La era del casete

La música brotaba de cintas magnéticas; pese al avance de las tecnologías este objeto sigue teniendo un mercado, aunque reducido, de compradores coleccionistas

Ricardo Ramírez

  · jueves 5 de septiembre de 2019

Este sábado 7 de septiembre se celebra el “Día Internacional del Casete”, una fecha que pasa casi inadvertida, pero no en la tienda de discos Rock n Roll. Aquí su propietario, Toño Díaz, nos conduce hacia un viejo archivero de lámina, donde al jalar la gaveta superior aparece un centenar de casetes: usados, nuevos con su celofán original, clásicos del rock o del pop, bandas mexicanas, música alternativa, de todo un poco.

La pregunta para Toño Díaz fue ¿la gente sigue comprando casetes?, y no hubo duda en su respuesta “claro, en mi tienda siempre he tenido casetes y actualmente, pese a las nuevas tecnologías, existe un pequeño y constante grupo de coleccionistas que siguen fieles a este formato. Se especializan en alguna banda o género y quieren todo de su artista favorito. Escuchar música en casete es una tendencia que se mantiene, aunque su mercado es muy reducido, lejos de la fiebre del vinil”.

Respecto a su calidad de sonido admite que depende del equipo reproductor, “en su momento los estéreos o equipos modulares contaban con una buena tornamesa, pero por lo común las caseteras eran de calidad regular o mala”.

Lo ideal para escuchar este formato son las llamadas decks, del tamaño de una videocasetera. Pero estos aparatos eran casi solo para profesionales y aún existen”.

Hoy los casetes son asunto de coleccionistas, “pero tuvieron su momento cumbre en los 80's, al combinarse con el reproductor walkman, demostrando así su portabilidad casi mágica. Por primera vez podíamos llevar ajustado a la cintura nuestra música favorita, y acompañarnos a hacer ejercicio, ir a la escuela, al trabajo, a todos lados”.

COMPONENTES

En el aspecto técnico el casete se componen de una carcasa de material plástico que contiene dos carretes de cinta magnética capaz de grabar audio, cuyo uso comercial llegó al mercado alrededor del año 1965.

Los formatos más estándar de cinta fueron la tipo 1, o normal (basada en óxido férrico), la de cromo (óxido de cromo) y la cinta de metal.

Hubo aquellos que permitían grabar y regrabar, mientras que en la mayoría de las ocasiones se regresaba usando una pluma “bic”.

EN EL PERIODISMO

El casete fue también por muchos años de uso común en el periodismo, y es el reportero de El Sol de Tampico, Gustavo García Luna, quien evoca su primer día de trabajo en este diario hace 30 años, cuando salió a buscar las noticias policiacas con su “grabadora reportera”.

Al regresar a la redacción le puso “play” para transcribir sus entrevistas, “todos los días usaba el casete para mi trabajo, después algunos compañeros usaron el formato mini casete, luego llegaron los dispositivos para guardar audio en archivo. Hasta que aparecieron los celulares inteligentes que seguimos utilizando”.

Era (y sigue siendo) muy fácil grabar música y hacer recopilaciones de las canciones favoritas de nuestros discos o de las melodías que se trasmitían por radio; esas selecciones musicales eran las playlist en formato análogo.

También el casete fue protagonista en el auge del llamado audio automotriz, con toda su parafernalia de amplificadores, woofers, bafles, cableados, etc. Y por supuesto que era imprescindible para el conductor llevar bajo el asiento su estuche lleno de casetes.

EL LENTO DECLIVE

El declive del casete tuvo varios momentos: al surgir la tecnología del disco compacto, la aparición de los archivos digitales como el MP3 para comprimir y almacenar música, el advenimiento de los dispositivos Ipod y finalmente las aplicaciones vía streaming para escuchar música en línea.

Hoy el casete sigue vivo entre melómanos y aficionados al sonido. Es una mercancía que se encuentra de manera recurrente en tiendas especializadas, en bazares, mercados de chácharas y tianguis populares.

Pero sobre todo el casete se encuentra incrustado en la mente y el corazón de los que vivieron esa época lejana, que hoy llamamos “la era análoga”.