/ domingo 16 de septiembre de 2018

La elástica ética mexicana

Mi querido México lleno de ambigüedades y doble moral

Mi queridoMéxico lleno de ambigüedades y doble moral, donde lo mismo hacemos héroe a un ladrón invistiendo sus fechorías como actos heroicos llenos de arrojo, o bien, linchamos a alguien que nos parece sospechoso si nuestro sentido común nos lo dicta dejando henchir nuestro pecho contra las injusticias hasta encarnar en nosotros el espíritu de Fuenteovejuna... aunque no nos asista la razón.

Curiosa resulta la moralidad del mexicano, por un lado nuestra sociedad hace un repudio total a los asesinos, rateros y plagiarios que son colocados como lo más temible, y con justa razón ya que han lacerado el tejido social, la confianza en nuestras instituciones y por ende en nuestros gobernantes, entendido y claro está, y sin embargo, ¿por qué cuando se cambia el escenario y hay cambio de actores más no de personajes, el mexicano tiende a cambiar de opinión?

Seamos más claros, hacia la época del porfiriato, un bandido llamado Jesús Arriaga, alias “Chucho el Roto”, asolaba los caminos y a los caminantes; distinguiéndose éste por su forma elegante de vestir, a pesar de ser gente de precarios recursos, de ahí el mote de “roto” según la jerga de las clases marginales de aquella época.

Decía que este personaje se distinguía por su peculiar forma de vestir y porque únicamente asaltaba a gente adinerada, obteniendo el beneplácito del pueblo gracias a que repartió dádivas y aunque muchos dicen que era generoso, yo digo que gustaba de callar bocas para no verse descubierto, sin embargo, el punto focal no es lo que pensaba este delincuente o porqué hacía tal o cual cosa, el punto focal es porque la sociedad mexicana en la época del porfiriato aplaudía, veneraba y hasta admiraba las fechorías que cometía este ladrón, este plagiario, que muchos lo consideraban singular, excepcional, como si se tratase de un científico, o de una persona que aportara algo a la sociedad, si al final de cuentas era un ratero, sea cual sea el fin que haya tratado de alcanzar al igual que los actuales de nuestra sociedad.

Necesario es mencionar que este personaje fue el resultado de un gobierno intransigente que favorecía las clases privilegiadas y sin embargo, la naturaleza y el actuar de este sujeto ayer y hoy sigue siendo reprochable, sigue estando en contra de la sociedad porque aun las clases privilegiadas eran parte de la sociedad. Si bien es cierto la desigualdad social y la injusta distribucion de la riqueza eran un factor de indignación entre las clases más desprotegidas en la época porfirista, también lo es que nada justifica el actuar de un criminal, ni pobres ni ricos merecen ser despojados de sus pertenencias; ni aun cuando la fortuna del rico sea producto a su vez de un delito, entonces que la justicia haga lo propio, pues absolutamente nadie ni siquiera alguien que se abandera diciéndose del pueblo y haciendo justicia por el pueblo y para el pueblo tiene derecho a hacerlo.

Mi querido México, lleno de ambigüedades y dobles caras donde se considera que el gobierno es altamente corrupto pero aceptamos pagar sobornos; donde vamos a la iglesia los domingos y damos caridad, sintiéndonos más limpios al hacerlo, pero al salir señalamos con sorna al prójimo llamándolo pusilánime y mediocre si no posee bienes, aunque sea alguien con estudios y honrado; donde aplaudimos al que fortuna posee y mejor si es con transas, mejor si ha evadido la justicia, si es así es un fregón y hasta pedimos que nos pase la receta; aplaudimos apologías de delincuentes en la televisión, pero ay de nosotros si somos víctimas de alguno de esos delincuentes que tanto admiramos, porque entonces ahí sí nos duele...

Mi querido México, donde la caridad la hacemos a la luz de los reflectores sociales que nos hagan salir bien en fotografía, pero que al caminar mirando la miseria en nuestro alrededor dirigimos la vista al lado contrario, cruzamos la banqueta por temor a ser... asaltados, digna pose de piojo resucitado como diría mi madre.

México, lienzo en blanco que se matiza de rojo con la sangre de su gente que muere en manos de opresores y delincuentes, deja de alabar a quien te mata lentamente, despierta ya México a lo que mejor tienes… tu gente.

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EL OTRO GALLO

LA ELÁSTICA ÉTICA MEXICANA


Mi queridoMéxico lleno de ambigüedades y doble moral, donde lo mismo hacemos héroe a un ladrón invistiendo sus fechorías como actos heroicos llenos de arrojo, o bien, linchamos a alguien que nos parece sospechoso si nuestro sentido común nos lo dicta dejando henchir nuestro pecho contra las injusticias hasta encarnar en nosotros el espíritu de Fuenteovejuna... aunque no nos asista la razón.

Curiosa resulta la moralidad del mexicano, por un lado nuestra sociedad hace un repudio total a los asesinos, rateros y plagiarios que son colocados como lo más temible, y con justa razón ya que han lacerado el tejido social, la confianza en nuestras instituciones y por ende en nuestros gobernantes, entendido y claro está, y sin embargo, ¿por qué cuando se cambia el escenario y hay cambio de actores más no de personajes, el mexicano tiende a cambiar de opinión?

Seamos más claros, hacia la época del porfiriato, un bandido llamado Jesús Arriaga, alias “Chucho el Roto”, asolaba los caminos y a los caminantes; distinguiéndose éste por su forma elegante de vestir, a pesar de ser gente de precarios recursos, de ahí el mote de “roto” según la jerga de las clases marginales de aquella época.

Decía que este personaje se distinguía por su peculiar forma de vestir y porque únicamente asaltaba a gente adinerada, obteniendo el beneplácito del pueblo gracias a que repartió dádivas y aunque muchos dicen que era generoso, yo digo que gustaba de callar bocas para no verse descubierto, sin embargo, el punto focal no es lo que pensaba este delincuente o porqué hacía tal o cual cosa, el punto focal es porque la sociedad mexicana en la época del porfiriato aplaudía, veneraba y hasta admiraba las fechorías que cometía este ladrón, este plagiario, que muchos lo consideraban singular, excepcional, como si se tratase de un científico, o de una persona que aportara algo a la sociedad, si al final de cuentas era un ratero, sea cual sea el fin que haya tratado de alcanzar al igual que los actuales de nuestra sociedad.

Necesario es mencionar que este personaje fue el resultado de un gobierno intransigente que favorecía las clases privilegiadas y sin embargo, la naturaleza y el actuar de este sujeto ayer y hoy sigue siendo reprochable, sigue estando en contra de la sociedad porque aun las clases privilegiadas eran parte de la sociedad. Si bien es cierto la desigualdad social y la injusta distribucion de la riqueza eran un factor de indignación entre las clases más desprotegidas en la época porfirista, también lo es que nada justifica el actuar de un criminal, ni pobres ni ricos merecen ser despojados de sus pertenencias; ni aun cuando la fortuna del rico sea producto a su vez de un delito, entonces que la justicia haga lo propio, pues absolutamente nadie ni siquiera alguien que se abandera diciéndose del pueblo y haciendo justicia por el pueblo y para el pueblo tiene derecho a hacerlo.

Mi querido México, lleno de ambigüedades y dobles caras donde se considera que el gobierno es altamente corrupto pero aceptamos pagar sobornos; donde vamos a la iglesia los domingos y damos caridad, sintiéndonos más limpios al hacerlo, pero al salir señalamos con sorna al prójimo llamándolo pusilánime y mediocre si no posee bienes, aunque sea alguien con estudios y honrado; donde aplaudimos al que fortuna posee y mejor si es con transas, mejor si ha evadido la justicia, si es así es un fregón y hasta pedimos que nos pase la receta; aplaudimos apologías de delincuentes en la televisión, pero ay de nosotros si somos víctimas de alguno de esos delincuentes que tanto admiramos, porque entonces ahí sí nos duele...

Mi querido México, donde la caridad la hacemos a la luz de los reflectores sociales que nos hagan salir bien en fotografía, pero que al caminar mirando la miseria en nuestro alrededor dirigimos la vista al lado contrario, cruzamos la banqueta por temor a ser... asaltados, digna pose de piojo resucitado como diría mi madre.

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