/ lunes 9 de noviembre de 2020

Con solo 70 pesos comemos tres: José Hernández

Desde hace 35 años trabaja vendiendo dulces y esquites en el puerto de Tampico

Alimentar a una familia no es fácil, mucho menos cuando trabajas vendiendo dulces en la calle y en medio de una pandemia que paralizó al mundo, llevando a la población a un confinamiento obligatorio, situación que dejó sin ventas, sin dinero y con la angustia de no tener nada que llevar a la mesa para que tu familia pueda comer.

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Don José Hernández de 53 años de edad, reside en el municipio de Pueblo Viejo en la zona norte de Veracruz, despierta muy temprano para beber un café con leche pero sin pan y se dispone a cruzar el río Pánuco en una lancha que lo llevará al puerto de Tampico en el sur de Tamaulipas, lugar en el que desde hace 35 años trabaja vendiendo dulces y esquites.

El hombre, de quien depende su esposa Julia y su hija Reyna que estudia la carrera de sicología en una universidad privada gracias a una beca de 100% que logró obtener. En medio de esta crisis por la contingencia sanitaria del Covid-19 apenas y puede creer que alguna vez logró ventas de hasta 700 pesos diarios.

“Gracias a Dios de aquí he mantenido a mi familia, me afectó mucho ese virus que se nos vino a atravesar, la verdad, nunca pensé que iba a estar así, con ventas muy bajas. Un día vendí nada más 70 pesos”, relató.

De pie, recargado sobre el carrito de madera que adaptó para preparar trolelotes y raspas, recuerda la noche de este año pandémico en que llegó a su casa en el municipio de Pueblo Viejo, cansado y con los bolsillos prácticamente vacíos.

“Iba bien agüitado y le platiqué a mi familia que no vendí nada y me dijeron que no preocupara, como quiera de comer ese día sí había en la casa pero ha sido muy duro, cada vez es más difícil llevar de comer a la familia”, expresó el hombre que trabaja justo en el corazón de la ciudad, a una cuadra de la alcaldía de esta región portuaria.

Recordó que a lo largo de su vida como comerciante ha pasado varias pruebas, por lo que dice no tener miedo de salir a trabajar, lo que le angustia es que ante posibles brotes otra vez todo se vuelva a cerrar y las calles, su sitio de trabajo, de nueva cuenta queden desiertas.

“Yo empecé vendiendo en los cines hace más de 30 años, un día los cines empezaron a cerrar y se acabó la chamba fue como me hice del carrito; así pasó aquí, solo vendía dulces ahora vendo hasta cubrebocas”, relató el hombre que se ha adaptado a esta nueva normalidad donde las oportunidades son cada vez más escasas.

“A veces uno quisiera comprar cosas y no se puede, es un poco difícil para uno como comerciante, si vendo algo en el día pues llevo tomate, huevo, solo tres cosas y al día siguiente si hay ventas pues llevo que el aceite o papel higiénico”, destacó.

En las últimas semanas ha tenido que pedir prestado para resurtir su mercancía "me prestan 100 pesos y con eso voy y surto cacahuates o rancheritos que es lo que más se vende, porque definitivamente no alcanza".

Con la falta de empleo la competencia es cada vez mayor, ya que un mayor número de personas en busca de ingresos han optado por la venta ambulante de diversos productos.

Para no quitarle alimento a su familia, este vendedor opta por comprar una comida de ocho pesos al día en el comedor del DIF de Tampico donde se trata de dar un menú variado a quienes tienen la necesidad de ser apoyados con un alimento caliente al día, “cuesta nomás ocho pesos y sí está buena”.

Don José, aunque es veracruzano pasa todo el día en Tamaulipas y pese al embate de la pandemia en ambas entidades, su fe de salir adelante no mengua.

“Le doy gracias a Dios por la gente que me ha ayudado, vecinos que me han apoyado con la comida, que me traen una torta, es una bendición de Dios. No me han dejado solo porque ha sido muy duro”, finalizó el hombre quien apenas regresa a casa, al caer la noche llevando lo que pudo comprar con la escasa venta del día.

Diseño: El Sol de Tampico



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Alimentar a una familia no es fácil, mucho menos cuando trabajas vendiendo dulces en la calle y en medio de una pandemia que paralizó al mundo, llevando a la población a un confinamiento obligatorio, situación que dejó sin ventas, sin dinero y con la angustia de no tener nada que llevar a la mesa para que tu familia pueda comer.

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Don José Hernández de 53 años de edad, reside en el municipio de Pueblo Viejo en la zona norte de Veracruz, despierta muy temprano para beber un café con leche pero sin pan y se dispone a cruzar el río Pánuco en una lancha que lo llevará al puerto de Tampico en el sur de Tamaulipas, lugar en el que desde hace 35 años trabaja vendiendo dulces y esquites.

El hombre, de quien depende su esposa Julia y su hija Reyna que estudia la carrera de sicología en una universidad privada gracias a una beca de 100% que logró obtener. En medio de esta crisis por la contingencia sanitaria del Covid-19 apenas y puede creer que alguna vez logró ventas de hasta 700 pesos diarios.

“Gracias a Dios de aquí he mantenido a mi familia, me afectó mucho ese virus que se nos vino a atravesar, la verdad, nunca pensé que iba a estar así, con ventas muy bajas. Un día vendí nada más 70 pesos”, relató.

De pie, recargado sobre el carrito de madera que adaptó para preparar trolelotes y raspas, recuerda la noche de este año pandémico en que llegó a su casa en el municipio de Pueblo Viejo, cansado y con los bolsillos prácticamente vacíos.

“Iba bien agüitado y le platiqué a mi familia que no vendí nada y me dijeron que no preocupara, como quiera de comer ese día sí había en la casa pero ha sido muy duro, cada vez es más difícil llevar de comer a la familia”, expresó el hombre que trabaja justo en el corazón de la ciudad, a una cuadra de la alcaldía de esta región portuaria.

Recordó que a lo largo de su vida como comerciante ha pasado varias pruebas, por lo que dice no tener miedo de salir a trabajar, lo que le angustia es que ante posibles brotes otra vez todo se vuelva a cerrar y las calles, su sitio de trabajo, de nueva cuenta queden desiertas.

“Yo empecé vendiendo en los cines hace más de 30 años, un día los cines empezaron a cerrar y se acabó la chamba fue como me hice del carrito; así pasó aquí, solo vendía dulces ahora vendo hasta cubrebocas”, relató el hombre que se ha adaptado a esta nueva normalidad donde las oportunidades son cada vez más escasas.

“A veces uno quisiera comprar cosas y no se puede, es un poco difícil para uno como comerciante, si vendo algo en el día pues llevo tomate, huevo, solo tres cosas y al día siguiente si hay ventas pues llevo que el aceite o papel higiénico”, destacó.

En las últimas semanas ha tenido que pedir prestado para resurtir su mercancía "me prestan 100 pesos y con eso voy y surto cacahuates o rancheritos que es lo que más se vende, porque definitivamente no alcanza".

Con la falta de empleo la competencia es cada vez mayor, ya que un mayor número de personas en busca de ingresos han optado por la venta ambulante de diversos productos.

Para no quitarle alimento a su familia, este vendedor opta por comprar una comida de ocho pesos al día en el comedor del DIF de Tampico donde se trata de dar un menú variado a quienes tienen la necesidad de ser apoyados con un alimento caliente al día, “cuesta nomás ocho pesos y sí está buena”.

Don José, aunque es veracruzano pasa todo el día en Tamaulipas y pese al embate de la pandemia en ambas entidades, su fe de salir adelante no mengua.

“Le doy gracias a Dios por la gente que me ha ayudado, vecinos que me han apoyado con la comida, que me traen una torta, es una bendición de Dios. No me han dejado solo porque ha sido muy duro”, finalizó el hombre quien apenas regresa a casa, al caer la noche llevando lo que pudo comprar con la escasa venta del día.

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