/ miércoles 15 de junio de 2022

“Lelo” Torres Masajista del Tampico Futbol Club

Por sus manos pasaron grandes jugadores celestes, a quienes ayudó a mejorar su rendimiento

Domingo 3 de mayo de 1981 bajo un sol recalcitrante, Mario Martínez conduce el balón esperando el arribo oportuno de una figura que se mueve como “ave acuática” y que de certero testarazo anida la pelota en la meta del portero americanista Héctor Miguel Zelada para que cerca de 30 mil aficionados que abarrotan el Tamaulipas celebren eufóricos la victoria, mientras Corbo atraviesa el campo para festejar su anotación en el banquillo celeste, donde abraza jubiloso a “Lelo” Torres, masajista del Tampico futbol club.

Viejo, el primer gol te lo voy a dedicar, dijo Romeo Corbo - recuerda “Lelo” Torres - y cuando anotó de lado sol, que se deja venir hasta la banca para darme un beso y abrazarme.

En el libro “Balón dividido” (2014), Juan Villoro escribió: “Un estadio es un buen sitio para tener un padre. El resto del mundo es un buen sitio para tener un hijo”. - En una noche de concentración, Corbo me llamó: - “Lelo”, ven a mi habitación creo que quiere darme gripa- - Tuve que untarle cremas, enrollarlo en papel periódico, dejarlo que durmiera. Al día siguiente estaba como nuevo. - Viejo, ¿qué me hiciste? - preguntó sorprendido – sólo respondí –ya ves, soy cabrón.

Si existe un lugar donde se mueve la emoción es un edén llamado estadio y don “Lelo” Torres conoce de estos menesteres porque nació en el legendario parque España, debido a que su padre era el canchero.

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Después, cuando se cerró, se cambió a vivir en el Stadium Tampico (inaugurado el 11 de agosto de 1946). Precisamente, curioseando por los vestidores, empezó a observar el trabajo de los masajistas hasta que en un viaje el masajista responsable no asistiría, recurriendo “Chato” Mata, entrenador del Tampico en segunda división, a solicitarle a “Lelo” que se encargara de atender a los muchachos, preparándolos para el partido, comenzando desde ese momento una larga trayectoria en el balompié nacional como masajista y utilero.

Cuando llegué al Tampico en la temporada 75-76 - apunta Mariano Goldaracena - “Lelo” ya se encontraba fungiendo como masajista. En las concentraciones pasaba en la noche habitación por habitación para conocer si algo se ofrecía. Antes del partido, mientras reconocíamos la cancha, “Lelo” se quedaba en los vestidores preparando los arreos que utilizaríamos.

“Lelo” Torres en la actualidad a sus 96 años | Cortesía: Víctor Hugo Alvarado Morales

Al rato bajábamos a los vestuarios y pasábamos a la mesa de masajes los once jugadores que saltaríamos a la cancha para que nos atendiera. En aquel Tampico de principios de los 70 de “Chuleta” Aguilar, Miguel Saint André, Lorenzo Rentería, “Garrincha” Olmos, “Tony” Romero, “Chavita” Meza, “Tranvía” Díaz, Edmundo Marón, Garibaldi, Joel Knight, todos lo queríamos bastante.

Al comprarse la franquicia de los Santos de San Luis para el torneo 77-78, “Lelo” Torres pasaría automáticamente a los Celestes jaibos del Tampico, comenzando una nueva aventura en primera división, a las órdenes del técnico Horacio Troche, aunque por diversas situaciones el uruguayo saldría del conjunto en la fecha 7 llegando en su lugar para la jornada 9 “El Halcón” Gustavo Peña, quien en su cuerpo técnico llegaría con otro masajista Juan Sarmiento “La Pera”, pasando “Lelo” y su hijo Alberto Torres a convertirse en los utileros, hecho que de ninguna forma causaría controversia, porque los dos masajistas empezarían a alternar la responsabilidad de los masajes.

➡️ También te puede interesar: Sergio Silva, el caballero de las canchas

Hombre de trabajo, para nada egoísta - recuerda el exentrenador Ignacio “Gallo” Jáuregui: - Cuando arribé a Tampico en el torneo 79-80, “Lelo” ya se encargaba junto a Juan Sarmiento de los masajes y la utilería, siempre puesto a ofrecer su mayor esfuerzo, además de que junto a su hijo Alberto terminaba cuidando nuestras pertenencias personales como carteras, relojes, anillos.

Debido a esa entrega, “Lelo” Torres contó con el respaldo de infinidad de entrenadores a lo largo de varias décadas. - Inclusive me cuidaban -señala “Lelo”. - En una ocasión brindaba masajes de jabón a todo el equipo, una persona preguntó si podía ayudar; para acabar pronto, contesté que sí, que se metiera al vestidor y que le enviaría algunos jugadores, y cuando don José Antonio Roca observó la acción, se acercó para preguntarme quién estaba en el vestidor, comentándole que un chico estaba ayudándome. Entonces, Roca dijo que no proporcionara la faena porque si enseñaba todo lo que sabía pronto ese individuo pudiera echarme afuera, que cuidara mi trabajo.

En la concentración, durante la gira por España, agosto de 1980 | Cortesía: Víctor Hugo Alvarado Morales

En agosto de 1980, Tampico Futbol Club realizaría una gira por la Península Ibérica. - En los periódicos aparecían los nombres de los que viajarían - detalla “Lelo”- pero sólo salían los nombres de los jugadores; cuál fue nuestra sorpresa cuando avisaron que también asistiríamos, porque no contábamos con pasaportes.

Mi situación se arregló rápido, sólo que el permiso de mi hijo Alberto fue complicado, porque como menor de edad no querían dejarlo pasar. En la Ciudad de México le dijimos a la autoridad que tendríamos que regresarlo solo, que podía sucederle algún imprevisto. Al final otorgaron la visa.

Esta travesía sería entrañable, conocerían ciudades, comida, costumbres y lo aguerrido de su gente. - En los partidos desde las tribunas - puntualiza “Lelo” Torres - aventaban las bachichas de los puros todavía encendidos, gritaban que éramos indios, aunque al final los muchachos demostraron que en México existen buenos futbolistas. Los españoles, en cuanto existía oportunidad, se acercaban para solicitar que les obsequiáramos playeras, pants de entrenamiento, utilería para tenerla de recuerdo, objetos que gustaban bastante.

Originario de la colonia Trueba, “Lelo” Torres siempre llevó una magnífica relación con todos los jugadores. - Una vez estaba sentado afuera de un depósito tomando un refresco - confiesa “Lelo”- cuando pasaron en un coche Bertocchi y Corbo, al verme se detuvieron para bromear; al rato quedaron descalzos para empezar a jugar una cascarita con la palomilla de la cuadra.

Jair de Jesús Pereira y Benjamín Galindo seguido me pedían que los llevara a bailar al Casino Moctezuma. De hecho con Galindo llegué a tener bastante confianza. – Viejo, déjame unos balones, me voy a quedar - me decía al finalizar el entrenamiento. Muchas veces observé a Galindo quedarse a practicar el golpeo. Incluso, en ocasiones terminé acompañándolo porque tenía que cerrar el estadio.

Albert Camus escribió: “No hay lugar en el mundo en que un hombre pueda sentirse más contento que en un estadio de futbol”. En febrero de 1980, la directiva de la Jaiba Brava le otorgó un reconocimiento por 25 años de servicio futbolístico. En 1993-1994 fue masajista, junto a su hijo Alberto, del Tampico-Madero que sería campeón y subiría a primera división.

Aurelio “Lelo” Torres cavila: - De los primeros recuerdos que tengo en la infancia, está la imagen de la playera del Tampico, sus entrenamientos, las diferentes canchas, primero el parque España, después el estadio Tampico y por último el Tamaulipas. He conocido momentos amargos y de gloria, cuento con amistades que siguen vigentes. Nadie ha vivido lo que yo viví, y todo gracias al futbol.

Domingo 3 de mayo de 1981 bajo un sol recalcitrante, Mario Martínez conduce el balón esperando el arribo oportuno de una figura que se mueve como “ave acuática” y que de certero testarazo anida la pelota en la meta del portero americanista Héctor Miguel Zelada para que cerca de 30 mil aficionados que abarrotan el Tamaulipas celebren eufóricos la victoria, mientras Corbo atraviesa el campo para festejar su anotación en el banquillo celeste, donde abraza jubiloso a “Lelo” Torres, masajista del Tampico futbol club.

Viejo, el primer gol te lo voy a dedicar, dijo Romeo Corbo - recuerda “Lelo” Torres - y cuando anotó de lado sol, que se deja venir hasta la banca para darme un beso y abrazarme.

En el libro “Balón dividido” (2014), Juan Villoro escribió: “Un estadio es un buen sitio para tener un padre. El resto del mundo es un buen sitio para tener un hijo”. - En una noche de concentración, Corbo me llamó: - “Lelo”, ven a mi habitación creo que quiere darme gripa- - Tuve que untarle cremas, enrollarlo en papel periódico, dejarlo que durmiera. Al día siguiente estaba como nuevo. - Viejo, ¿qué me hiciste? - preguntó sorprendido – sólo respondí –ya ves, soy cabrón.

Si existe un lugar donde se mueve la emoción es un edén llamado estadio y don “Lelo” Torres conoce de estos menesteres porque nació en el legendario parque España, debido a que su padre era el canchero.

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Después, cuando se cerró, se cambió a vivir en el Stadium Tampico (inaugurado el 11 de agosto de 1946). Precisamente, curioseando por los vestidores, empezó a observar el trabajo de los masajistas hasta que en un viaje el masajista responsable no asistiría, recurriendo “Chato” Mata, entrenador del Tampico en segunda división, a solicitarle a “Lelo” que se encargara de atender a los muchachos, preparándolos para el partido, comenzando desde ese momento una larga trayectoria en el balompié nacional como masajista y utilero.

Cuando llegué al Tampico en la temporada 75-76 - apunta Mariano Goldaracena - “Lelo” ya se encontraba fungiendo como masajista. En las concentraciones pasaba en la noche habitación por habitación para conocer si algo se ofrecía. Antes del partido, mientras reconocíamos la cancha, “Lelo” se quedaba en los vestidores preparando los arreos que utilizaríamos.

“Lelo” Torres en la actualidad a sus 96 años | Cortesía: Víctor Hugo Alvarado Morales

Al rato bajábamos a los vestuarios y pasábamos a la mesa de masajes los once jugadores que saltaríamos a la cancha para que nos atendiera. En aquel Tampico de principios de los 70 de “Chuleta” Aguilar, Miguel Saint André, Lorenzo Rentería, “Garrincha” Olmos, “Tony” Romero, “Chavita” Meza, “Tranvía” Díaz, Edmundo Marón, Garibaldi, Joel Knight, todos lo queríamos bastante.

Al comprarse la franquicia de los Santos de San Luis para el torneo 77-78, “Lelo” Torres pasaría automáticamente a los Celestes jaibos del Tampico, comenzando una nueva aventura en primera división, a las órdenes del técnico Horacio Troche, aunque por diversas situaciones el uruguayo saldría del conjunto en la fecha 7 llegando en su lugar para la jornada 9 “El Halcón” Gustavo Peña, quien en su cuerpo técnico llegaría con otro masajista Juan Sarmiento “La Pera”, pasando “Lelo” y su hijo Alberto Torres a convertirse en los utileros, hecho que de ninguna forma causaría controversia, porque los dos masajistas empezarían a alternar la responsabilidad de los masajes.

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Hombre de trabajo, para nada egoísta - recuerda el exentrenador Ignacio “Gallo” Jáuregui: - Cuando arribé a Tampico en el torneo 79-80, “Lelo” ya se encargaba junto a Juan Sarmiento de los masajes y la utilería, siempre puesto a ofrecer su mayor esfuerzo, además de que junto a su hijo Alberto terminaba cuidando nuestras pertenencias personales como carteras, relojes, anillos.

Debido a esa entrega, “Lelo” Torres contó con el respaldo de infinidad de entrenadores a lo largo de varias décadas. - Inclusive me cuidaban -señala “Lelo”. - En una ocasión brindaba masajes de jabón a todo el equipo, una persona preguntó si podía ayudar; para acabar pronto, contesté que sí, que se metiera al vestidor y que le enviaría algunos jugadores, y cuando don José Antonio Roca observó la acción, se acercó para preguntarme quién estaba en el vestidor, comentándole que un chico estaba ayudándome. Entonces, Roca dijo que no proporcionara la faena porque si enseñaba todo lo que sabía pronto ese individuo pudiera echarme afuera, que cuidara mi trabajo.

En la concentración, durante la gira por España, agosto de 1980 | Cortesía: Víctor Hugo Alvarado Morales

En agosto de 1980, Tampico Futbol Club realizaría una gira por la Península Ibérica. - En los periódicos aparecían los nombres de los que viajarían - detalla “Lelo”- pero sólo salían los nombres de los jugadores; cuál fue nuestra sorpresa cuando avisaron que también asistiríamos, porque no contábamos con pasaportes.

Mi situación se arregló rápido, sólo que el permiso de mi hijo Alberto fue complicado, porque como menor de edad no querían dejarlo pasar. En la Ciudad de México le dijimos a la autoridad que tendríamos que regresarlo solo, que podía sucederle algún imprevisto. Al final otorgaron la visa.

Esta travesía sería entrañable, conocerían ciudades, comida, costumbres y lo aguerrido de su gente. - En los partidos desde las tribunas - puntualiza “Lelo” Torres - aventaban las bachichas de los puros todavía encendidos, gritaban que éramos indios, aunque al final los muchachos demostraron que en México existen buenos futbolistas. Los españoles, en cuanto existía oportunidad, se acercaban para solicitar que les obsequiáramos playeras, pants de entrenamiento, utilería para tenerla de recuerdo, objetos que gustaban bastante.

Originario de la colonia Trueba, “Lelo” Torres siempre llevó una magnífica relación con todos los jugadores. - Una vez estaba sentado afuera de un depósito tomando un refresco - confiesa “Lelo”- cuando pasaron en un coche Bertocchi y Corbo, al verme se detuvieron para bromear; al rato quedaron descalzos para empezar a jugar una cascarita con la palomilla de la cuadra.

Jair de Jesús Pereira y Benjamín Galindo seguido me pedían que los llevara a bailar al Casino Moctezuma. De hecho con Galindo llegué a tener bastante confianza. – Viejo, déjame unos balones, me voy a quedar - me decía al finalizar el entrenamiento. Muchas veces observé a Galindo quedarse a practicar el golpeo. Incluso, en ocasiones terminé acompañándolo porque tenía que cerrar el estadio.

Albert Camus escribió: “No hay lugar en el mundo en que un hombre pueda sentirse más contento que en un estadio de futbol”. En febrero de 1980, la directiva de la Jaiba Brava le otorgó un reconocimiento por 25 años de servicio futbolístico. En 1993-1994 fue masajista, junto a su hijo Alberto, del Tampico-Madero que sería campeón y subiría a primera división.

Aurelio “Lelo” Torres cavila: - De los primeros recuerdos que tengo en la infancia, está la imagen de la playera del Tampico, sus entrenamientos, las diferentes canchas, primero el parque España, después el estadio Tampico y por último el Tamaulipas. He conocido momentos amargos y de gloria, cuento con amistades que siguen vigentes. Nadie ha vivido lo que yo viví, y todo gracias al futbol.

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