/ sábado 21 de septiembre de 2019

Cosas del neoliberalismo

Privatización de empresas públicas, recorte a los subisidios y del gasto social, politicas de privilegio para los capitales financieros y comerciales por encima del sector industrial, y el surgimiento y fortalecimiento de grandes grupos empresariales en perjuicio de la pequeña y mediana empresa, es lo que se conoce como neoliberalismo económico en México, que tiene a un 60 por ciento de los habitantes de nuestro territorio en la pobreza, situación que obliga, entre otras cosas, a cientos de miles de connacionales a intentar el cruce del río Bravo para buscar no solo mejores condiciones de vida sino de sobrevivencia. Este modelo económico neoliberal a ultranza y depredador aplicado en México a partir de mil novecientos ochenta y uno, cuyo lema es “dar mucho a pocos, y muy poco a muchos”, sobradamente demostró ser incapaz de producir condiciones de igualdad e incorporar al desarrollo a las mayorías excluidas. Sus estremecedores efectos solo revelan las “meteduras de pata” a cargo de sus conspicuos defensores, quienes en la desgracia del país, ven la oportunidad de privatizar patrimonio social y ganar mucho dinero.

El manido argumento de que pese a los “negativos o magros resultados del neoliberalismo”, de no haberse implantado estuviéramos peor, se derrumba ante las evidencias. Lo mismo que el manido pretexto de que “es imposible rectificar los errores cometidos durante varias décadas en pocos años”. ¿ Es poco treinta y nueve años como para hacer algo en firme para los habitantes de este país?

Es inexplicable que después de casi cuatro décadas del mega fracaso de las políticas neoliberales, en medio de un ambiente de escasa industrialización en el país y corruptelas sin freno, todavía haya quienes se aferran a un modelo económico que solo creó miseria. Ya una vez nos endilgaron el rescate bancario denominado Fobaproa, blanqueado a IPAB, que aún pagamos con altos intereses. Y al parecer ya nadie se acuerda del trueque que llevaron a cabo un presidente y su secretario de Hacienda, “próceres” del neoliberalismo, para convertir pesos en tostones, en un acto de ilusionismo financiero digno de mejor causa.

Durante el neoliberalismo se gozó de precios de barril de petróleo por encima de sesenta dólares la unidad, y con todo, se generaron condiciones de pobreza extrema. Fueron sexenios en los que a pocos se les dio mucho y a muchos…poco o nada, gobiernos en los que se prometió crecimiento económico sostenido y se presumioó de una estabilidad macroeconómica que de poco ha servido.

Hoy se sufre la herencia de malos gobiernos que por encima de la mesa predicaban “la transparencia”, mientras que por debajo de la mesa, llevaban a cabo una venta de garaje del siglo de empresas públicas plagado de irregularidades. Está claro que para democratizar el país lo primero era actuar con transparencia y luchar contra la corrupción y la impunidad. Es del dominio público las historias de “enriquecimiento inexplicable” de personajes que surgieron durante el periodo del neoliberalismo, fortunas que crecieron a raíz de lo que pudiéramos llamar un exitoso proceso de privatización. Tal cosa significó, en algunos casos, la transferencia de riqueza propiedad de la Nación a un grupo de inversionistas particulares que pagaron precios sensiblemente menores a los activos que adquirieron. Estos miles de millones de pesos impunemente dedicados al subsidio a la riqueza, equivale a haber entregado de manera gratuita a los afortunados propietarios nacionales y del exterior, recursos presupuestales, producto de años de trabajo, ahorro y sacrificio de muchas generaciones de mexicanas y mexicanos. Se supone que los beneficios tangibles del proceso de “privatización” en México debían alcanzar a grandes sectores de los habitantes. Pero ¿Dónde están y para quiénes son, aun, los grandes beneficios de la venta de empresas públicas?

Privatización de empresas públicas, recorte a los subisidios y del gasto social, politicas de privilegio para los capitales financieros y comerciales por encima del sector industrial, y el surgimiento y fortalecimiento de grandes grupos empresariales en perjuicio de la pequeña y mediana empresa, es lo que se conoce como neoliberalismo económico en México, que tiene a un 60 por ciento de los habitantes de nuestro territorio en la pobreza, situación que obliga, entre otras cosas, a cientos de miles de connacionales a intentar el cruce del río Bravo para buscar no solo mejores condiciones de vida sino de sobrevivencia. Este modelo económico neoliberal a ultranza y depredador aplicado en México a partir de mil novecientos ochenta y uno, cuyo lema es “dar mucho a pocos, y muy poco a muchos”, sobradamente demostró ser incapaz de producir condiciones de igualdad e incorporar al desarrollo a las mayorías excluidas. Sus estremecedores efectos solo revelan las “meteduras de pata” a cargo de sus conspicuos defensores, quienes en la desgracia del país, ven la oportunidad de privatizar patrimonio social y ganar mucho dinero.

El manido argumento de que pese a los “negativos o magros resultados del neoliberalismo”, de no haberse implantado estuviéramos peor, se derrumba ante las evidencias. Lo mismo que el manido pretexto de que “es imposible rectificar los errores cometidos durante varias décadas en pocos años”. ¿ Es poco treinta y nueve años como para hacer algo en firme para los habitantes de este país?

Es inexplicable que después de casi cuatro décadas del mega fracaso de las políticas neoliberales, en medio de un ambiente de escasa industrialización en el país y corruptelas sin freno, todavía haya quienes se aferran a un modelo económico que solo creó miseria. Ya una vez nos endilgaron el rescate bancario denominado Fobaproa, blanqueado a IPAB, que aún pagamos con altos intereses. Y al parecer ya nadie se acuerda del trueque que llevaron a cabo un presidente y su secretario de Hacienda, “próceres” del neoliberalismo, para convertir pesos en tostones, en un acto de ilusionismo financiero digno de mejor causa.

Durante el neoliberalismo se gozó de precios de barril de petróleo por encima de sesenta dólares la unidad, y con todo, se generaron condiciones de pobreza extrema. Fueron sexenios en los que a pocos se les dio mucho y a muchos…poco o nada, gobiernos en los que se prometió crecimiento económico sostenido y se presumioó de una estabilidad macroeconómica que de poco ha servido.

Hoy se sufre la herencia de malos gobiernos que por encima de la mesa predicaban “la transparencia”, mientras que por debajo de la mesa, llevaban a cabo una venta de garaje del siglo de empresas públicas plagado de irregularidades. Está claro que para democratizar el país lo primero era actuar con transparencia y luchar contra la corrupción y la impunidad. Es del dominio público las historias de “enriquecimiento inexplicable” de personajes que surgieron durante el periodo del neoliberalismo, fortunas que crecieron a raíz de lo que pudiéramos llamar un exitoso proceso de privatización. Tal cosa significó, en algunos casos, la transferencia de riqueza propiedad de la Nación a un grupo de inversionistas particulares que pagaron precios sensiblemente menores a los activos que adquirieron. Estos miles de millones de pesos impunemente dedicados al subsidio a la riqueza, equivale a haber entregado de manera gratuita a los afortunados propietarios nacionales y del exterior, recursos presupuestales, producto de años de trabajo, ahorro y sacrificio de muchas generaciones de mexicanas y mexicanos. Se supone que los beneficios tangibles del proceso de “privatización” en México debían alcanzar a grandes sectores de los habitantes. Pero ¿Dónde están y para quiénes son, aun, los grandes beneficios de la venta de empresas públicas?