Fue en noviembre de 1913 que el Ejército del Noroeste, al mando de Pablo González Garza, llevó el combate de la Revolución Mexicana a la zona de Altamira, pues después de la muerte de Francisco I. Madero a manos de Victoriano Huerta, Venustiano Carranza volvió a las armas y con él todos sus generales. Después se dirigiría hacia Monterrey y luego, al siguiente año, tomaría también Tampico.
SANTIAGO APÓSTOL, DE TEMPLO A CUARTEL GENERAL
Mediante una sorpresiva ofensiva, el general carrancista hizo huir a los huertistas que custodiaban la villa e instaló su cuartel en el templo de Santiago Apóstol, al ser una fortaleza centenaria en la región.
La tranquila vida de los altamirenses cambió, los residentes tuvieron que adecuar diversas costumbres ante la llegada de la “bola” a estas tierras.
Desde la iglesia se daban las órdenes a las fuerzas que vigilaban la zona, pues al saberse próxima al puerto de Tampico, se convertían en blanco de los distintos bandos revolucionarios, uniéndose a la causa de la revolución decenas de altamirenses, que mantuvieron a raya al ejército huertista, antes que Tampico fuera también tomado.
LAS MUJERES JÓVENES SE ESCONDÍAN DE VARIAS FORMAS
“Las leyendas que corrían por todos lados era que los federales se llevaban a las mujeres, por eso varias familias idearon la forma de mantener ocultas a las más jóvenes, en algunos casos en subterráneos hechos en las casas y cubiertos con diversos camuflajes, en otros en los hornos de barros y hubo ocasiones que con sus armas tuvieron que defenderlas”.
Señala el investigador José Luis Olvera Tavera, quien menciona que entre las costumbres que se tuvieron durante la estancia de los revolucionarios en Altamira “era que afuera de las casas se sentaban niños o niñas vestidos de blanco como señal que evitaba que se metieran los revolucionarios; además, por la escasez de maíz, las tortillas empezaron a hacerse de plátano”.
HOMBRES, MUJERES Y NIÑOS SE UNEN A LA “BOLA”
“En Altamira surgió un grupo de mujeres guerrilleras, como Adela Damiana Guzmán Castellanos viuda de Olvera, Mónica Ramírez Enríquez, Francisca González Castellanos y Josefa García Ahumada, quienes con otras revolucionarias se refugiaron en la ribera del río Tamesí, armadas con rifles 30-30, para evitar el paso de los federales, así como Valeria Marmolejo Rodríguez quien en una ocasión tumbó con un tronco de árbol a un federal.
También fue en Altamira donde se enarbola por primera vez, en esta parte del país, una bandera con la leyenda de Tierra y Libertad, que usaron en la lucha José Felipe de Jesús Tavera Mariño, el primer masón liberal del magonismo en Tamaulipas e Higinio Tanguma Rodríguez.
“En Altamira, de acuerdo al diario de Doña Adela Cervantes de Vilchis, se tuvo también la valerosa participación los niños Sósima, Adrián, Filogonio y Lucindo Olvera Guzmán, María del Refugio Rivas Guzmán, Herminia Patiño Demis, Feliciano Reyes Pérez, Hermelinda Demis Izaguirre, Lorenzo y Lázaro Turrubiates y Sofía Quintanilla González, que ayudaban a las tropas en diversas tareas”.
LA LUCHA POR TAMPICO, LA MÁS LARGA DE LA REVOLUCIÓN
“Los carrancistas rodearon al puerto desde la zona de Villa Cecilia y la entrada del norte, por donde ahora es la colonia Águila, estuvieron combatiendo 48 días pues el ejército de Victoriano Huerta defendía la plaza incluso con barcos bombarderos, pues era su último reducto en el noroeste del país; siendo en mayo de 1914, cuando las fuerzas revolucionarias toman por fin el puerto”.
Señala por separado José Antonio Cruz Álvarez, quien indica que una vez derrotado Victoriano Huerta, la lucha de facciones de la revolución, entre Francisco Villa y Venustiano Carranza, volvió a poner a Tampico en la mira de la guerra por ser el puerto petrolero más importante, desatándose una encarnizada batalla por esta plaza que duró 72 días y que es considerada la más larga de la Revolución Mexicana.
LAS ARMAS Y ESTRATEGIAS MÁS MODERNAS PARA DEFENDER EL PUERTO
Comenta que las tropas de carrancistas se apostaron en Tampico desde mitad del año de 1914, tomando diversos edificios para sus cuarteles, entre ellos la Casa Gándara, que sirvió al general Pablo González, para comandar lo que fue la defensa del puerto en la guerra librada en El Ébano; donde Villa perdió la revolución, pues al mismo tiempo fue derrotado en el bajío.
En la batalla de El Ébano por primera vez se hicieron entrar en acción en México los aeroplanos de bombardeo, además de otras armas modernas que ya se utilizaban en la Primera Guerra Mundial, como las ametralladoras y los obuses, logrando Venustiano Carranza mantener el puerto y con ello el poder.