para Jesús Guerrero Valdez, Horacio Espinosa Altamirano fue una figura fascinante, que luchó por alcanzar una sociedad madura y civilizada.

“Conocí a don Horacio, aunque en su trato siempre fue muy sencillo conmigo, los últimos meses de su vida, pero aun así fue suficiente para admirarlo, respetarlo, y aprender de él; conservo con aprecio sus libros de prosa y poesía. Hay mucho que contar de este personaje que eligió morir en Tampico”, señala.

En 2013, Guerreo Valdez junto a otros periodistas realizaron un homenaje en Tampico a Espinosa Altamirano, el cual contó con la presencia de Leonor Martiarenas, viuda del escritor.

El escritor chiapaneco Roberto López Moreno ha mencionado que en México existe una generación de autores que aportaron su energía y decisión, su creatividad al movimiento del 68, lo que les costó vivir la persecución y la amenaza y que han quedado relegados de la historia literaria mexicana.

“Escribieron y pelearon en las calles junto a los mejores, por los olvidados del 68: Abigael Bohórquez, Margarita Paz Paredes, Horacio Espinosa Altamirano y muchas veces más Horacio Espinosa Altamirano, y tantos otros que marginados por el poder político y el cultural”.

El crítico literario Iván Cruz Osorio considera que Espinosa Altamirano pertenece a un grupo de poetas “furibundos y frontales” que apoyaron al movimiento estudiantil y que fueron férreos críticos de Díaz Ordaz.

“Su poesía política, por el mismo el carácter de hombre de acción que tuvo, en su mayoría son panfletos que invitan a la insurrección”, ha expresado.

Como Horacio Espinosa lo diría en uno de sus poemas: “Y mi dolor es el dolor del hombre/ Cuchillos de angustia agrietando mis ojos/ acumulan heridas en los labios”.

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