/ jueves 19 de julio de 2018

Del decir de los actos

El mundo tal como lo recuerdo de los libros de texto de primaria, Europa tenía 30 países y hoy tiene 40, Rusia se llamaba Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas...

El mundo tal como lo recuerdo de los libros de texto de primaria, Europa tenía 30 países y hoy tiene 40, Rusia se llamaba Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, antes de la quiebra de su sistema económico centralizado; también existían dos Alemanias, occidental y oriental, ya que aún se mantenía en pie el muro de Berlín; existía Yugoslavia, país que desapareció formando 6 pequeños estados después de haber colapsado el sistema económico que mantenía la URSS y comenzara un conflicto entre las diferentes etnias del país dando lugar a la Guerra de los Balcanes.

En España la moneda era la peseta y en un país casi surrealista existía un gobierno de blancos que gobernaba a blancos en un país donde la mayoría era de raza negra y la cual a pesar de ser su patria era tratada como inferior obligada a no mezclarse con los blancos por considerarse inferiores a éstos, es decir, era segregada. Ese país existía en pleno siglo XX y se llamaba Sudáfrica y el sistema de segregación implementado por los blancos que regían la vida de los ciudadanos de aquel país se llamaba Apartheid.

El dominio racista blanco en lo que luego se convertiría en Sudáfrica fue el resultado de la colonización holandesa del extremo sur del continente que empezó en 1657 y duró hasta 1806, año en que otro yugo aparece en la escena, el de la Corona Británica.

Aunque los orígenes de la explotación racista de dicho país datan del siglo XVII, con la llegada de los primeros colonos blancos conocidos como bóers y a partir del siglo XX como afrikáners; no fue la causa principal para mantener esa explotación racista como trabajo barato africano sino las ideas de raza.

Y aunque el oro y los diamantes alentaron a que los europeos decidieran emigrar a la colonia intensificando la opresión racial contra los habitantes indígenas, ya que los británicos propulsores de la segregación estaban preocupados por mantener la disciplina y control social sobre la fuerza de trabajo negra, por lo cual la segregación fue, desde el punto de vista social, un producto de un patrón de modernización de la sociedad sudafricana.

Basados en la concepción del dominio blanco gestada en el siglo XVIII, los británicos afirmaban que por obra divina los negros eran inferiores a los blancos en todos los aspectos, incluido el religioso, y es aquí donde ellos encontraban la justificación de las prácticas de explotación y segregación racista; y que la población negra solo podía desempeñar trabajos serviles sin derechos políticos, de propiedad o de libre tránsito o movimiento.

Estas medidas discriminatorias previas a la segunda mitad del siglo XX eran legales e instituidas bajo leyes y tenían como propósito mantener bajo control y dominio blanco a la raza negra, pero aún no se le denominaba Apartheid, pues fue hasta 1948, cuando un grupo nacionalista radical llegó al gobierno sudafricano instituyendo el régimen donde se ampliaba esta segregación racial extremista.

MADIBA EN ESCENA

Aunque la lucha colectiva contra el Apartheid fue apoyada y acompañada de la indignación internacional, fue un hombre el que en 1955 desde el seno del Consejo Nacional Africano luchó contra el Apartheid de manera directa mas no violenta organizando una rebelión de desobediencia civil, ante lo cual el gobierno, en aras de acallar sus voces, declararon como ilegal el partido, lo que conllevó a este líder y al resto de los activistas a una lucha armada desde la clandestinidad que provocaría que en agosto de 1962 fuese apresado por conspirar contra el gobierno y pasara casi tres décadas en la cárcel.

Si la causa contra el régimen segregacionista alguna vez estuvo simbolizada históricamente por un hombre, este fue él, cuyo destino individual estuvo tan estrechamente unido con el de sus compatriotas negros que tras su liberación en 1990 encarnó el triunfo contra la opresión blanca y Sudáfrica celebraba sus primeras elecciones multirraciales, donde él se convertiría en el primer presidente negro del Estado. Su nombre: Nelson Mandela.

Su lucha contra el apartheid fue una epopeya en aras de la libertad y soberanía de su pueblo, legado que no culmina con la abolición de este régimen, pues su dialéctica de la confrontación y negociación constituye el abecedario de lo propio, edificado con su conducta indomable en su tiempo de prisionero.

Guía de liderazgo racionado y con causa, cuya mera manifestación evoca el fuego interno contra el sometimiento de un sistema racista o de uno de imposición sea cual sea la finalidad del mismo.

La naturaleza de su pensamiento constituye su más amplio legado, por ser más que una apología a la lucha pacifista, ya que es una combinación correcta entre el pensar, el decir y el hacer, la congruencia entre sus hechos y palabras fueron el detonador de la continuidad de la lucha eterna por la libertad en todas sus manifestaciones para todos los hombres.

El recuerdo de la figura de Mandela es ante todo, la puesta en perspectiva de la forma y el fondo de la lucha misma de la libertad de pensamiento y cuyos actos hablaron por sí mismos.

El mundo tal como lo recuerdo de los libros de texto de primaria, Europa tenía 30 países y hoy tiene 40, Rusia se llamaba Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, antes de la quiebra de su sistema económico centralizado; también existían dos Alemanias, occidental y oriental, ya que aún se mantenía en pie el muro de Berlín; existía Yugoslavia, país que desapareció formando 6 pequeños estados después de haber colapsado el sistema económico que mantenía la URSS y comenzara un conflicto entre las diferentes etnias del país dando lugar a la Guerra de los Balcanes.

En España la moneda era la peseta y en un país casi surrealista existía un gobierno de blancos que gobernaba a blancos en un país donde la mayoría era de raza negra y la cual a pesar de ser su patria era tratada como inferior obligada a no mezclarse con los blancos por considerarse inferiores a éstos, es decir, era segregada. Ese país existía en pleno siglo XX y se llamaba Sudáfrica y el sistema de segregación implementado por los blancos que regían la vida de los ciudadanos de aquel país se llamaba Apartheid.

El dominio racista blanco en lo que luego se convertiría en Sudáfrica fue el resultado de la colonización holandesa del extremo sur del continente que empezó en 1657 y duró hasta 1806, año en que otro yugo aparece en la escena, el de la Corona Británica.

Aunque los orígenes de la explotación racista de dicho país datan del siglo XVII, con la llegada de los primeros colonos blancos conocidos como bóers y a partir del siglo XX como afrikáners; no fue la causa principal para mantener esa explotación racista como trabajo barato africano sino las ideas de raza.

Y aunque el oro y los diamantes alentaron a que los europeos decidieran emigrar a la colonia intensificando la opresión racial contra los habitantes indígenas, ya que los británicos propulsores de la segregación estaban preocupados por mantener la disciplina y control social sobre la fuerza de trabajo negra, por lo cual la segregación fue, desde el punto de vista social, un producto de un patrón de modernización de la sociedad sudafricana.

Basados en la concepción del dominio blanco gestada en el siglo XVIII, los británicos afirmaban que por obra divina los negros eran inferiores a los blancos en todos los aspectos, incluido el religioso, y es aquí donde ellos encontraban la justificación de las prácticas de explotación y segregación racista; y que la población negra solo podía desempeñar trabajos serviles sin derechos políticos, de propiedad o de libre tránsito o movimiento.

Estas medidas discriminatorias previas a la segunda mitad del siglo XX eran legales e instituidas bajo leyes y tenían como propósito mantener bajo control y dominio blanco a la raza negra, pero aún no se le denominaba Apartheid, pues fue hasta 1948, cuando un grupo nacionalista radical llegó al gobierno sudafricano instituyendo el régimen donde se ampliaba esta segregación racial extremista.

MADIBA EN ESCENA

Aunque la lucha colectiva contra el Apartheid fue apoyada y acompañada de la indignación internacional, fue un hombre el que en 1955 desde el seno del Consejo Nacional Africano luchó contra el Apartheid de manera directa mas no violenta organizando una rebelión de desobediencia civil, ante lo cual el gobierno, en aras de acallar sus voces, declararon como ilegal el partido, lo que conllevó a este líder y al resto de los activistas a una lucha armada desde la clandestinidad que provocaría que en agosto de 1962 fuese apresado por conspirar contra el gobierno y pasara casi tres décadas en la cárcel.

Si la causa contra el régimen segregacionista alguna vez estuvo simbolizada históricamente por un hombre, este fue él, cuyo destino individual estuvo tan estrechamente unido con el de sus compatriotas negros que tras su liberación en 1990 encarnó el triunfo contra la opresión blanca y Sudáfrica celebraba sus primeras elecciones multirraciales, donde él se convertiría en el primer presidente negro del Estado. Su nombre: Nelson Mandela.

Su lucha contra el apartheid fue una epopeya en aras de la libertad y soberanía de su pueblo, legado que no culmina con la abolición de este régimen, pues su dialéctica de la confrontación y negociación constituye el abecedario de lo propio, edificado con su conducta indomable en su tiempo de prisionero.

Guía de liderazgo racionado y con causa, cuya mera manifestación evoca el fuego interno contra el sometimiento de un sistema racista o de uno de imposición sea cual sea la finalidad del mismo.

La naturaleza de su pensamiento constituye su más amplio legado, por ser más que una apología a la lucha pacifista, ya que es una combinación correcta entre el pensar, el decir y el hacer, la congruencia entre sus hechos y palabras fueron el detonador de la continuidad de la lucha eterna por la libertad en todas sus manifestaciones para todos los hombres.

El recuerdo de la figura de Mandela es ante todo, la puesta en perspectiva de la forma y el fondo de la lucha misma de la libertad de pensamiento y cuyos actos hablaron por sí mismos.

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