/ miércoles 15 de mayo de 2019

#Especial Maestros rurales con profundo compromiso de servicio

Jesús Eduardo Arteaga Torres, maestro rural desde hace 11 años recuerda sus inicios como docente rural en la sierra de Huayacocotla

Caminatas de varios kilómetros, entre el lodo y bajo el sol abrasador, cruzar lagos, brechas y zonas enmontadas no detienen a los maestros rurales, quienes superan todos los obstáculos con el único afán de llegar a las comunidades alejadas de la urbanidad y de los beneficios que esto implica.

Son los enviados a esas zonas a donde nadie quiere ir y de donde el objetivo de la mayoría de los docentes es salir, pero que sin duda los ha formado como apóstoles de la educación e inspiración de decenas de generaciones.

ENTRE DIALECTOS E ISLAS

Jesús Eduardo Arteaga Torres, maestro rural desde hace 11 años recuerda sus inicios como docente rural en la sierra de Huayacocotla, en la parte norte de Veracruz y las dificultades que enfrentó en su incipiente carrera magisterial de la que ha tenido buenos resultados, algunos no del todo satisfactorios por factores que influyen en los jóvenes estudiantes.

Los maestros han sido uno de los principales luchadores contra el animal más vil y cruel que ahonda la pobreza y reprime la superación; el peor de los vicios, el más grande de los males: ¡La ignorancia!.

Recordó el maestro que fue en la comunidad San Gregorio, del municipio de Ilamatlán, donde comenzó su carrera docente, en donde los alumnos hablan en lengua Náhuatl, lo que en su momento representó un obstáculo los casi 8 meses que estuvo impartiendo clases en ese lugar, de donde fue trasladado a la comunidad Tecomajapa, del municipio de Zontecomatlán a donde para llegar, caminaba hasta tres horas en terracería.

Dijo que en este último lugar atendía a estudiantes que hablaban en tres dialectos diferentes por pertenecer a etnias distintas, fue en este lugar en donde tuvo que viajar de “aventón”, en camionetas, camiones cargados con costales de maíz, otros con pollos.

Posteriormente fue cambiado al municipio El Higo, en la comunidad Cruz de Palma que pertenece a Tempoal, donde estuvo unos 5 años y después a la Isla de Juan A. Ramírez, y posteriormente en la isla de Cabo Rojo en Tampico Alto.

Ningún maestro está preparado para ser un educador rural

Sin embargo el deseo de emprender esta carrera y adentrarse en inhóspitas tierras, dejando en segundo término a su familia y amigos. Pero existe un sentimiento aún más fuerte: El amor de servicio que nuestra Patria necesita. Con el objetivo personal de llenar esas mentes de sueños y proyectos de vida.

Posteriormente llegó a la escuela telesecundaria “Ignacio Manuel Altamirano” del ejido “El Barco” en Pueblo Viejo en donde ha trabajado los últimos seis años con el apoyo de padres de familia y ha logrado equipar a la escuela con tecnología.

Para el maestro rural su motivación es una herramienta, la más grande y poderosa que cualquier recurso tangible misma que entrega a su profesión.

Los maestros rurales conviven con los más desprotegidos, comen en su mesa, comparten su pobreza y la tristeza de vivir en condiciones no aptas para ningún ser humano.

Caminatas de varios kilómetros, entre el lodo y bajo el sol abrasador, cruzar lagos, brechas y zonas enmontadas no detienen a los maestros rurales, quienes superan todos los obstáculos con el único afán de llegar a las comunidades alejadas de la urbanidad y de los beneficios que esto implica.

Son los enviados a esas zonas a donde nadie quiere ir y de donde el objetivo de la mayoría de los docentes es salir, pero que sin duda los ha formado como apóstoles de la educación e inspiración de decenas de generaciones.

ENTRE DIALECTOS E ISLAS

Jesús Eduardo Arteaga Torres, maestro rural desde hace 11 años recuerda sus inicios como docente rural en la sierra de Huayacocotla, en la parte norte de Veracruz y las dificultades que enfrentó en su incipiente carrera magisterial de la que ha tenido buenos resultados, algunos no del todo satisfactorios por factores que influyen en los jóvenes estudiantes.

Los maestros han sido uno de los principales luchadores contra el animal más vil y cruel que ahonda la pobreza y reprime la superación; el peor de los vicios, el más grande de los males: ¡La ignorancia!.

Recordó el maestro que fue en la comunidad San Gregorio, del municipio de Ilamatlán, donde comenzó su carrera docente, en donde los alumnos hablan en lengua Náhuatl, lo que en su momento representó un obstáculo los casi 8 meses que estuvo impartiendo clases en ese lugar, de donde fue trasladado a la comunidad Tecomajapa, del municipio de Zontecomatlán a donde para llegar, caminaba hasta tres horas en terracería.

Dijo que en este último lugar atendía a estudiantes que hablaban en tres dialectos diferentes por pertenecer a etnias distintas, fue en este lugar en donde tuvo que viajar de “aventón”, en camionetas, camiones cargados con costales de maíz, otros con pollos.

Posteriormente fue cambiado al municipio El Higo, en la comunidad Cruz de Palma que pertenece a Tempoal, donde estuvo unos 5 años y después a la Isla de Juan A. Ramírez, y posteriormente en la isla de Cabo Rojo en Tampico Alto.

Ningún maestro está preparado para ser un educador rural

Sin embargo el deseo de emprender esta carrera y adentrarse en inhóspitas tierras, dejando en segundo término a su familia y amigos. Pero existe un sentimiento aún más fuerte: El amor de servicio que nuestra Patria necesita. Con el objetivo personal de llenar esas mentes de sueños y proyectos de vida.

Posteriormente llegó a la escuela telesecundaria “Ignacio Manuel Altamirano” del ejido “El Barco” en Pueblo Viejo en donde ha trabajado los últimos seis años con el apoyo de padres de familia y ha logrado equipar a la escuela con tecnología.

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