La madrugada del lunes 19 de septiembre de 1955, el huracán Hilda categoría tres tocó tierra en la ciudad de Tampico. Esa noche la velocidad del viento alcanzó los 194 km/h, los ríos y las lagunas se desbordaron. Se perdió comunicación área y terrestre con los estados vecinos. En algunos sectores el agua superó los tres metros de altura. Los daños se extendieron por el sur de Tamaulipas y norte de Veracruz, región de la Huasteca.
Debido a las lluvias y al desbordamiento de los cuerpos de agua, desde la tarde del domingo 18 de septiembre, en Tampico los habitantes de colonias como Mainero, Morelos, Nacional, Cascajal, Pescadores, La unión, Tamaulipas, Victoria, Tinaco, Ferrocarrilera y Galeana tuvieron que abandonar sus casas.
El mundo antes de Hilda
Los efectos del huracán Hilda se extendieron a 100 km a la redonda de Tampico. El fenómeno causó estragos en el norte de Veracruz en zonas como Pánuco, Tempoal, El Higo, Tantoyuca y Platón Sánchez. Dicha región estaba previamente inundada debido a las precipitaciones provocadas por el paso de la tormenta tropical Gladys la primera semana de septiembre.
“Yo era un chamaco de la calle y no hacía caso a mi mamá. A finales de febrero de 1955, ya me había ido al carnaval de Matamoros a vender rancheritos, cacahuates y chicles de cuatro pastillas por 20 centavos. En los tres días del Carnaval me gané 90 pesos, eso era mucho dinero. Al día siguiente, a las seis de la mañana, crucé el río Bravo y a las seis de la tarde la migra ya me traía de regreso”, compartió en una entrevista para EL SOL DE TAMPICO, Ángel López.
“En septiembre, durante el ciclón Hilda yo tenía 11 años y vivía en Poza Rica, allá no cayó ni una sola gota. Mi mamá me fue a buscar a los 15 días, nos regresamos a Tampico y junto con mi hermana nos fuimos a Catedral. El lugar estaba lleno, quitaron las bancas para que cupiera más gente. Había quienes tenían colchoneta, pero la mayoría nos dormíamos en el suelo, en petates o en periódicos”, refiere el entrevistado.
“En la Catedral nos daban de comer, algunas personas cooperaban llevando los alimentos, otras los preparaban. Ahí estuvimos dos semanas hasta que nos dijeron que en el parque Méndez se habían abierto galeras para dar alojamiento. Nuestra cama eran los escalones de las gradas”, continúa López.
Mientras un área del noreste de México sucumbía ante el agua, otros municipios continuaban sus vidas con regularidad. Poza Rica, Veracruz, por ejemplo, que se encuentra a una distancia de 200 kilómetros de Tampico, apenas notó cambios en el clima.
El mundo después de Hilda
“En el Centro, el agua llegaba hasta El Aguilita, el monumento de la repoblación de Tampico que está entre el Edificio de la luz y la Sevillana, en el nacimiento de la calle que va hacia la Aduana. El Mercado se inundó por completo", continúa su relato para esta casa editora, Ángel López.
En la calle Altamira con Aquiles Serdán “el agua alcanzaba casi un metro de altura. La corriente se sentía como si estuvieras en pleno río. La gente cruzaba la calle agarrándose de un cable grueso”, recuerda el entrevistado.
“Tiempo después la revista Tamaulipas publicó varios números sobre el ciclón. En una de las fotos por casualidad apareció mi casa. Era una construcción de madera de 4x4, construida sobre unos troncos de buena altura, de entre 75 cm a un metro de alto. En el techo, mi mamá había puesto unos patos. Bueno, en la foto de la revista lo único que se veía era el techo de mi casa y los patos. Todo lo demás era agua”, concluyó Ángel López.
Los habitantes de la franja costera de la Huasteca son conscientes que año con año, el océano Atlántico, el segundo más grande del mundo, modifica su temperatura iniciando una temporada de huracanes, fenómenos climáticos de alto alcance que pueden tocar tierra en cualquier momento.
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Durante la primera semana de septiembre de 1955, el sur de Tamaulipas y el norte de Veracruz formaron parte del recorrido de la tormenta tropical Gladys. Unos días más tarde, el huracán Hilda de categoría tres tocaría tierra en el puerto de Tampico, en lo que es considerado uno de los peores fenómenos meteorológicos del siglo XX en el noreste de México.
Con información Keyla Lima