En septiembre de 1955, debido a las lluvias provocadas por los huracanes Edith y Gladys, el sur de Tamaulipas y el norte de Veracruz se encontraban parcialmente inundados. En ese contexto, se emitió una nueva alerta climática: Hilda cobraba fuerza y se dirigía hacia Tampico. El huracán arribó al Puerto Jaibo como categoría tres durante la madrugada del lunes 19 de septiembre de 1955.
Se calcula que en la Huasteca cerca de 50 mil casas quedaron bajo el agua y el número de muertes reportadas ascendió a poco más de seis mil almas. La zona conurbada de Tampico quedó incomunicada por tierra y aire; las carreteras y vías de tren a Veracruz, Monterrey y San Luis Potosí fueron sepultadas por deslaves y el aluvión de los ríos Tamesí y Pánuco.
La temporada de huracanes de 1955 en el Atlántico
El martes 13 de septiembre de 1955, la portada de EL SOL DE TAMPICO avisaba en primera plana que "se formó otro huracán, pero parece que no viene hacia acá". La tormenta tropical Hilda se localizaba a 20.5 grados de latitud norte y 70.3 de longitud oeste, aproximadamente a 136 km de las islas Turcas y Caicos.
Se esperaba que la tormenta se convirtiera en huracán categoría uno con dirección hacia la Costa meridional de Florida. Sin embargo, tras su paso por Cuba, Hilda viró hacia la península de Yucatán, ingresó al Golfo de México y se dirigió hacia las costas de Tamaulipas incrementando su velocidad.
La mañana del domingo 18 de septiembre de 1955, los titulares de esta casa editora advertían del arribo del "devastador ciclón Hilda". Las autoridades municipales y los elementos de la VIII Zona Militar se disponían a prestar labores de auxilio a la ciudadanía, aunque nadie esperaba la magnitud del desastre que se avecinaba.
De acuerdo con el “Historical Hurricane Track” del Centro Nacional de Huracanes de EU (NHC, por sus siglas originales) cuando el huracán Hilda categoría 3 arribó a Tampico presentaba vientos de 194 km/h y una presión sobre la superficie terrestre de 952 milibares.
Sobreviviendo a Hilda: cómo se vivió el huracán
En entrevista para EL SOL DE TAMPICO, Juana Ventura Galarza nos ayuda a retroceder en el tiempo, hasta el domingo 18 de septiembre de 1955, cuando ella tenía ocho años de edad.
“Nosotros vivíamos en la calle Aurora, entre Matamoros y Xicoténcatl, en la colonia Mainero y mis padres no pensaron que fuera a pasar nada. Como a eso de las cuatro de la tarde, tuvimos que salir de la casa porque ya estaba subiendo rápidamente el agua”, recuerda.
“Nos fuimos con unos parientes de mi abuela, la familia Arvizu, que vivían por las calles 2 de Enero y Esperanza. Nos recibieron en su azotea, donde permanecimos varios días. En la colonia había un molino, cuyo dueño fue muy generoso. Tenía un aljibe para recolectar agua de lluvia, la purificaba con azufre y carbón, y la repartía junto con maíz. Los americanos desde los helicópteros nos bajaban atún, sardinas, galletas y eso comíamos”, continuó Galarza.
“Así estábamos, hasta que uno de los largueros del puente de madera del Mercadito de Zaragoza se zafó y se vino con la corriente por toda la calle 2 de Enero y pegó en la esquina del molino. Entonces, el padre Rosiles nos mandó una lancha para sacarnos, subieron a las mujeres y a los niños, los señores iban a pie por toda la Alameda. A mi papá le llegaba el agua abajo del hombro”, apuntó la entrevistada
“Llegamos en lancha hasta el cerro de Andonegui, luego en autobús nos llevaron al Centro de Tampico. Ahí mi papá tenía un estanquillo, donde vendía periódicos, dulces y agua de huapilla. El señor Tamayo, dueño de la tienda 'La Moderna' de artículos para caballeros, después de cerrar, nos dejaba dormir en un pasillo cerca del mostrador. Mi papá cuidaba la tienda y en las mañanas abría las cortinas de acero, eran como seis cortinas, me acuerdo”, expresó Galarza.
“Por un tiempo todo fue un caos. El Mercado se mudó a la Plaza de la Libertad. En el Palacio se hacían largas filas, hasta de tres cuadras para recibir atole y frijoles. En la Plaza de Armas la gente se dormía, lavaba la ropa y se bañaba. Había mucha gente de diferentes clases. Todos estaban muy unidos, si alguien no tenía para comer, los demás le daban. Nosotros regresamos a la casa hasta que las aguas bajaron y fumigaron en enero de 1956”, concluyó para esta casa editora Juana Ventura Galarza.
Se calcula que las pérdidas para el comercio local en la época ascendieron a los 100 millones de pesos. El arribo del huracán Hilda categoría 3 se consideró uno de los mayores desastres naturales del sur de Tamaulipas y norte de Veracruz durante el siglo XX.
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En septiembre de 1955, el huracán Hilda azotó el noreste de México. A pesar del miedo y de la incertidumbre, de la potencia de los vientos y la fuerza de la tempestad, sin importar que el agua les llegaba hasta el cuello, los habitantes de Altamira, Ciudad Madero y el puerto de Tampico resistieron.